Săpânta, el cementerio rumano colorido y en el que se vive la alegría

Los visitantes del cementerio rumano de Săpânta ríen por lo bajini o decididamente a carcajadas cuando leen las lápidas del camposanto. Los visitantes extranjeros les miran con envidia, al no saber descifrar la lengua del país.

En el extremo septentrional de Rumanía, apenas a cuatro kilómetros de la frontera con Ucrania, la somnolienta población de Săpânta jamás había imaginado atraer a turistas de todo el mundo. Todavía llegan con cuentagotas porque el lugar está apartado y su acceso reclama paciencia por el asfalto lunar de la región. Pero docenas de personas cada día se plantan en este cementerio que se distingue por su bosque de cruces azules con tejadillo y lápidas de madera gravada.

Detalles de las tumbas del cementerio de Săpânta (Rumanía)

En el año 1935 el ebanista Stan Patras tuvo la ocurrencia de tallar una de las lápidas representando el oficio de la persona finada y escribiendo en la estela algunos chascarrillos en tono chistoso referentes a la vida del ocupante de la tumba. El trabajo gustó tanto que cada vez que alguien moría en la localidad los familiares le encargaban una lápida del mismo estilo.

Ahora los paseantes se mueven con cuidado por la estrechez de los pasillos, deteniéndose a curiosear ante muchas de las más de 200 tumbas que tienen lápidas así –todas pintadas del color azul “de la libertad y la esperanza”, según explican los cuidadores del camposanto–, comprobando si el muerto era veterinario, carbonero, pintor, hilandera, pastora, labriego o tendero. Solo los que saben rumano tienen la suerte de entender las aleluyas.

Una de las tumbas que muestra el oficio de uno de los fallecidos, Săpânta (Rumanía)

Dentro del cementerio se está levantando una iglesia en el mismo estilo naif de las lápidas, sufragando los gastos con el precio de la entrada que se ha impuesto para el camposanto, alrededor de 3€. Es de un kitsch que desentonaría en cualquier otro sitio pero, claro, no aquí, pues es absolutamente armónica con el aspecto del campo de lápidas. La tumba de Patras está junto a la entrada. De un tipo con tanto sentido del humor, solo podía esperarse que él mismo tallara su lápida. Ahora un grupito de discípulos siguen con su “escuela artística”, pues en Săpânta ya es inconcebible enterrar a alguien sin que tenga su cómica lápida.

Săpânta aparece ya en los lugares que la Oficina Nacional de Turismo rumana promociona, haciéndolo con el epíteto de “el cementerio alegre”, tanto por el aspecto florido de sus tumbas como por las risotadas que cada pocos minutos se oyen entre ellas. Por lo demás, la localidad no ofrece más que la media docena de puestecillos de venta de souvenirs –tan ingenuos como los dibujos de las lápidas– que han florecido cerca del cementerio. Pero el paisaje agrícola de esta parte norte de Rumanía es delicioso y la visita merece superar los retos de la carretera.

F/lavanguardia.com
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