Por Pablo Fernández|Retorno a clases: construir la paz

Esta semana retoman su rutina escolar millones de niñas, niños y adolescentes de la patria. Son días de alegría y esperanza porque cada vez que una hija o un hijo de nuestro pueblo llega a las aulas de clases para aprender a ser mejores personas se garantiza un futuro mejor para Venezuela toda.

Esta maravillosa experiencia humanizadora que se da en las escuelas y los liceos, bajo la direccionalidad amorosa de quienes ejercen la noble tarea de ser educadoras y educadores, tiene el desafío nunca acabado de vencer una de las mayores amenazas para el logro de sus objetivos: la violencia escolar (que nace en las propias escuelas) y la violencia en las escuelas (que se manifiesta en ella, pero no nace en su seno sino que es proyección de las formas de violencia exógena que afectan a la comunidad de su entorno o la sociedad en general).

Por ello, la indelegable tarea de trabajar en el campo de la educación para la paz nos exige poner a tono nuestra creatividad, voluntad y capacidad de trabajo consensuado para enfrentar el reto con mayor eficiencia y eficacia cada día. Una dimensión de ese trabajo es el de formarnos y formar a nuestros estudiantes para la resolución pacífica de sus conflictos.

Para resolver un conflicto siempre se parte del mismo punto: comprenderlo. Si no entendemos de qué se trata ni cómo se ha desarrollado es difícil que sepamos cómo resolverlo. En la vida de nuestras escuelas y comunidades el conflicto es algo casi cotidiano. Así que lo que realmente nos hace falta a las educadoras y los educadores es delinear algunas pautas que nos ayuden a analizar cualquier conflicto que pueda surgir en nuestra escuela, con miras a resolverlo.

Hay dos aspectos que debemos tener presentes para resolver conflictos adecuadamente:

Primero, que el conflicto en sí mismo no es positivo ni negativo; más bien es consustancial a la vida humana en la medida de que somos seres sociales sujetos a la interacción con otros seres y a la confrontación de nuestras necesidades e intereses. Y segundo, el conflicto nos afecta a todas y todos, en cualquier edad, ámbito, cultura o comunidad.

Promover mecanismos alternativos de resolución de conflictos en la escuela, en los que el estudiantado sea protagonista y hacedor del cambio positivo de clima escolar es una labor clave para construir una sociedad de paz desde sus cimientos; es decir, desde los más tiernos años de nuestro pueblo, cuando se gestan las mujeres y los hombres amantes de la paz.

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