“Receta” para escribir una crónica (III)

La importancia de un género

__________________________________________________________________________________________________

Abrimos nuestro espacio en torno a la crónica dilucidando una de las muchas preguntas que suelen hacer los alumnos en el aula de clases. Quizás sea esta la característica más importante de este género periodístico: el estilo.

Coinciden los catedráticos, entre ellos el profesor y escritor cubano Julio García Luis, que el estilo de la crónica, además de sencillo, debe ser llano y directo. Rico en su lenguaje y quien la escribe debe ser claro, conciso, preciso y, como señaláramos al principio, sencillo. Veamos:

Claridad. Se trata de expresar las ideas de manera transparente e inequívoca. Cuando la frase está mal redactada puede tener un significado diferente al que pretende darle el autor. Hay que evitar las ideas confusas, los juegos de palabras que no son entendibles, los párrafos oscuros.

Concisión. Significa decir, ni más ni menos, lo necesario. Hay que evitar el rodeo inútil.

Precisión. Procurar ser exactos tanto en el uso del lenguaje como en la reconstrucción de los hechos que se narran.

Sencillez. Hay que evitar los rebuscamientos, debemos recordar que la historia no está en el diccionario sino en la vida corriente. Cuando no se tiene la preparación para escribir en un lenguaje literario, es preferible narrar de manera directa, en vez de caer en una inútil poetización que no constituye ningún aporte. Es fundamental evadir los lugares comunes y a las frases obvias.

EL INGENIO DEL CRONISTA

Juan Carlos Gil González, periodista y catedrático universitario español, observa que la crónica es una estampa del tiempo donde se reconstruye la realidad trozo a trozo, fragmento a fragmento, ordenando y desordenando el tempo de los acontecimientos, erigiéndose en testimonio directo de una época. La crónica traduce en palabras un acontecimiento; ofrece una radiografía personal e interior de la totalidad. A veces es formal y solemne, en ocasiones transgresora y desenfadada. En una página se tiñe de seriedad y en la siguiente destila jovialidad y ambigüedad. La crónica solo está sujeta al ingenio del cronista.

Los distintos medios de comunicación en el mundo guardan un espacio para “hablar” de la crónica. Leemos en el diario El Comercio que una manera imaginativa de hacer crónica es crear escenas con personajes que viven una situación especial, que merece ser contada. Si el redactor se decide a describir una determinada acción, sin miedos ni prejuicios, el lector percibirá el polvo del camino, el calor, los colores de la montaña, de un horizonte, los sabores. Pero si la crónica se queda en la descripción, sin nada de acción, pierde su efecto.

Un punto importante que se inserta en casi todos los manuales de estilo revisados es el hecho de que el periodista utilice todos los sentidos para trasmitir al lector emociones que él sintió. Los ojos para mirar el panorama y los colores, las caras y los gestos. Los oídos, no solamente para escuchar la voz de un entrevistado, sino para oír el rumor de un bosque, el aleteo de una paloma o el latido de un perro. El olfato para poder describir con exactitud el ambiente, dulce o acre, agradable o repelente. El tacto para definir con la palabra justa el árbol liso o áspero, el metal de un asiento o la manera como el otro da la mano. El gusto para saborear las palabras y las frases y repetirlas en voz alta para saber si una palabra está mal puesta o la palabra dentro de una frase sobra o falta. Y la piel, para describir el frío o el calor, la llovizna o la lluvia torrencial. Todas esas sensaciones se organizan dentro del cerebro, que es de donde vienen las órdenes a los dedos para manejar el teclado.

EMPLEAR TODAS LAS TÉCNICAS

Hay que echar mano a todo lo que tengamos al alcance y debemos estudiar las distintas técnicas utilizadas por los pioneros del aún vigente “Nuevo periodismo”. Tom Wolfe, por ejemplo, construye sus escritos “escena por escena”, es decir, relata la historia a base de escenas sucesivas, cada una compuesta por descripciones y diálogos, reduciendo al mínimo el uso de sumarios narrativos.

Otra técnica de Wolf, estrechamente relacionada con la anterior, consistía en registrar totalmente el diálogo, recurso que permitía caracterizar a personajes y situaciones de forma inmediata, plástica y elocuente. Este procedimiento sustituye la simple cita de declaraciones usada en el periodismo convencional por una recreación fehaciente de diálogos enteros.

La tercera técnica, igualmente utilizada por Wolf y la mayoría de sus colegas, era el llamado punto de vista en tercera persona, mediante la que cada escena es presentada al lector a través de los ojos de un personaje concreto.

La cuarta técnica que los nuevos periodistas tomaron de la novela realista es el retrato global y detallado de personajes, situaciones y ambientes.

Los cuatro procedimientos anteriormente descritos se complementan con la descripción, que incluye gestos cotidianos, hábitos, costumbres, caracterización de los espacios donde se desenvuelve el personaje, estilos de vida, comportamientos frente a los demás, modo de caminar, entre otros detalles simbólicos importantes.

Con la utilización de estos recursos, el cronista o reportero es capaz de transportar al lector a los lugares que describe el relato, revivir la acción de las escenas, sentirse en la piel de los personajes y convencerse de que todo lo que allí se muestra es fiel a lo que ocurrió.

T / Ángel Méndez
F / Cortesía