A 150 años de su nacimiento|Rubén Darío, el poeta de América Latina

A 150 años de su nacimiento, te contamos quién fue el poeta nicaragüense Rubén Darío, uno de los más grandes exponentes de la poesía latinoamericana.

El poeta nicaragüense Félix Rubén García Sarmiento, conocido en el mundo como Rubén Darío, es considerado como el precursor del modernismo literario en América Latina.

Su influencia en la poesía del siglo XX le mereció el título del Príncipe de las letras castellanas.

Nació en Metapa, hoy Ciudad Darío, en Matagalpa, Nicaragua el 18 de enero de 1867. Hijo de una pareja separada vivió la mayor parte de su infancia en la ciudad de León, criado por sus tíos abuelos Félix y Bernarda a quienes llegó a considerar sus verdaderos padres.

ALGO PRODIGIO

Según relata en su autobiografía, Rubén Darío apenas tenía tres años de edad cuando aprendió a leer. Su tía abuela lo introdujo al mundo de las letras sentándolo en su regazo y haciéndolo llevar su dedo índice sobre las letras del abecedario.

Desde muy pequeño recibió la influencia de los clásicos de la literatura, «El Quijote», «Las mil y una noches», la Biblia, «Los Oficios de Cicerón», figuran entre las primeras obras que inspiraron el genio creador y su sentido poético.

Siendo un adolescente publicó sus primeros poemas «La Fé», «Una Lágrima» y «El Desengaño», influenciado por los poetas franceses, con 13 años de edad su producción literaria se hizo pública.

PERIODISTA Y DIPLOMÁTICO

El periodismo fue su principal fuente de ingresos económicos. Escribió para diversos diarios y revistas, en su autobiografía relata su primer encuentro con el mundo periodístico:

“Se publicaba en León un periódico político titulado La Verdad. Se me llamó a la redacción -tenía a la sazón cerca de catorce años- se me hizo escribir artículos de combate que yo redactaba a la manera de un escritor ecuatoriano, famoso, violento, castizo e ilustre, llamado Juan Montalvo, que ha dejado excelentes volúmenes de tratados, conminaciones y catilinarias. Como el periódico La Verdad era de la oposición, mis estilados denuestos, iban contra el gobierno y el gobierno se escamó. Se me acusaba como vago, y me libré de las oficiales iras porque un doctor pedagogo, liberal y de buen querer, declaró que no podía ser vago quien como yo era profesor en el colegio que él dirigía”.

Fue corresponsal del diario La Nación de Buenos Aires, que para esa época era el de mayor difusión en Latinoamérica, también prestó servicio en en diario La Época, de Santiago de Chile.

Desde muy joven se sintió atraído por la diplomacia. A los 19 años formó parte de la Comitiva presidencial de Adán Cárdenas. En 1892 fue nombrado miembro de la delegación oficial de Nicaragua en Chile.

A los 16 años ya tenía un juicio claro sobre lo que se puede decir fue su segunda vocación: la diplomacia.

“El elemento constitutivo de la ciencia de la diplomacia es el conocimiento de las diversas manifestaciones de los Gobiernos, el examen de los regímenes nacionales, y la medida exacta o aproximada de las tendencias que se advierten en la dirección de un Estado. El ojo avizor del diplomático penetra en los misterios de la política y sabe distinguir la grave actitud de un gobernante severo y justo, como las tramas que urde el engaño y la mala fe”.

De esta forma ocupó diversos cargos consulares en Buenos Aires y París. En su recorrido diplomático no abandonó nunca su producción literaria, el fruto de ambas ocupaciones se vió reflejado en sus obras «A Colón», «Sonatina», «Lo fatal» y «Canción de otoño en primavera».

REVOLUCIONARIO DE LA LITERATURA

Su obra maestra “Azul” (1888) es considerada la primera obra del Modernismo hispanoamericano. Se compone de relatos breves y algunos poemas. Esta obra estuvo cargada de sensualidad, erotismo y musicalidad.

Rubén Darío inició el Movimiento Modernista en América Latina influenciado por la poesía francesa. Su poesía Modernista se compuso de los aportes de los estilos romántico, parnasiano y del simbolismo.

El mismo autor definió al Modernismo de esta forma «… no es otra cosa que el verso y la prosa castellanos pasados por el fino tamiz del buen verso y de la buena prosa francesas».

Tres de sus obras dan cuenta de la evolución de su Modernismo, Azul, Prosas profanas y Cantos de vida y esperanza.

Fue el inspirador de muchos poetas modernistas españoles de su época. Su obra fue influyente, la independencia creadora, el refinamiento y la sensibilidad abierta a diversas culturas, propia del Modernismo, repercutió en la producción cultural de su época e influenció la poesía de la lengua española.

Su legado trascendió como referencia de la producción literaria latinoamericana del siglo XX.

A continuación, un poema antiimperialista de Rubén Darío:

A Roosevelt

«¡Es con voz de la Biblia, o verso de Walt Whitman,
que habría que llegar hasta ti, Cazador!
Primitivo y moderno, sencillo y complicado,
con un algo de Washington y cuatro de Nemrod.
Eres los Estados Unidos,
eres el futuro invasor
de la América ingenua que tiene sangre indígena,
que aún reza a Jesucristo y aún habla en español.

Eres soberbio y fuerte ejemplar de tu raza;
eres culto, eres hábil; te opones a Tolstoy.
Y domando caballos, o asesinando tigres,
eres un Alejandro-Nabucodonosor.
(Eres un profesor de energía,
como dicen los locos de hoy.)
Crees que la vida es incendio,
que el progreso es erupción;
en donde pones la bala
el porvenir pones.
No.

Los Estados Unidos son potentes y grandes.
Cuando ellos se estremecen hay un hondo temblor
que pasa por las vértebras enormes de los Andes.
Si clamáis, se oye como el rugir del león.
Ya Hugo a Grant le dijo: «Las estrellas son vuestras».
(Apenas brilla, alzándose, el argentino sol
y la estrella chilena se levanta…) Sois ricos.
Juntáis al culto de Hércules el culto de Mammón;
y alumbrando el camino de la fácil conquista,
la Libertad levanta su antorcha en Nueva York.

Mas la América nuestra, que tenía poetas
desde los viejos tiempos de Netzahualcoyotl,
que ha guardado las huellas de los pies del gran Baco,
que el alfabeto pánico en un tiempo aprendió;
que consultó los astros, que conoció la Atlántida,
cuyo nombre nos llega resonando en Platón,
que desde los remotos momentos de su vida
vive de luz, de fuego, de perfume, de amor,
la América del gran Moctezuma, del Inca,
la América fragante de Cristóbal Colón,
la América católica, la América española,
la América en que dijo el noble Guatemoc:
«Yo no estoy en un lecho de rosas»; esa América
que tiembla de huracanes y que vive de Amor,
hombres de ojos sajones y alma bárbara, vive.
Y sueña. Y ama, y vibra; y es la hija del Sol.
Tened cuidado. ¡Vive la América española!
Hay mil cachorros sueltos del León Español.
Se necesitaría, Roosevelt, ser Dios mismo,
el Riflero terrible y el fuerte Cazador,
para poder tenernos en vuestras férreas garras.

Y, pues contáis con todo, falta una cosa: ¡Dios!»

Fuente/TeleSUR, CO