Reflexiones en el Día de la Memoria

POR: MAXIMILIANO PEDRNAZINI

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El 24 de marzo de 1976 no es una fecha agradable en la memoria del pueblo argentino. Recordamos el terrorismo de Estado. Pero, además, significa para nosotros, la fecha en que se inicia el genocidio: “la Muerte Argentina”, como se conoce en todo el mundo al método sistemático de desaparición forzada de personas. Recordamos porque eso es ejercitar el músculo de la memoria contra todo negacionismo resiliente que busca vedar el más profundo dolor de un pueblo.

El Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia nace para enfrentar este tipo de vejaciones contra nuestra identidad que se ha construido, también, alrededor de esta tragedia, como de otras tantas que hemos sufrido a lo largo de la historia. El Día de la Memoria es el día en que la reflexión debe salir de su lugar de reposo para contrarrestar el oscurantismo de los que se empeñan en negar el genocidio, la existencia de los centros clandestinos de detención, la apropiación de bebés, o relativizar el número de desaparecidos. Contra estos males la reflexión es menester. Porque somos el pueblo de los 30.000 desparecidos y no hay olvido ni negación que puedan contra este símbolo de nuestra identidad.

Argentina supo convertirse en un campo de experimentaciones donde se vivió en carne propia el despliegue más bestial del capitalismo, haciendo del 24 de marzo el corolario de una historia que comenzó -por lo menos en el nombre- en 1930 con el primer golpe de Estado del siglo XX que inauguró la llamada “Década Infame”. Para la Argentina, más de la mitad del último siglo fue infame. No bastó con una sola década. Lo que vino después terminó siendo mucho peor. El país no volvió a ser el mismo: Martínez de Hoz, el regreso de la democracia, neoliberalismo y Consenso de Washington, crisis y vuelta de página. Y es aquí donde la memoria viene a ocupar un lugar trascendente para tratar que esos dolores traumáticos del pasado (que todavía persisten) sean interpretados desde la reflexión.

Joseph Stiglitz, en los tiempos que era considerado como fuente de permanente consulta por los gobiernos progresistas de la región, sentenció: “Hemos permitido que los mercados modelasen ciegamente nuestra economía, y al hacerlo, también nos han modelado a nosotros y a nuestra sociedad. Ahora tenemos la oportunidad de preguntarnos si la forma como nos han modelado es lo que queremos.” Una pregunta a la cual inexorablemente volvemos. No porque queramos, sino porque han quedado cuestiones de ese pasado que no pudieron -ni quisieron- ser removidas, y que siguen calando hondo en la conciencia de nuestros pueblos.