Por Jordán Rodríguez|Recuerdo de nuestra historia cercana (Opinión)

Hay momentos que marcan la vida de los pueblo. Esta semana no puedo dejar de recordar uno de los que creo esbozó el rumbo de nuestro continente en su camino por la soberanía y el respeto.

Un viento helado nos secaba la garganta y el hondear de las banderas con el rostro de Evita, el Che, Fidel y Bolívar iluminaba cada espacio de aquel estadio del Sur.

La energía del Gigante inundó cada milímetro repleto de la esperanza de todos los que ahí estuvimos con la esperanza de escuchar a nuestro Chávez enterrar el ALCA.

Recordar que la unidad es el único camino para lograr la consolidación de la “Gran Nación de Repúblicas” que soñó Bolívar o aquel proyecto revolucionario que se plantearon Miranda y Sandino; entender que nuestras diferencias sólo nos hacen parte del continente más vivo y rico del planeta, con la gente de colores más diversos, la misma que tiene los sabores y pieles más maravillosas eso nos hace realmente americanos; como dijo Hugo “… desde Alaska hasta la Patagonia, aunque Monroe trató de separarnos y de robarnos el nombre de americanos”.

Es tan importante una fecha como aquel 5 de noviembre que podría compararla hoy con una batalla de Carabobo, Junín o Ayacucho, con el desembarco en la Vela de Coro o la rebelión de José Leonardo, todos piedras en la edificación de nuestra libertad.

Parece mentira que no lo recordemos: la cara de Bush, al ser derrotado, el “No vengan a patotearnos” de Néstor y el grito al unísono del pueblo de Mar de Plata y hasta del Diego al decirle al mundo que ese día colocábamos la piedra fundacional de organismos como el ALBA, la Unasur y la Celac.

Ese día entendí que debíamos promover la diversidad y el respeto, la dignidad y vestir de pueblo o sacar del camino de no lograr lo primero a organismos retrógrados como la moribunda OEA… Por si no lo recuerdan aquel día, nuestro Hugo le gritó al mundo: “¡ALCA al carajo!”

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