Por Marcelo Barros|Restituir la esperanza a la humanidad (Opinión)

A pesar de todos los votos de «¡Feliz Año Nuevo!», las perspectivas sociales, políticas y económicas para este 2017 en América Latina, el Caribe y en todo el mundo no parecen ser las mejores. La palabra mas utilizada es “crisis”. Sin embargo, celebramos otro año nuevo para revivir la esperanza. En estos días, en Brasil, ha muerto el cardenal Paulo Evaristo Arns, que dedicó toda su vida a los derechos humanos. El lema de su ministerio era: «De esperanza en esperanza.»

Una película europea que hace carrera comercial se llama Mañana. Cuenta la aventura de una pareja que viaja por varios continentes juntando experiencias y testimonios que puedan restituir la esperanza a la humanidad. En esa película, una buena sorpresa es ver cómo, hasta con una situación política compleja, en todo el mundo, se hacen bellas experiencias sociales con fecundas iniciativas de solidaridad. En todos los continentes, organizaciones de base organizan la esperanza y ayudan a las personas a vivir el cuidado de la Tierra y la naturaleza. Eso revela que podemos desearnos, los unos a los otros y a la humanidad los mejores votos de Año Nuevo.

En las culturas antiguas, la palabra es eficaz cuando nace en las profundidades del corazón y viene de una práctica de vida. El Mahatma Gandhi enseñó: «…Comienza por ti mismo/a el cambio que deseas para el mundo.» El Evangelio dice que la palabra de Dios se hizo concreta en Juan Bautista en el desierto (Lucas 3). En primer lugar, Juan vivió la palabra y después la proclamó. No tenemos el poder de cambiar las organizaciones sociales y los sistemas de gobierno. Sin embargo, nuestra acción personal puede contribuir y crear condiciones favorables para transformar leyes y sistemas. Lo importante es convertir nuestro deseo en acción eficaz para construir un futuro mejor para nosotros como personas y como miembros de la gran familia de la vida.

Si quieres, de hecho, que este año nuevo sea un tiempo de renovación de vida, busca dedicar en cada día un tiempo, aunque sea un solo momento para renovar el diálogo contigo mismo/a, y con las otras personas, hasta con aquellas que piensan y actúan de modo diverso de ti. Busca también intensificar la comunión con la Tierra, el agua y todos los seres vivos. Entonces, se harán verdaderas y fructíferas en tu vida, así como para aquellos que viven contigo, las palabras de la antigua bendición irlandesa: «…Que el viento sople sereno sobre tus hombros. El Sol brille cálido sobre tu rostro, las lluvias caigan fecundas donde vives. Y hasta que, de nuevo, yo te encuentre, Dios te guarde en la palma de su mano».

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