Desde la Feria Internacional del Libro de Quito|Raúl Zurita contra el autismo del arte

Con poemas como cuchillos, Raúl Zurita tentó a las lágrimas, hirió la desmemoria y sacudió la vergüenza en la Feria Internacional del Libro de Quito cuya edición de 2015 tiene a Chile como Invitado de Honor.

Si un extraterrestre arribara a la Tierra y la única información que tuviera fuera un libro de poesía de los últimos 50 años, llegaría a la conclusión de que en este planeta no pasa absolutamente nada, más allá de ciertas angustias existenciales, observó en entrevista exclusiva con Prensa Latina.

La poesía le ha dado la espalda al mundo, se transformó en un arte absolutamente autista, reclamó ante el nivel de abstracción de los poetas actuales. Zurita era un joven estudiante de ingeniería en Chile cuando el general Augusto Pinochet dio un golpe de Estado el 11 de septiembre de 1973, aquel día lo apresaron, condujeron a un estadio y luego a un barco, donde lo torturaron.

Cántennos ahora una cancioncita de Víctor Jara, le decían los verdugos a muchos jóvenes detenidos.

Eramos juguetes en las manos de otros tipos que podían hacer lo que quieran, había contado minutos antes a un auditorio de cientos de personas que acudieron a escuchar su conferencia magistral titulada Hacia una poética de la muerte.

Lo que quedó de él tras sobrevivir un infierno se encerró en un baño en 1975 y se quemó la cara, con un hierro encendido, sin pretensiones de protagonizar un performance ni otra acción artística, aclaró.

Atravesaba una situación psicológica desesperada y nada podía retratar la pérdida absoluta del amor en Chile, tuve la sensación de que necesitábamos aprender a hablar de nuevo, a modular A, B, C, D, y si la dictadura nos atacaba con tanta violencia, el arte no podía ser menos, sostuvo.

La muerte, la de verdad, es la desolación del lenguaje, enfatizó, aunque comenzó a escribir por una profunda necesidad de hacerlo, no por sumarse a una corriente literaria ni aportar a la lengua.

Su primer libro publicado, Purgatorio, en expresa alusión a la obra de Dante, exhibe en la portada una foto de la cicatriz producida por la quemada.

A los 29 años de edad se sentía al borde del último suspiro, según cuenta, no tenía dinero ni para el bus.

Una nación, un gobierno, un pueblo no se debe medir por lo bien que están los que están bien, como decía Jorge Luis Borges: felices los felices, sino por lo mal que están los que están mal, aseveró.

Esa es la incapacidad de ponerse al menos un segundo en la piel del otro, por ejemplo en la piel del rehén francés que ha llorado para que no lo maten, reflexionó cuando hace pocos días una serie de ataques en París dejaron al menos 129 muertos y 352 heridos, 99 de ellos en estado crítico.

Por ese sentido de denuncia, los poemas de Zurita describen asesinatos de personas y sueños, desolación, y el estropeo de las almas tras un golpe militar en Chile que les hizo perder la ilusión y transformó el mapa de personas conocidas en listas de seres mutilados y desaparecidos, algunos hasta hoy.

La lectura más básica de la existencia es que todos somos parte de todos, advirtió con su voz cansada y un tono que fácilmente deviene susurro.

Como Quijote contra los molinos de viento, este hombre de 65 años de edad muy maltrechos, se enfrenta al mal de Parkinson con el esmero del niño que recién estrena un cuaderno y se esfuerza porque la línea quede derecha, la letra legible, bonita, y es tan atento al trato.

Por momentos parece que alucina, ha visto sus poemas escritos en el cielo por aviones, en el desierto de Atacama, en montañas, cree que las costas no deberían tener dueños, simplemente ser territorios compartidos por todos los países.

A Zurita le encanta el mar, el día que entendió de golpe que se iba a morir, acudió a la costa norte de Chile y le escribió un poema a los acantilados.

El arte es el intento más desesperado por darle a los hechos la compasión, la profundidad que los hechos jamás tienen, sentenció.

Nunca huyó de su país, tomó la decisión de no exiliarse porque tenía hijos y no podía sacarlos, mas en su situación de expresidiario y rojo no encontraba trabajo sólido, llegó a robar libros caros de medicina y arquitectura para revenderlos y proporcionar algún sustento a la familia

Las librerías lo ficharon, cuando su primer libro, Purgatorio, vio la luz en 1979, solo podía verlo en las vitrinas porque tenía prohibida la entrada a las librerías.

Ahora el distinguido profesor, Premio Nacional de Literatura 2000, Doctor Honoris Causa de dos universidades chilenas y una española, imparte conferencias por todo el mundo y relata sus vivencias, porque no olvida.

Tampoco se imagina cómo alguien puede escribir sin descender al fondo de sí mismo, porque ahí nos encontramos, dice, y se niega a hablar de diferentes comportamientos humanos de acuerdo a períodos históricos como prehistoria, Medioevo, Renacimiento, época moderna, etcétera.

Eso es una mentira, no somos más que distintas metáforas de lo mismo, declaró.

A Zurita, la desmemoria, tan de moda en estos tiempos, le sabe también a falsedad.

Nadie olvida, puedes hacer como que no te acuerdas, te puedes hacer el sordo con lo que estén diciendo, pero yo nunca creí en el olvido, yo me acuerdo de todo, hasta de cosas que me gustaría olvidar y no puedo, recalcó.

Mientras, afuera de la sala de presentaciones de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, los precios de los libros torturan, se erigen como muros entre el deseo y la cultura, ajenos a ese autor que se entrega todo.

Fuente/Prensa Latina