Desde que comencé con esta humilde columna he denunciado que el miedo es el arma predilecta de los sectores más reaccionarios de la derecha venezolana e intencional para tratar de desmovilizar al sector revolucionario; este semana al ver la pasmosa tranquilidad de José Pérez Venta al describir cómo fue entrenado para “descuartizar” y nombrar a personajes que conocemos por sus arranques y descargas de furia me doy cuenta de que la oposición no solo sabe usar el miedo, sino que también es capaz de crear monstruos cuya esencia de odio me hace pensar en el Apocalipsis y lo que significaría para nuestro pueblo que volvieran algún día al poder.
Este, el más reciente caso, de la violencia y monstruosidad de grupos seudoterroristas como Voluntad Popular o clero-fascistas como Primero Justicia me hizo recordar a Joao de Gouveia, la masacre del hotel Four Seasons, los 43 de las Guarimbas, al capitán Bracho, a los niños atropellados en el Zulia, a las víctimas de Puente Llaguno, los tres soldados heridos en la frontera… Ese somero resumen lanzó mi psiquis al suelo para preguntarme: si la derecha es capaz de esto ¿De qué somos capaces nosotros? Me hago esta pregunta y la respuesta es el silencio.
Un colega me reprocha que por mis “arranques y espíritu confrontativo” terminaré solo y en la calle, algo ante lo cual suelo sonreír, pero lo cierto es que como revolucionario me alarma sentir que no somos capaces de responder con organización, planificación, ejecución y pelotas ante la declaración de guerra a muerte de López, Machado, Borges, Ledezma y su combo y no lo digo desde el punto de vista de una respuesta violenta, armada o criminal como lo ordenaría Capriles, lo digo ante cosas que parecen más simples como la guerra económica, la desinformación o la quietud ante las denuncias de corrupción.
A pesar de estos miedos, no me paralizo y pido que ninguno lo haga, pues las cartas de la historia están echadas y este es el momento del pueblo. Ojalá todos lo entendamos y sigamos adelante.