Román Chalbaud: «Mi próxima obra teatral será sobre Simón Bolívar»

«No la he terminado, pero mi próxima obra teatral será histórica, sobre Simón Bolívar, tendrá 18 personajes y será un solo acto. Durará como hora y media. Estoy dedicado a eso», anunció el dramaturgo Román Chalbaud, quien este domingo 10 de octubre arribará a noventa años de fructífera existencia.

Jovial como siempre, agregó que para el papel del Libertador tiene siete nombres en mente: «El tema lo tenía hace como tres años, pero la pandemia aceleró el proceso creativo. Eso sí, no faltará el personaje de Santander (risas)».

Cuando se le inquirió sobre cuál de sus 25 piezas teatrales le gustaría volver a ver montada, no dudó en decir: «Todas (risas). De los montajes que he visto de mis obras algunos me gustaron, otros no. Le digo a la gente lo que sinceramente pienso. A veces se acercan a lo que yo planteo… O también le encuentran otra esencia con puntos de vista que yo no había visto como autor».

No se preocupa por sumar más años a su existencia, por lo que dijo en una oportunidad: «Eso nunca pasa por mi cabeza. Es ahora, por tu pregunta, que me recuerdas que uno nunca sabe cuánto vivirá ni tampoco cuando vamos a morirnos».

Desde su primera pieza, Los adolescentes (1951), asegura que «uno siempre está presente como individuo y toma cosas de tus experiencias para escribir. Una obra de teatro o cine es como parir un hijo, no sabes cómo te va a salir. Y muchas veces te sorprendes ante lo que tú haces. Mis obras son mis hijos. No hay bastardos, son todos legales (risas)».

De ahí que de las obras teatrales que ha escrito, «casi todas tienen detalles autobiográficos. Uno siempre está presente. También de cada obra que montas, al mismo tiempo que la haces estás aprendiendo del proceso, inclusive ahora que voy a cumplir 90 años… Uno sabe, pero no se sabe lo suficiente y uno inventa más, aún a la edad que tengo».

No todo ha sido dirigir sus obras, también le ha tocado dirigir a otros autores como García Lorca («me encanta»), Arthur Miller (Panorama bajo el puente), José Ignacio Cabrujas e Isaac Chocrón: «Por lo general a Chocrón y Cabrujas siempre les gustaba los montajes que hacía de sus piezas. Estábamos en la misma sintonía y todo era muy positivo».

Este merideño les mostraba sus obras a Cabrujas y a Chocrón: «Ellos me daban luces a veces. Y así debe ser, porque si te doy mi obra es para que me digas lo bueno y lo malo. Que te den sugerencias, que te digan ¿por qué no haces tal cosa? Es lo lógico entre amigos y compañeros autores. Casi siempre las acotaciones eran en la parte técnica, pero los textos se respetaban».

Considera que su teatro también refleja su rebeldía «contra lo que estaba pasando y no estaba de acuerdo”. “Todas mis obras tienen un poco de rebeldía», dice.

Señaló que Los ángeles terribles (1967) fue la obra que más tiempo le tomó escribir, ya que al año fue que la terminó, pero agregó que no tiene que encerrarse siempre para escribir: «A veces las ideas me surgían en cualquier sitio. Por lo menos, la película Manón (1986) la concebí toda en los médanos de Coro, cuando buscaba un sitio para filmar exteriores».

Tampoco se considera «un director tirano. Escucho sugerencias, como no, pero si son buenas las acepto. Sería estúpido no escuchar, aunque sí he visto directores tiranos que no permiten nada. No soy así, soy muy amplio, muy amplio y colaborador. Trabajo en equipo».

VIVIR EN EL CENTRO

Nació en Mérida, pero desde los ocho años habita en Caracas. Fue criado por su abuela y su mamá, quienes fueron las primeras en meterlo en el mundo de las películas, llevándolo a los cines del centro como el Rialto, Ayacucho y Principal. En una entrevista hace dos décadas a la revista Venezuela Analítica, acotó que vivir desde niño en barrios populares del centro de Caracas, cerca de El Nuevo Circo y después en la plaza Capuchinos, frente al barrio El Guarataro, lo ayudaron a tener un enfoque más social, lo que plasmó en su producción teatral y cinematográfica.

