San Agustín está enganchado al tren de la Revolución

Esta parroquia, cuna del Grupo Madera, sigue manteniendo ese sabor y encanto que la han dado renombre entre las parroquias caraqueñas. Es un barrio surgido de un cantar y un sentir. Un grupo de habitantes se propone extender la agricultura urbana con el programa “Yo también quiero sembrar en mi barrio”. “El que no habla, nadie lo lleva pa’allá”, dicen

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Gustavo Maestre, a quien los primeros integrantes del Grupo Madera llamaban “Compotica”, y así se quedó, suele guindar unos pantalones usados en alguna reja de la avenida Leonardo Ruiz Pineda con la finalidad de venderlos y obtener algo extra para el sustento. Se le encuentra sentado en la acera de la esquina adyacente al Teatro Alameda. Allí lo saludan con familiaridad todos los que pasan. Lleva una gorra en la cabeza y un conjunto de collares en el cuello, de los cuales cuelgan un pito y un Cristo.

“Aquí estoy tranquilamente vendiendo trapos para poder sobrevivir, en vez de vender drogas y aguardiente. A este edad nadie le quiere dar trabajo a uno, entonces hay que buscar el pan como sea”, indica.

-¿Y no tiene su pensión?

-Sí, ya tengo cuatro años cobrando. Aquí estoy, pobremente, pero tranquilito. Ahí, ahí.

“Compotica” acostumbra relacionar algunos sucesos o hechos de su vida con acontecimientos importantes. Nació en 1955, ahí mismo en San Agustín, cuando Susana Duimj, ganó el Miss Venezuela y luego se alzó con la corona de Mis Mundo, y ser la primera venezolana en obtener un centro internacional de belleza. Por allá, por 1962, cuando asesinaron a John Fitzgerald Kennedy, presidente de estados Unidos, San Agustín era una zona industrial. Había una fábrica de mortadela, una de chicha que estaba bajo el puente. Estaban el supermercado Victoria, la tintorería Bristol, el cine Alameda. Al frente de lo que hoy es el bulevar había lo que llamaban “Los bañitos”, cerca del río Guaire, donde estaban unas matas de bambú y donde se bañaban pagando “medio” (25 céntimos de bolívar). Su padre, Adolfo Maestre, nacido en Carúpano, llegó a San Agustín en 1935, cuando murió Juan Vicente Gómez. Su madre, Teresa de Maestre, era natural de Caripe del Guácharo, en el estado Monagas.

Caminando por el bulevar, en procura de un cafecito para acompañar la conversa, Compotica suelta uno de esos aforismos nacidos en las calles del barrio: “El que no habla, nadie lo lleva pa’allá”. Dice.

Todo eso se acabó, señala don Maestre, refiriéndose a los años 50, 60, del siglo pasado, cuando disfrutaba montándose en los autobuses para ir al estadio de beisbol o se distraía con los otros jóvenes de su edad jugando cualquier cosa. Ahora lo que queda es el carapacho. Los galpones industriales fueron derribados para construir el bulevar.

“Compotica”, sin que le pregunten, se declara simpatizante de este proceso revolucionario.

“Esta es una Revolución que ya llegó y somos libres. Todo está caro, estamos sobreviviendo, pero no volverán. Aquí Maduro pa’ siempre y en 2025 veremos a quién ponemos. Los gringos no van a volver más para cogerse el petróleo.

-¿Sonny León, el campeón de boxeo, era de San Agustín?

– No, pero venía mucho para acá. La gente lo quería mucho. Él se mató en ese galpón amarillo. Se resbaló y cayó abajo. Acá la gente lo quería mucho.

-¿Y la música?

-Aquí hay música por todos lados. Por este callejón, detrás del Teatro Alameda, está el barrio Marín. Aquí todos los años hacemos actividades culturales.

Gustavo Maestre conduce un recorrido hasta el sector Marín, barrio donde nació el Grupo Madera, que impulsó una corriente musical urbana y dio notoriedad al barrio en Caracas y en Venezuela. Algunos de sus miembros fundadores perecieron en un desgraciado accidente fluvial en aguas del río Orinoco en 1980. Un mural y una placa pegada a la pared recuerdan al grupo con los nombres de algunos de los integrantes que perecieron en el naufragio.

“Aquí nació el más bello ejemplo de dignidad y participación. La madera del futuro. Tenemos una razón para morir. Chuo Quintero, Milda R., Juan Ramón, Alfredo Sanoja, Lesbi Hernández, Luis Orta, Ricardo Orta, Aleja Ramos. Precursores del grito que nos llama a tomar conciencia de nuestra realidad. 15 de agosto de 1980 “, señala la placa.

“Nosotros somos conocidos mundialmente. En África, Japón. Aquí todos los años montamos tarimas que nos traen de Fundarte, vienen grupos de otros países a bailar. Es un barrio muy popular por medio del Madera. En el cine del Teatro Alameda se presentó Javier Solís, Pedro Infante, Toña La Negra”, dice Maestre.

