Señalan que el Covid-19 detiene por ahora la contaminación ambiental

La paralización de la actividad industrial y el confinamiento forzoso de media humanidad ha permitido que bajen los niveles de polución y la generación de basura. En los canales de Venecia se han visto rincones con aguas cristalinas y se han reportado peces. En Nara, ciudad japonesa, los ciervos acampan en las calles despejadas

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En un reciente artículo de National Geografic España, divulgado en redes sociales, portales de internet y otros medios de comunicación, se da cuenta de que en contraste la pandemia del coronavirus ha representado un alivio y una disminución de la contaminación ambiental y destrucción de la naturaleza.

El artículo en cuestión señala: “Fábricas cerradas, autopistas vacías, calles desérticas… son estampas que se repiten en todo el mundo a medida que la pandemia de coronavirus avanza inexorablemente. El parón brusco de las actividades humanas tiene, paradójicamente, un gran beneficiado: el medio ambiente.

El descenso de la cantidad de desplazamientos en vehículos a motor, la disminución de la producción industrial y el consumo se traduce en menos contaminación, aguas más limpias y cielos más claros. Desde China hasta Venecia, Barcelona o Madrid, estos son algunos de los efectos secundarios positivos de la crisis sanitaria.

“Los datos no mienten. A lo largo de todo el mes de febrero, el primero del largo confinamiento que lleva la provincia china de Hubei, el promedio de días sin contaminación atmosférica aumentó en un 21,5 por ciento en comparación con las mismas fechas del año anterior, según un informe del Ministerio de Ecología y Medio Ambiente de China… Asimismo, las imágenes de satélite de la Agencia Espacial Europea mostraban una reducción drástica de las emisiones de dióxido de nitrógeno en las principales ciudades del país”, indica.

Algo similar ha acabado pasando en Europa, donde la oleada de confinamientos producidos durante los últimos días también se ha traducido en una mejora drástica de la calidad del aire.

Así lo revelan los datos del satélite Sentinel 5P en los que se aprecia una reducción significativa de la contaminación atmosférica, que coinciden con las medidas drásticas de confinamiento tomadas en los últimos días. La animación muestra las fluctuaciones de dióxido de nitrógeno entre el 1 de enero y el 11 de marzo de 2020.

En las redes sociales abundaban el pasado fin de semana imágenes en las que se distinguían los canales de la ciudad de Venecia como pocas veces se habían mostrado: completamente limpios. En algunas zonas incluso se observaban rincones con aguas cristalinas que cobijaban algunos pequeños bancos de peces que se habían aventurado en los canales desde la laguna o desde el mar.

“La laguna se apropia de Venecia, sin vertidos y sin tráfico se puede ver el fondo de los canales. Deberíamos reflexionar sobre la explotación del turismo en Venecia”, escribía en Twitter Palli Caponera en una fotografía en la que se observa una barca sobre aguas cristalinas. Con menos tráfico por los canales, los sedimentos arrastrados por las embarcaciones vuelven al fondo, lo que reduce considerablemente el agua turbia y devuelve a Venecia una estampa digna del más bello cuadro renacentista.

Aire limpio

Por otro lado, llegan informaciones sobre la aparición de animales en centros urbanos.

En la ciudad japonesa de Nara se reporta que los ciervos acampan a sus anchas por las calles despejadas de los habituales turistas, mientras que en la ciudad de Oakland, situada en la bahía de San Francisco, EEUU, han sido avistados pavos salvajes que se han adentrado en las instalaciones de una escuela.

Otras fuentes noticiosas informan que la reducción de la contaminación es uno de los efectos indirectos pero positivos de esta pandemia inédita. Las restricciones impuestas a la actividad económica y al tráfico aéreo, terrestre y marítimo, así como el cierre de industrias y el confinamiento poblacional han permitido una sorprendente caída de la contaminación ambiental y de las emisiones de gases con efecto invernadero.