Podemos leer: «Estos lugares son importantes para comprender su obra, porque él creció rodeado de situaciones y personajes populares de zonas marginales en una ciudad que a partir de la década de los cuarenta del siglo XX se modernizó gracias al petróleo. En esos barrios conoció la marginalidad de los caraqueños y fue testigo del aluvión de migrantes de la provincia que invadió la ciudad, él uno de ellos. Son la materia prima con la que construyó la poética de la marginalidad de su teatro.

Aún sin descubrir el teatro, iba todos los días a los cines de barrio cuando vivía en San Agustín y cuando se mudaron a Capuchinos, «un barrio humilde. Ese era mi mundo. Siempre supe que yo quería dedicarme a eso. Y como director y escritor, no como actor. A mí se me realizó el sueño, la fantasía infantil».

El vivir en barrios populares le permitió tener la experiencia de la marginalidad y la pobreza: «Participar en los templetes del Carnaval, disfrazado de El Zorro o de dominó y ver los disfraces y las negritas me desarrollaron una mirada solidaria con ese mundo de realidad y fantasía. Esa mirada tierna yo la tengo sobre todo el mundo, no solamente sobre los humildes y los marginales. Esa es mi mirada del mundo, lo que pasa es que me interesa mucho más escribir sobre estos personajes porque para mí son más ricos, los conozco mejor; eso fue lo que viví en mi infancia y adolescencia. A lo mejor si yo hubiera vivido una vida de clase media alta, escribiera sobre la clase media alta, o sobre los ricos».

En el mismo trabajo señaló que conocer la marginalidad en su andar cotidiano por los botiquines y bares de mala muerte de las zonas donde vivió también incidió en su obra: «Siempre encontraba algún borracho que era un poeta frustrado y ahora me doy cuenta de que esa es una figura recurrente en mis películas y obras de teatro. Esos tipos que no llegan a ser nada, que se emborrachan y babean sobre una mesa».

A PONERLE

Volviendo a la entrevista. Tanto en las tablas como en el séptimo arte, señala que «cuando tomas el texto o guion de otro uno le pone mucho de sí. Y eso no quiere decir que irrespetes al autor, sino que pones mucho de tu parte, de tu imaginación para que lo que estés montando se luzca, pero que tenga tu personalidad. Eso sí, aunque dirijas a tu estilo algo, siempre puede haber algo más».

El Pez que Fuma (1977) es la obra que más le piden para montar en Venezuela y el exterior, no solo en las tablas, sino en el cine, «pero en este caso casi siempre digo que no, porque ya las he filmado o las voy a filmar. Prefiero hacerlo yo. Y siempre me piden mis clásicos. En México me propusieron montar El Pez que Fuma, pero dije que no, porque no me gustó la gente que iba a hacerlo. Sin embargo, no estoy negado a que alguien monte una obra mía en cine o teatro».

Recomienda siempre a los noveles que se le acercan, «que estudien y hagan cine o teatro. Hay que hacer en vez de especular. Toda la gente que me ha rodeado y ayudado son también autores de mi obra. No solamente los actores, son los técnicos, los camarógrafos. Todos son muy importantes, son autores».

No está negado a escribir o dirigir monólogos: «Lo que prefiero es una obra que me guste, no importa que tenga un personaje o diez. No importa el número de personajes. Eso sí, nunca me he inspirado en escribir un monólogo de personajes conocidos. No me lo he propuesto, aunque si sale uno lo haría».

Ya como espectador, Chalbaud señala que no es selectivo con otros creadores nacionales y extranjeros: «Yo siempre iba o voy a lo que se monta si puedo».

Este merideño también ha estado activo en la televisión, dirigiendo numerosas producciones, tales como El cuento venezolano televisado, Boves, el Urogallo, sobre la novela de Francisco Herrera Luque; La trepadora de Rómulo Gallegos; la telenovela La hija de Juana Crespo, de José Ignacio Cabrujas, Salvador Garmendia e Ibsen Martínez, y El asesinato de Delgado Chalbaud, todas para la extinta RCTV. También la serie televisiva Amores de barrio adentro, de Rodolfo Santana.

