La jerarquía debe reconocer su participación en el golpe de Estado de 2002|Sacerdotes consideran que ataque de la Iglesia forma parte de una campaña internacional

Venezuela plantea evaluar las relaciones con el Vaticano

El ataque político y mediático que ha asumido la cúpula de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) en contra de la revolución venezolana forma parte de una campaña internacional de desprestigio para afectar al presidente Hugo Chávez, aseguraron sacerdotes y teólogos consultados por el Correo del Orinoco.

El párroco de Petare, Bruno Renaud, sostiene que se debe ubicar esta polémica en el contexto de la globalización neoliberal “porque en los últimos 30 años todo el abanico político se ha cuadrado hacia la derecha, y esa globalización es compartida por la Iglesia católica, los políticos y economistas de Estados Unidos y Europa”.

En segundo lugar, continúa Renaud, se debe entender que el ataque es parte de una estrategia para frenar las opciones políticas y económicas, como la Revolución Bolivariana. “Donde existe una propuesta política distinta al neoliberalismo hay un ataque de la derecha internacional. Chávez es el objetivo de la satanización actual; tratan de recoger las etiquetas del siglo pasado para calificarlo de comunista. Pero sucede que Venezuela representa la esperanza para el mundo”, expresa, con ahínco.

Todas las campañas mediáticas dirigidas hacia Venezuela forman parte de una misma matriz. Le tocó el turno a los prelados que conducen a la CEV. El comunicador social y sacerdote zuliano Vidal Atencio estableció la relación política e ideológica entre la Iglesia y la derecha de la siguiente manera: “Si comparamos un artículo publicado por la revista estadounidense Foreing Polices, con las declaraciones de María Corina Machado y las intervenciones de los jerarcas de la Conferencia Episcopal nos daremos cuenta de que tienen las mismas acusaciones: Chávez es un dictador disfrazado de demócrata. ¿Quién es vocero de quién?”.

Gilberto Giraldo, docente en Teología y autor del libro Venezuela: Iglesia en conflicto. Crónica de una traición anunciada, asegura que la campaña de la CEV “sigue adherida a los intereses de la oligarquía venezolana y por esto se oponen a las propuestas del Gobierno, porque las políticas del Gobierno no están dirigidas a los sectores económicos del poder”.

OBJETIVIDAD DISTORSIONADA

Renaud está convencido de que la Iglesia no tiene un criterio científico y social para analizar lo que pasa en Venezuela. Sus jerarcas “reaccionan con una sensibilidad que parte de su entorno social y económico; es decir, su entorno inmediato, que es la oposición, y el entorno económico que es la derecha mundial. Juan Pablo II y Benedicto XVI forman parte de esta derechizacion mundial”.

Tanto Vidal Atencio, como Bruno Renaud y  Gilberto Giraldo aseguran que la Iglesia venezolana sigue en deuda con el pueblo venezolano por la intromisión de la cúpula de la CEV en el golpe de Estado del 11 de abril de 2002.

“Mientras no reconozcan su pecado original”, observa Renaud, “nunca saldrán adelante, sus demonios seguirán” enfilando la campaña de desprestigio en contra del Gobierno nacional.

La objetividad de la Iglesia, por lo tanto, seguirá sesgada. “La Doctrina Social de la Iglesia establece que ésta no tiene competencia específica en lo que se refiere a las estructuras de la comunidad política. La Iglesia respeta la legítima autonomía de la comunidad democrática, pero no posee título alguno para expresar preferencias u otra solución. La Iglesia puede hacer valoraciones morales, pero no políticas”, insiste.

La Iglesia es un Estado, una instancia política, asoma el presbítero Valmore Amarís. “Y no debemos permitir que se abrogue el derecho de asumir que Venezuela toda es católica porque no existen estadísticas que lo confirmen; además, una cosa es la Iglesia y sus cúpulas, y otra, el pueblo y la feligresía”.

