Reino Unido: La policía británica no protegió a Ebrahimi, refugiado iraní asesinado por sus vecinos racistas

En dos ocasiones distintas Mojgan Khayatian se percató de que su hermano había sido víctima de un racismo más allá de la simple intolerancia de ciertos individuos o de la cruel indiferencia de las instituciones.

La primera tuvo lugar en 2007. El apartamento de Ebrahimi en Bristol, Reino Unido, se incendió cuando él estaba dentro. Sobrevivió y las autoridades le ayudaron a mudarse. Antes de marchar, su hermana lo ayudó a vaciarlo. «Vino la policía y, sin dar ningún tipo de explicación, los agentes esposaron a mi hermano», explica Khayatian. «Indicaron que alguien los había llamado y había denunciado un allanamiento de morada. Les expliqué que estábamos limpiando, pero no me hicieron caso. Lo arrestaron y no le quitaron las esposas hasta que un miembro del ayuntamiento vino y les dio la misma versión que yo les había dado. No se disculparon. Simplemente, se fueron. Fue entonces cuando me percaté de que lo que estaba pasando no era normal».

La segunda se produjo agosto de 2013; un mes después de que un vecino matara a Ebrahimi a golpes y luego quemara su cuerpo. Fue entonces cuando la familia se dio cuenta de que las autoridades seguían siendo igual de negligentes después de su muerte. Khayatian y su hermana, Manizhah Moores, fueron a dejar flores en la puerta del apartamento de su hermano. Iban acompañadas por dos policías. Todavía no sabían qué le había pasado a su hermano y por qué los dos policías no les daban ningún tipo de explicación.

«Cuando vaciamos uno de sus armarios decidimos donar algunas pertenencias que no tenían ningún tipo de valor sentimental», indica Khayatian. «Los policías sabían lo que había pasado, pero nos dejaron dar estas pertenencias a las personas que le habían causado la muerte. Cuando más tarde supimos lo que había pasado, nos sentimos mal con nosotras mismas. Tras descubrir qué había pasado, perdí la confianza en el sistema y supe que los problemas no terminarían allí».

La policía no le protegió

Las dos hermanas decidieron que no pararían hasta descubrir qué había pasado a su hermano pequeño y durante cuatro años impulsaron una campaña con este objetivo y con el fin de dar a conocer esta historia al mundo entero. En el transcurso de la investigación, dos policías terminaron en la cárcel, por su conducta indebida como cargos públicos. Otros dos cargos públicos fueron despedidos.

A principios de la semana pasada, la Comisión Independiente de Quejas contra la Policía de Inglaterra y Gales (IPCC) -un órgano público- publicó un informe en el que indica que la policía no protegió a Ebrahimi a pesar de que en numerosas ocasiones este había denunciado que era víctima de una campaña de odio violenta y racista orquestada por sus vecinos.

Ebrahimi era el hermano menor y durante muchos años cuidó de sus padres enfermos en Teherán. Tras la muerte de estos, solicitó la condición de refugiado en el Reino Unido y, tras una breve estancia en Leicester, se mudó a Bristol para estar más cerca de sus hermanas. Tuvo problemas en la columna y en las rodillas que lo dejaron incapacitado.

«Para nosotras fue una alegría inmensa que se mudara a Bristol», explica Khayatian. «Nos sentíamos culpables porque él había cuidado de nuestros padres y, aunque era el más listo de la familia, no había podido ir a la universidad. Nos sentíamos en deuda y queríamos hacer algo por él. Ahora teníamos la oportunidad de cuidar de él, prepararle la comida y limpiar su ropa. Estar allí cuando nos necesitara».

Bijan Ebrahimi
Bijan Ebrahimi. Facebook.

El día a día del odio racista

Ebrahimi fue víctima de abusos sistemáticos en la comunidad de viviendas de protección oficial donde vivía. Algunos de estos actos de acoso eran menores. Adoraba a su gato atigrado, así que sus acosadores lo patearon. Le gustaba tener flores y plantas, así que el vecino que lideró la campaña de acoso animó a los niños a arrancarlas. Algunos de estos actos fueron mucho más graves.

Difundieron el rumor de que Ebrahimi era un pederasta, le dijeron que lo iban a atropellar y lanzaron piedras contra sus ventanas. Unos días antes de asesinar a Ebrahimi, Lee James entró en su casa y lo golpeó con la excusa de que Ebrahimi había tomado fotografías de sus hijas. En el transcurso de seis años, Ebrahimi llamó a la policía en 85 ocasiones.