El primer país en reducir sus tasas de contaminación ambiental fue precisamente China, el mayor contaminante mundial y donde apareció la epidemia del coronavirus en diciembre pasado. Es lo que muestran las imágenes de la Nasa tomadas a finales de enero: la concentración de dióxido de nitrógeno, uno de los contaminantes más frecuentes en zonas urbanas, disminuyó entre 30% y 50% en varias de las grandes ciudades chinas en comparación con el mismo período en 2019. Además, desde diciembre, los chinos consumen menos carbón, petróleo y acero, lo que ha tenido un impacto favorable en la reducción de las emisiones de gas con efecto invernadero.

“Es espectacular y de un alcance inédito. La lucha contra el coronavirus ha transformado radicalmente el aire que respiran los chinos”, explica Philippe Ciais, climatólogo de Reporterre.

Según los expertos, paradójicamente la epidemia ha salvado más vidas que las muertes que ha producido. En China, donde se reportan casi 9.000 hasta la fecha, mueren en promedio 1,1 millones de personas por año víctimas de lo que ahora llaman el “airepocalípsis”, la masiva nube de esmog sobre China.

Otro ejemplo es Italia, que en febrero se convirtió en el primer foco de infección fuera de Asia. Según el servicio europeo Copernicus, en el norte del país “hay una tendencia a la reducción gradual de las concentraciones de dióxido de nitrógeno de aproximadamente 10% por semana”. Esto es particularmente visible en 11 ciudades en Lombardía y Véneto, dos provincias puestas en cuarentena al principio de la crisis.

Según un experto de Estados Unidos, las estrictas medidas de confinamiento en China han provocado caídas de la contaminación del aire, lo que sugiere que el aire más limpio podría haber ayudado a controlar la pandemia. Nadie afirma que el virus sea visto como bueno para la contaminación del aire. Pero el daño a la salud por la contaminación del aire podría aumentar la tasa de mortalidad por coronavirus.

En China primeramente se paralizó el sector industrial, se redujo el número de vuelos y el tráfico de vehículos en carretera, mucho de lo cual estuvo relacionado con el aislamiento impuesto a la población del país. Estas medidas se han aplicado y se están aplicando también en diversos países europeos una vez que se desató la crisis, primero en el norte de Italia y después en España

Es sabido que el aire de nuestro planeta causa daño pulmonar y cardíaco, que agrava las infecciones respiratorias. Por ello, la Covid-19 podría tener un impacto mayor en los habitantes de las grandes ciudades. “Las personas que han estado expuestas a polución del aire en las grandes ciudades tienen más riesgo de muerte por coronavirus”, aseguran los expertos.

A pesar de estos signos de recuperación ambiental, los especialistas temen que este paréntesis podría ser de corta duración. Más aún, que la reanudación de las actividades económicas e industriales sea particularmente contaminante. China podría reabrir las fábricas de carbón. Otros países podrían aumentar sus demandas de energías fósiles, por el momento en un nivel bajo, para reactivar lo antes posible la actividad económica. Algunos expertos son optimistas.

“Habrá un antes y un después del coronavirus desde el punto de vista climático. La epidemia y las medidas tomadas para contrarrestarla han creado un choque psicológico en nuestras sociedades. Habrá consecuencias en las políticas medioambientales. En definitiva, las crisis por el coronavirus y por el calentamiento global son similares. Es cuando estamos frente a la catástrofe que se toman decisiones contundentes”, aseveró el experto francés en cambio climático Hervé le Treut.

Contaminando

En cuanto a elementos contaminantes de presencia cotidiana, un informe de la ONU señala que el plástico, barato, ligero y fácil de producir, se ha constituido en un grave problema debido a las decenas e incluso cientos de años que le toma descomponerse.

Ahora la nueva misión es reducir o eliminar por completo su uso y aunque no será una tarea fácil, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) reveló en su último informe de medio ambiente algunas cifras mundiales para hacernos ver que «o nos divorciamos del plástico o nos olvidamos del planeta».