LUNA DE MIEL

A juicio del sacerdote jesuita Miguel Matos, director del Centro de Espiritualidad de Barquisimeto, la Iglesia venezolana se había acercado a las instituciones públicas del país durante la década de 1950, con el gobierno de Marcos Pérez Jiménez. Es un elemento sociológico que “nos permite observar que hay un rechazo de la sociedad hacia la Iglesia como institución”.

Entre el ex presidente Rómulo Betancourt (Acción Democrática) y la Iglesia venezolana hubo un acercamiento con la firma del concordato, en la década de 1960. El gobierno de Betancourt estaba interesado en justificar su práctica política y conquistar el apoyo religioso, argumenta Matos. “Se trataba de una estrategia de Acción Democrática para no revivir la campaña del comunismo en su contra”.

“El interés del Gobierno nacional no es acercarse a la Iglesia porque hay otras dinámicas. Lo otro es que las propuestas del Gobierno bolivariano, desde el punto de vista económico, diferentes al capitalismo, han puesto a ciertos sectores a discutir cómo quedan ellos en la propuesta socialista”, recalca Matos.

El tema de la religiosidad en la actual disyuntiva, agrega Valmore Amarís, debe asumirse con seriedad pero desde otra perspectiva. Implica la relación entre el Estado y la Iglesia, la espiritualidad de la feligresía, porque este elemento está presente dentro del humanismo. “La Revolución debe hablar de la espiritualidad, del nuevo ser humano, porque si no, seguirá en deuda”, exhorta.

ESTADO LAICO

La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela declara que vivimos en un Estado laico; es decir, un país que no tiene religión oficial.

Sin embargo, después de la firma del concordato entre la Iglesia y Rómulo Betancourt, el 6 de marzo de 1964, el catolicismo se convirtió de hecho y derecho en la religión oficial del país.

Desde entonces hubo una relación entre Estado-Iglesia cuasi armónica. Las diferencias entre ambas instancias comenzaron precisamente cuando apareció en la opinión pública la figura del entonces candidato a la presidencia de Venezuela, Hugo Rafael Chávez.

“En 1998 comenzó la campaña de la Iglesia en contra del Gobierno del presidente Chávez, porque la cúpula de la Iglesia tenía sus intereses relacionados con los sectores económicos opuestos a la propuestas bolivarianas”, destaca Gilberto Giraldo. Con el correr del tiempo, estas diferencias de agudizaron.

TESTIMONIO DE PRIMERA MANO

Carlos Miguel Mendoza Newman ingresó al seminario de Caracas en el año 1996, con la idea de sumarse a la oleada de sacerdotes revolucionarios y combativos en Venezuela y los países de Centroamérica

En el seminario, Mendoza Newman empezó a percibir lo que hoy califica como una “decadencia estructural” en el seno de la Iglesia, y descubre que no todo es como lo imaginó: “Descubrí que los sacerdotes de la Teología de la Liberación eran un grupito muy reducido frente a toda la Iglesia. Juan Pablo II y Joseth Razinger (actual Papa) se dedicaron a desmontar la teología liberacionista latinoamericana”.

-¿Qué sucedió con esos sacerdotes progresistas?

Sencillamente los sustituyeron por obispos y sacerdotes serviles a la estructura piramidal de la Iglesia, para que la administraran como si fuera un Mc Donald.

El teólogo cuenta que en varias ocasiones fue invitado a la sede de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) en calidad de “mesonero” de los obispos que la integraban. En esos “rigores propios de la formación pastoral” presenció muchas cosas y escuchó otras tantas.

Allí se debatía la estrategia política de la oposición. Había mucha coordinación entre los obispos y los factores de la llamada sociedad civil, sobre todo con los partidos políticos conservadores como Copei. Los adecos iban de vez en cuando. Yo presencie algunos desayunos en los que la Conferencia elaboraba planes contra el Gobierno del presidente Chávez. Su odio es tal que en una ocasión dijeron que el accidente que sufrió el hijo de un connotado dirigente de la oposición era por culpa de Chávez”, relata.

