Por Hildegard Rondón de Sansó|Los que se van (Opinión)

Estoy frente a la oftalmóloga de la cual soy paciente. Después de horas de espera, llega mi turno porque su clientela es enorme gracias a su eficiencia y prestigio nacional y exterior. A pesar de la prisa que nos acompaña, hablamos del futuro y me dice que son pocos los días que le quedan en Venezuela, porque partirá para otro país que le ofrece mejoras profesionales, seguridad para la educación de sus hijos y tranquilidad familiar.

No hay posibilidad alguna de argumentar en contra de una decisión asumida por tales razones, porque la realidad está presente en los titulares de los periódicos que aluden a los atracos, secuestros y al dolor definitivo de la muerte de los allegados. La crónica actual del país está teñida de la sangre de tantas víctimas de todas las clases sociales, atacadas por cualquier razón nimia o por ninguna razón.

¿Qué le pasó a nuestro país que se volvió ese lugar del cual se desea escapar como si fuera una cárcel? Ese deseo es a sabiendas de que es uno de los lugares mas bellos del mundo; de que solamente se tiene una Patria, de que al irnos, nos volvemos extranjeros y perdemos los grandes vínculos que embellecen la vida: los parientes cercanos, los amigos, los conocidos; las rutinas diarias y, sobre todo, los lugares, esos lugares llenos de paisajes hermosos, de sensaciones totalmente diferentes a las de otros mundos porque tienen un olor, un color, un sabor que no podemos encontrar en ninguna otra parte.

Así como mí interlocutora va a aceptar la oferta que recibieron, así están todos los profesionales de Venezuela…pero no son solo los profesionales los que se van. En un curso que dictaba en el último año de la carrera, mas de la mitad de los presentes en un día en que me permití hacer la consulta, querían iniciar su profesión en otra parte: a riesgo de pasar por duras reválidas; por el aprendizaje de una nueva lengua; por el rechazo y la desconfianza que se tiene -seamos sinceros- contra los venezolanos.

El hecho es que se están yendo. Hay familias enteras desglosadas por la distancia; algunas se van por “turno”: primero, los mas ansiosos que llamaron a los restantes; se van los muy jóvenes y hasta los menos jóvenes y yo me pregunto si es cierto o no que hay sistemas valederos para darles el sosiego que necesitan para vivir en su propio país. No se piense que estableciendo obstáculos o dificultades para la salida se logra algo: lo que se obtiene es fomentar el odio y la rabia: no otorgar pasaportes; no apostillar los documentos demostrativos de los estudios realizados; permitir la subida desmesurada de los boletos aéreos y, sobre todo, cerrar las puertas de las divisas. Nada de eso va a impedir que se vayan.

¿Qué puede frenar este éxodo? Ante todo una política de mano dura contra el hampa acompañada de los sistemas que existen para la reeducación delictual; liberar la moneda para que la misma readquiera valor y, después, aumentar el número de empleos, la utilización de la mano de obra que otros países quieren utilizar en su beneficio y, sobre todo, el otorgamiento al sector científico del apoyo irrestricto para lograr el empuje hacia lo único que es realmente valedero en la economía moderna, como son los nuevos hallazgos, las creaciones destinadas a un mundo mejor desde el punto de vista sanitario, alimenticio, industrial y espacial.

Los esfuerzos que deben hacerse ahora no pueden ir dirigidos a una sola clase sino a todas, porque cada venezolano que se marcha, es como un hijo que se pierde. No hay nada que pueda reemplazarlo.

sansohildegard@hotmail.com
Caracas

…hace falta el que vendrá, aserta el común. Es fácil llevarse el cúmulo de conocimiento y experiencia científica allende, para prestar servicio a otro patrono, sobre todo eñ que atañe a medicina; es lógico, aquí también prestan servicio a corporaciones y accionistas de clínicas que sólo ponen dinero; donde directivos de colegios y asociaciones científicas se volvieron sindicaleros, porque renta más que ejercer profesión. No se impide a nadie que se vaya, pero, abogada, no pida que le financie el Estado el escape o aventura que pretendan emprender. Ya en una «fiebre del oro» hubo que destruir más de un millón de documentos que no reclamaron los peticionarios, a pesar de haberlos pagado (en moneda nacional, por supuesto) y los apostillamientos son obra y gracia de los abogados no del ministerio, menos de la jefatura. Cuando regresaren, cualquiera sea el motivo, tendrán el derecho de hacerlo sin rendir cuentas mas que a su conciencia.