De acuerdo al informe de la ONU, alrededor de 13 millones de toneladas de plástico son vertidas en los océanos cada año, lo que afecta la biodiversidad, la economía y la salud de las personas. América, Japón y la Unión Europea son los mayores productores de desechos plásticos per cápita y solo un 9% de los 9.000 millones de toneladas de plástico que se han producido en el mundo ha sido reciclado. Si esta tendencia continúa, para 2050 tendremos cerca de 12.000 millones de toneladas de desechos plásticos en los basureros y en la naturaleza.

Cinco billones de bolsas de plástico se utilizan cada año y un millón de botellas de plástico son compradas cada minuto. Casi 70% o más van al medio ambiente o a vertederos. Los microplásticos han sido detectados en la sal de mesa comercial y algunos estudios aseguran que el 90% del agua embotellada y el 83% de la de grifo contienen partículas de plástico. Esto preocupa a la ONU, pues poco se sabe del impacto de este material en la salud humana.

Al año se producen 300 millones de toneladas de residuos plásticos, lo que equivale al peso de toda la población humana. En 2017, por primera vez el plástico ocupó los 10 primeros lugares de objetos recolectados en los océanos, y dejó fuera de la lista a las botellas de vidrio, según el grupo de defensa ambiental, Ocean Conservancy. Entre el 60% y el 80% de los residuos marinos son plástico y en su mayoría son fragmentos menores de cinco milímetros, es decir, microplásticos, señala Greenpece. En promedio, se utilizan 200 bolsas de plástico por persona al año y tardan alrededor de 400 años en degradarse.

Se observa que la basura marina está compuesta en un 75% por plásticos y microplásticos que vagan sin control y a cualquier profundidad por los mares. Cada año, recuerda el informe, ocho millones de toneladas de materiales plásticos acaban en los océanos. Y, a su vez, esos plásticos desprenden sustancias tóxicas que se acumulan en la fauna marina y que pueden llegar al hombre «afectando a la fertilidad masculina y femenina, así como el desarrollo neurológico infantil».

De no tomarse medidas, avisan los científicos, hay un gran riesgo de que se combinen todos los factores causantes del deterioro de los ecosistemas marinos para producir un «ciclo destructivo» que desemboque en que los océanos dejen de prestar servicios vitales como medios de vida, ingresos o beneficios para la salud.

La reducción de la disponibilidad del agua dulce unida a sus malas condiciones aumenta la competencia por este recurso, señala el informe de la ONU. «La calidad del agua ha empeorado significativamente desde 1990 debido a la contaminación orgánica y química ocasionada por, entre otros, agentes patógenos, fertilizantes, plaguicidas, sedimentos, metales pesados, desechos plásticos y microplásticos». Además, uno de cada tres habitantes del mundo «no tiene aún acceso a servicios de saneamiento adecuados».

La ONU considera que es probable que la degradación de la tierra se agrave mientras no exista un marco de políticas de gestión nacional e internacional, lo que podría acelerar la migración en algunas regiones. Se estima que en 2050 unos 4.000 millones de personas vivirán en tierras desertificadas, sobre todo en regiones deprimidas de África o sur de Asia. La deforestación, que se ha ralentizado algo, pero sigue avanzando, se presenta como otro de los principales retos, junto con las aglomeraciones urbanas, que en 2015 representaban un 7% de la superficie terrestre mundial.

La agricultura y la ganadería suponen uno de los principales impactos. La obtención de alimentos utiliza el 50% de la tierra habitable y el 77% de las zonas agrícolas se destinan a la producción de piensos, los pastizales y el pastoreo para la producción de carne. Para alimentar a los 10.000 millones de personas que se prevé poblarán el mundo en 2050 se necesitará un incremento del 50% en la producción de alimentos. En la actualidad, el 33% de la comida se pierde o se desperdicia, sobre todo en los países desarrollados. El informe aconseja adoptar dietas con menor consumo de carne y reducir esos desechos. También existen oportunidades que «podrían generar beneficios para el ecosistema de miles de millones de dólares», siempre que se modifique la gestión de la tierra y se consiga almacenar el carbono, reducir la contaminación o controlar la erosión.

T/ Manuel Abrizo-Agencias
F/ Archivo CO
Caracas