A Chalbaud también le encanta leer, ya que le abre los sentidos y lo estimula en su creatividad: “Son muchísimos libros (risas), pero hay algunos que siempre me vienen a la memoria. Uno es La odisea de Homero. La leí de niño y me despertó la imaginación de una manera increíble. Me dejó las ganas de seguir leyendo».

Doña Bárbara de Rómulo Gallegos es su segunda selección. “Para mí fue importantísima su lectura, porque me sumergió en la realidad del país y el poder», comenta.

Considera que toda la obra de William Shapeskeare debe ser leída por teatreros o no: “El drama, la comedia, las pasiones marcan sus piezas. Sin embargo, Hamlet y también Otelo son esenciales por las pasiones que transmiten. Son universales”.

Del ruso Fedor Dostoyevski destaca lo clave de toda su obra: “Hay poesía, a pesar que explora la psicología humana en un complejo contexto político, social y espiritual. Su principal libro es Crimen y castigo”.

Admite que le gustan mucho los autores densos y que le exigen como lector. De ahí que considera que El siglo de las luces, del cubano Alejo Carpentier, “es una lectura que te atrapa desde la primera página”.

Cerramos con una reflexión de Román Chalbaud sobre la religión citada en Venezuela Analítica: «Tengo fe en el ser humano. A pesar de todas las cosas que pasan, yo creo en el ser humano. Hay mucha gente buena. Y en lo otro, bueno, la verdad, no sé si creo, es un poco a lo Buñuel: gracias a Dios soy ateo. Si te digo que no creo en nada te mentiría, pero si te digo que creo también mentiría. Yo sé que hay algo que no sé muy bien cómo es. De lo que sí estoy seguro es que no es un señor con barba y la Virgen María con esos mantos. A mí me horroriza la iconografía católica».

San Agustín honra al maestro

La comunidad de la parroquia San Agustín de Caracas, el Centro Nacional Autónomo de Cinematografía (CNAC) y la Villa del Cine se unen para homenajear la vida y la obra del maestro Román Chalbaud, que este 10 de octubre cumple 90 años.

El presidente del CNAC, Carlos Azpúrua, informó que este ciclo de cine sobre la obra de Chalbaud, vinculada inexorablemente a las luchas históricas de las comunidades que integran la parroquia San Agustín, comienza el lunes 11 de octubre y se extenderá hasta el sábado 16 en algunos de los espacios más emblemáticos de la comunidad, que incluyen la sala de cine Alameda y la conocida plazoleta del Afinque de Marín.

Estas estructuras recuperadas por la comunidad, representan el marco ideal para alternar la proyección de las películas en ambiente cerrado y espacios abiertos. La sala Alameda constituye uno de los mayores logros de la acción mancomunada de rescate y mantenimiento de espacios para la comunidad.

El coordinador de la sala Alameda, Reinaldo Mijares, junto con la organización 100% San Agustín Guaguancó, la coordinadora La Calle es de los Niños y la Fundación Grupo Madera, integran también la iniciativa de reconocimiento a Román Chalbaud.

Se trata de una muestra retrospectiva con cinco de sus principales obras, que recorren todas las etapas de su proceso creativo y muestran la multiplicidad de temas, su estética, la forma de contar sus historias, la solidaridad con los desposeídos y el eterno debate entre el bien y el mal.

Caín adolescente (1959), El Pez que Fuma (1977), Carmen la que contaba 16 años (1978), La oveja negra (1987) y La planta insolente (2017) se ofrecen al público y en especial a las familias de la parroquia San Agustín, como homenaje a la trayectoria del maestro Román Chalbaud en sus 90 años de vida.

La ópera prima cinematográfica de Román Chalbaud Caín adolescente, que se estrenó en la segunda mitad del siglo XX y se ambienta entre barriadas de La Charneca y Hornos de Cal, enlaza desde entonces la temática social a la obra de este director, ícono de la cinematografía nacional con los habitantes de San Agustín y sus vivencias.

T/ Eduardo Chapellín
F/ Archivo CO
Caracas