En una de las calles de San Agustín, según reza la placa fijada a la pared, fue asesinado el dirigente de Acción Democrática Leonardo Ruiz Pineda, luchador contra la dictadura perezjimenista, en la noche del 21 de octubre de 1952.

El tren de Sequera

Ayer domingo en el Teatro Alameda, una edificación rescatada por la comunidad, un grupo de vecinos celebró una reunión para afinar detalles relativos al proyecto “Yo también quiero sembrar en mi barrio”, con el que se proponen extender los cultivos organopónicos en las azoteas, porrones, bateas, bolsas o cualquier espacio disponible. Para este próximo sábado fijaron montar una exposición de cultivos frente al teatro.

Grupo de comuneros

Víctor Sequera, más conocido como “Gamelote”, vocero del grupo, explica que desde hace dos años vienen trabajando en este asunto de la siembra. Miguel Angel Plazola, un profesor del Inces, graduado de perito agrícola y residente en los bloques de Hornos de Cal, es el encargado de impartir los talleres.

“Tenemos conucos en varios sectores. Le queremos mostrar al presidente Nicolás Maduro que sí se está sembrando en San Agustín. Nos proponemos sembrar 3 mil matas de pimentón para diciembre, para el aliño de las hallacas. Estamos sembrando cilantro, cebollín, ají dulce, ingredientes que lleva la hallaca y que para diciembre los ponen caros. Tenemos una meta. Yo sembré 300 pimentones. Somos siete conuqueros, de repente hay más en el barrio, pero estamos agitando. Los días miércoles se imparten los cursos entre 8 a diez de la mañana”, señala Sequera, un hombre que es una referencia además de cronista popular en San Agustín.

Sequera indica que San Agustín es la parroquia musical de Caracas, pero que ahora también debe atender la agricultura urbana ante la actual coyuntura de guerra económica que vive el país.

Asegura que no nos podemos quedar viendo para el cielo a esperar que aparezca una varita mágica, varita mágica que al parecer un escuáĺido se llevó para Perú.

Equipara este proceso de cambios que vive Venezuela con el paso de un tren, el tren de la Revolución, que se para en varias estaciones: el que se quiera montar que se monte, y el que no que se quede. Sostiene que las luchas son las luchas y aunque a Venezuela no le han lanzado bombas como en Hiroshima y Nagasaki, estamos en una guerra, por lo cual hay que seguir luchando.

“El Comandante no aró en el mar”, continúa. “Nos dijo y nos participó: señores, hay que sembrar, hay que hacer los conucos urbanos, hay que hacer la siembra, los gallineros verticales, las conejeras, las cochineras. Lo dijo, lo que pasa es que como tenemos petróleo, todo lo queremos regalado. Ese pana “regalado” también se fue para Perú, según me dijeron. Los que nos quedamos tenemos que echarle pierna. ¿Tú crees que con estas canas que tenemos para dónde nos vamos a ir? ¿Tú te vas a ir? Yo menos. Soy nacido en San Agustín. Tengo 70 años viviendo aquí. Jugaba metras en la tierra, jugaba gurrufío, ladrón librado. ¿ Tú crees que yo voy a dejar mi país, el barrio donde nací?

En mi cantar y mi sentir

Del famoso Pasaje 5, uno de los emblemas urbanos de San Agustín, sitio de encuentro de boleristas, bohemios y hasta amantes del tango, Sequera explica que en la zona se construyeron cinco pasajes, y luego dos. Al pasaje 5 lo llaman “La Cocinera” porque allí vivió un cocinero italiano, de ahí su nombre.

“Ese pasaje fue hecho con tecnología constructiva europea. Después de la Segunda Guerra Mundial aquí llegaron italianos, portugueses, españoles, y uno que otro chino. Eso es lo que he oído de la historia del barrio”.

-¿Y el puente que conecta ambos lados del río Guaire?

– Ese puentes es nuevo. Lo hacen porque hay un proyecto que con ese puente se iba a comunicar la avenida Victoria con la parroquia San Agustín mediante un túnel.

-¿Usted ha sido feliz en este barrio?

-No lo cambio por nada. Vivo en Marín, en La Cuadrita. Vi nacer al Madera. No cambio mi historia por nada. Le agradezco a Dios por haberme traído al mundo y vivir en San Agustín, ese barrio que ha surgido en mi cantar y mi sentir. Este barrio en todos lados era una rumba. Los primeros que llegaron fueron barloventeños, gente de Ocumare del Tuy, orientales, muchos gochos, pero la avanzada fuerte era de Barlovento. Aquí cuando se bailaba en el cerro, en las poquitas casas que había, era golpe tuyero con arpa, maraca y buche.

T/Manuel Abrizo
F/Héctor Rattia
Caracas