Román Chalbaud: “Todas las personas que me han ayudado son también autores de mi obra”

Todavía jovial a sus casi 90 años, al dramaturgo Román Chalbaud cuando se le inquirió sobre cuál de sus 25 piezas teatrales le gustaría volver a ver montada, no dudó en decir «todas (risas). De los montajes que he visto de mis obras, algunos me gustaron, otros no. Le digo a la gente lo que sinceramente pienso. A veces se acercan a lo que yo planteo. (…) O también le encuentran otra esencia con puntos de vista que yo no había visto como autor».

Desde su primera pieza, «Los adolescentes» (1951), asegura que “siempre está presente como individuo y toma cosas de” las experiencias para escribir. considera que “una obra de teatro o cine es como parir un hijo” que “no sabes cómo te va a salir. Y muchas veces te sorprendes ante lo que tu haces”. “Mis obras son mis hijos. No hay bastardos, son todos legales”, dice entre risas.

De ahí que de las obras teatrales que ha escrito «casi todas tienen detalles autobiográficos”. “(…) Uno siempre está presente”, dice de cada obra que montó, y agrega: “al mismo tiempo que la haces estás aprendiendo del proceso, inclusive ahora que voy a cumplir 90 años. (…) Uno sabe, pero no se sabe lo suficiente y uno inventa más, aún a la edad que tengo».

No todo ha sido dirigir sus obras, también le ha tocado dirigir a otros autores como García Lorca («me encanta»), Arthur Miller («Panorama bajo el puente»), José Ignacio Cabrujas e Isaac Chocrón: «Por lo general a Chocrón y Cabrujas siempre les gustaba los montajes que hacía de sus piezas. Estábamos en la misma sintonía y todo era muy positivo».

Este merideño, nacido un 10 de octubre de 1931, le mostraba sus piezas a Cabrujas y Chocrón, «ellos”, comenta, “me daban luces a veces. Y así debe ser, porque si te doy mi obra es para que me digas lo bueno y lo malo. Que te den sugerencias, que te digan ¿por qué no haces tal cosa? Es lo lógico entre amigos y compañeros autores. Casi siempre las acotaciones eran en la parte técnica. (…) pero los textos se respetaban».

Considera que su teatro también refleja un poco de su rebeldía «contra lo que estaba pasando y no estaba de acuerdo”.

Señaló que «Los ángeles terribles» (1967) fue la obra que más tiempo le tomó escribir, ya que al año fue que la terminó, pero agregó que no tiene que encerrarse siempre para escribir. «A veces las ideas me surgían en cualquier sitio. Por lo menos, la película ‘Manón’ (1986) la concebí toda en los médanos de Coro, cuando buscaba un sitio para filmar exteriores», explica.

CERO TIRANÍA

Tampoco se considera “un director tirano”. “Escucho sugerencias, como no, pero si son buenas las acepto. Sería estúpido no escuchar, aunque si he visto directores tiranos que no permiten nada. No soy así, soy muy amplio, muy amplio y colaborador. Trabajo en equipo».

Tanto en las tablas como en el séptimo arte, señala que cuando toma el texto o guion de otro, “le pone mucho de sí. Y eso no quiere decir que irrespetes al autor, sino que pones mucho de tu parte, de tu imaginación para que lo que estés montando se luzca, pero que tenga tu personalidad. Eso sí, aunque dirijas a tu estilo algo, siempre puede haber algo más».

«El pez que fuma» (1977) es la obra que más le piden para montar en Venezuela y el exterior, no sólo en las tablas, sino en el cine, «pero en este caso casi siempre digo que no, porque ya las he filmado o las voy a filmar. Prefiero hacerlo yo. Y siempre me piden mis clásicos. En México me propusieron montar ‘El pez que fuma’, pero dije que no, porque no me gustó la gente que iba a hacerlo. Sin embargo, no estoy negado a que alguien monte una obra mía en cine o teatro».

Eso sí, recalcó que no tuvo una sequía creadora después del éxito de esta pieza: «Me desconecté. Una cosa es lo que escribí y otra cosa lo que voy a escribir. No tuve presión, cambié la página aunque es difícil».

Recomienda siempre a los noveles que se le acercan, «que estudien y hagan cine o teatro. (…) Hay que hacer en vez de especular. Toda la gente que me ha rodeado y ayudado son también autores de mi obra. No solamente los actores, son los técnicos, los camarógrafos. Todos son muy importantes, son autores».

No está negado a escribir o dirigir monólogos: «Lo que prefiero es una obra que me guste, no importa que tenga un personaje o diez. No importa el número de personajes. Eso sí, nunca me he inspirado en escribir un monólogo de personajes conocidos. No me lo he propuesto, aunque si sale uno lo haría».

«Hago mucho casting y sale gente nueva. Lo puedes apreciar en mis películas. En los casos de Miguel Ángel Landa y Orlando Urdaneta, que aparecen en muchas de mis películas, eran actores muy conocidos, tenían gran taquilla y la gente los quería; pero además actuaban bien y eran serios en su trabajo. Y me gustaba tenerlos, cuando el papel les iba por supuesto. Y no eran divos, porque conmigo el único divo soy yo. ¡Jajaja!”, señaló sobre el punto de cómo escogía su elenco.

Ya como espectador, Chalbaud considera que no es selectivo con otros creadores nacionales y extranjeros: «Yo siempre iba o voy a lo que se monta, si puedo».

T/Eduardo Chapellín
F/Cortesía Paola De Andrade
Caracas