Recetas de resistencia

Por: Ana Cristina Bracho

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A comienzos de septiembre, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) publicó su Informe Anual sobre Seguridad Alimentaria y Nutrición. Su conclusión es que por tercer año consecutivo, se ha producido un aumento del hambre en el mundo. En el caso de Venezuela, recogido en el informe, los números se encuentran en el promedio latinoamericano, destacándose la sequía como la principal causa de retroceso de la seguridad alimentaria en el país. Sin que ingresemos en ninguna casilla especialmente crítica.

Este dato merece ser analizado porque estamos en el contexto de la más cruenta de las guerras en la que los hábitos de las mayorías se han modificado. El mercado padece de dos condiciones dramáticas que cíclicamente se repiten, pues pasamos de un abastecimiento a precios exorbitantes al desabastecimiento de productos. Ahora agravado por el fuerte bloqueo comercial que sufrimos y tan solo paleado por programas de alimentación como el CLAP y los planes que benefician a poblaciones de mayor vulnerabilidad.

Cuando este fenómeno ocurrió en 2014, podíamos ver que los productores y distribuidores alegaban que era producto de precios desfasados y fijados unilateralmente. Ámbito que les hizo sentir más atractivo el contrabando que el abastecimiento a algunos sectores del comercio formal y fomentó la aparición del bachaqueo.

Ahora, las cosas son distintas porque en acto público, notorio y comunicacional, los principales productores nacionales se comprometieron a respetar los nuevos precios, el Ejecutivo se decidió asumir el impacto del ajuste salarial, el dólar legal se liberó y se mantiene estable, al tiempo que el dólar guarimbero no ha dado saltos espectaculares.

Pero los anaqueles están allí, de nuevo, casi desiertos. Quizás esta sea una de las veces que podemos darnos cuenta con mayor facilidad que quienes nos dijeron que la política, la economía y el derecho eran ramas distintas de la realidad, nos mintieron.

También que quienes creen que los pueblos se manejan simplemente por reglas conductistas, sin dejar una sola consideración en sus proyecciones para las ganas de vivir y la reconfiguración que en virtud de estas pueden hacer las personas de su realidad, se equivocaron.

La llegada a Venezuela de esta mala hora para los productos habituales ha destruido los mitos que contaban que solo podíamos alimentarnos con base en la lista, reducida y grasosa, de la cesta básica.

Porque lo que ha ocurrido es un redescubrimiento de otros alimentos y un nuevo recetario de los viejos productos. ¿Tortas de auyama, cambur, plátano, yuca o harina de maíz? ¿Lentejas en croquetas, comida árabe, hamburguesas o pasapalos? ¿Cuántas formas existen para cocinar una berenjena?

Hay un nuevo canto de la tierra y un recetario de la esperanza que narra que la pinten del color que la pinten, podremos vencerla. Dicho esto, es importante repensar los programas de alimentación obrera y escolar para evitar que puedan seguir hiriendo a la gente pero el panorama no es tan absoluto como algunos quieren contar.

@anicrisbracho
Caracas