Por Ileana Ruiz|El que viene de lejos (Opinión)

El que viene de lejos trae notas ocultas escritas con polvo y barro en la comisura de los zapatos. Penetra en los terminales suburbanos con el aire amanecido bajo los sobacos y escudriña con pestañas legendarias queriendo hallar, antes que el olfato, el anhelado sorbo de café.

Skuke se le quedó corto con su río, su cordillera, su atadito de buenas simientes, su pan de trigo, su olor a fogón y a flores frescas, sus idas y venidas a Valera. No cabe en el mapa de Trujillo, recortado para la tarea escolar, tanto impulso, tantas letras, tantas historias versificadas.

Salió tempranito y anduvo trajinando diccionarios: “…ninguna palabra se nos puede escapar del gusto ni del tacto”. Poetiza como quien dice aguacero, escribe como quien ordeña, sucumbe al amor mortal del texto inacabado. Cuando se descorren las cortinas del pesar para ser y nombrar allí está el Paisano con su caletica contra las nostalgias. Verbo subjuntivo. Ánima calificativa. Pronombre poseedor de todas las dudas. Conjunción inmaterial sin arte ni parte en esta concreción virtual de una leyenda que nadie otea.

Las estaciones van al trote: infancia, juventud, adultez y vejez se confunden en el calendario de los olvidos. El Techo de la Ballena, El ahogado, Adiós Escuque, El Reino. Caudales literarios que crecen, se desbordan y desembocan en el Premio Nacional de Literatura (1975) y en el homenaje durante el Festival Mundial de Poesía (2006). La pasión no es alegórica. Ante el dolor humano la respuesta del poeta no puede ser moderada.

Casi 80 años y todavía no ha llegado de tan lejos que partió, de tan lejos donde se marchó Ramón Palomares. Quien viene de lejos hace que los recuerdos sean cuna de futuro, traigan briznas de distintos rincones: un pábilo del volantín de la infancia se entreteje con hojas del mastranto que aromó el primer beso y se anuda con aquel dolor al que le faltó brillo de arcoíris para poder parir un sueño; la memoria empolla frágiles cáscaras donde se incuban propósitos carenados, los alimenta, resguarda y, a su tiempo, impulsa al vuelo.

Hubiese querido que este tímido decir escribano estuviese Rayado sobre el techo como tu revista favorita. Pero por cuestiones de época y horario te lo hago llegar en las aguas de este Orinoco que es como vos profundo, ancho y lejano. Ya quisiera yo como vos a tu Pajarito que venís tan cansado “Meterte aquí en el pecho Y que te quedaras allí lo más del corazón”.

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