«Me contaba una décima parte de lo que le hacían», indica Khayatian. «No quería que me preocupara», añade.

La investigación dejó al descubierto que tanto la policía como las autoridades locales habían ignorado sistemáticamente sus llamadas o habían optado por creer la versión de sus vecinos. En 2009, la policía lo describió como alguien «que se quejaba sistemáticamente de sus vecinos a pesar de que las investigaciones siempre revelaban que era él el agresor». Cuando James se metió en casa de Ebrahimi y lo golpeó en la cabeza, la policía arrestó a Ebrahimi por alterar el orden público».

Las dos hermanas han centrado su campaña en esta negligencia sistemática de las instituciones. También empezaron a llamarla por su nombre: racismo. La mayoría de los informes oficiales ha esquivado este término y ha preferido llamarlo genéricamente «crimen de odio».

En el prólogo del informe de la Comisión Independiente de Quejas contra la Policía de Inglaterra y Gales (IPCC), la responsable de esta entidad, Jan Williams, afirma: «Algunos de los hechos parecen apuntar hacia lo que constituye un acto de racismo, consciente o inconscientemente».

En una declaración jurada vista por The Guardian, el jefe de la policía de Avon y Somerset reconoce tanto una vulneración de los derechos humanos de Ebrahimi recogidos en el Artículo 2 de la Convención Europea de los Derechos Humanos por no haber protegido su vida; y una violación a su derecho a no ser discriminado por motivos de raza.

«Bijan se quedó indefenso ante el odio de otras personas que vivían en otros pisos de este edificio de viviendas de protección oficial porque los mismos que tenían el deber de protegerlo eran tan racistas como sus verdugos», indica Tony Murphy, del bufete de abogados Bhatt Murphy, que representó a la familia.

«Se limitaron a echarle la culpa»

La campaña de las hermanas por esclarecer los hechos ha tenido éxito porque las autoridades las subestimaron: «Pensaron que las dos hermanas se quedarían tranquilas con dos o tres explicaciones. Pensaron que si les decían a estas extranjeras qué debían creer, lo harían y se irían a su casa. Decidimos luchar y quedarnos. Fuimos a todas las reuniones y leímos todos los informes».

El caso no está cerrado. Las hermanas consideran que las autoridades locales tampoco cumplieron con su deber de proteger a Ebrahimi y quieren que asuman su responsabilidad. «La policía creía que Ebrahimi era conflictivo porque las autoridades locales así se lo habían dicho», indica Moores: «Podrían haberlo cambiado de residencia, pero se limitaron a echarle la culpa porque no era blanco».

«Es racismo en estado puro», lamenta Khayatian: «Y eso nos da la fuerza necesaria para seguir luchando», añade.

El alcalde electo de Bristol, Marvin Rees, indica que se trata de «un caso horrible que pone en evidencia el hecho de que es necesario impulsar muchos cambios». También afirma que el ayuntamiento «lamenta cualquier fallo que se haya podido hacer».

Khayatian destaca que Ebrahimi era muy persistente. «Si estábamos jugando y él creía que estaba en lo cierto, no paraba hasta demostrar que tenía razón. Tenía mucha determinación. Si creía en algo, lo defendía hasta el final. Todo lo que le pasó hizo que estuviera un poco ausente pero nunca se desanimó».

Los informes oficiales reflejan esta determinación. A pesar de los abusos sufridos por parte de sus vecinos y del hecho de que la policía lo ignorara o le echara la culpa, y de que el ayuntamiento le señalara con el dedo, él siguió reivindicando sus derechos humanos.

En su prólogo, Williams indica que «la lección más positiva de este caso es que Bijan Ebrahimi siguió confiando en la policía. El jurado que evalúa la mala conducta de Avon y Somerset reconoce que cuando interrogó a Ebrahimi, éste cooperó, fue respetuoso y estaba tranquilo, si bien en alguna ocasión se le escaparon las lágrimas. Defendió su versión de los hechos hasta el final, pero lo hizo de forma educada. Aunque estaba sometido a mucha presión y lo habían provocado, nunca recurrió al insulto, a la blasfemia o a la violencia. Nunca perdió la dignidad».

F/eldiario.es
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