La iglesia, sentencia, es una institución muy ligada a los grupos financieros. “Tiene como línea ideológica el anticomunismo, que es muy rentable económicamente porque abre financiamientos procedentes de Europa y del propio Vaticano. Cuando yo era seminarista, el cardenal Ignacio Velasco, a quien le cargué el maletín muchas veces, era amigo estrecho de las familias dueñas de los bancos Mercantil y Caribe”.

Velasco firmó el decreto de la dictadura de Pedro Carmona Estanga, en nombre de la Iglesia Católica, el 11 de abril del año 2002; fue el encargado de solicitarle la renuncia al presidente Chávez cuando éste se encontraba preso en la isla La Orchila.

A su juicio, la jerarquía de la Iglesia “está sangrando por la herida por la intervención del Banco Federal porque ellos están ligados al mundo financiero. Quizá sea una especulación, pero de lo que sí estoy seguro es de que la Iglesia venezolana, los grupos financieros y los partidos políticos de la oposición forman una unidad orgánica que trabaja coordinadamente en defensa de la oligarquía y los intereses trasnacionales”.

ESTRUCTURA ANTIDEMOCRÁTICA

La Iglesia católica se comporta como un Estado. Incluso como un Estado dentro de otro. Su sede es el Vaticano, una especie de país eclesiástico ubicado dentro de Italia.

La Iglesia, asegura el padre Miguel Matos, es una institución muy distinta al pueblo. “En la Iglesia se debe hacer la distinción entre pueblo cristiano y las cúpulas; las cúpulas se han formado en el Vaticano con una disciplina muy rígida; para otorgarle a un sacerdote cualquier distinción se debe ser fiel a la ortodoxia de la Iglesia”, impuesta por Juan Pablo II a principios de la década de 1980.

Lo mismo interpreta Vidal Atencio, pero con mayor énfasis: “La Iglesia no es democrática; la comunión alcanza en ciertos estratos de la Iglesia, pero no en todos; y la participación, menos. Nadie elige a un cardenal, la consulta que hace la Iglesia es secreta y cerrada, de ahí no pasa”.

QUE EL PUEBLO ELIJA

“Los venezolanos no podemos aceptar que ninguna autoridad en nuestro país sea electa por una fuerza extranjera”, recalca Carlos Miguel Mendoza Newman. “Si el Vaticano quiere mantener el modus vivendi con Venezuela, debería permitir que la sociedad venezolana elija a los representantes de la Iglesia venezolana en Venezuela. Estamos en un momento de la historia en el que los cristianos no podemos permitir que la Iglesia se siga manejando con los criterios de hace miles de años”.

-¿A qué atribuye el silencio de sacerdotes y obispos que han manifestado simpatía por la Revolución?

-Es un problema ideológico. Son personas que, desde los 12 años de edad, están en un seminario, y eso les marca la psique y la forma lógica de pensar. Por su alta sensibilidad social, apoyan el proceso revolucionario. Pero por otro lado, la fidelidades, la obediencia y la lógica de la Iglesia, así como sentirse parte de una institución supuestamente hecha por Dios, los atrapa. Apoyan la Revolución, pero se sienten comprometidos espiritualmente con una institución que ellos reconocen que tiene fallas pero que la sienten como la madre que los parió.

-¿Entonces hay una doble moral?

Sin duda. La Iglesia tiene una doble mora frente al tema de la homosexualidad, por ejemplo. Ellos condenan las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo pero dentro de la Iglesia Católica existen –buenos amigos míos- que practican la homosexualidad.

Los casos de pedofilia, alertó, “no sólo suceden en Estados Unidos y Europa. También, en Venezuela y América Latina; el Estado venezolano y la Iglesia deben revisar eso, para que no siga pasando”.

T/ Miguel Prieto y  Jesús Manzanárez
F/ Agencias