Por Hildegard Rondón de Sansó|El sentimiento predominante (Opinión)

Convertirse en la Noticia Prioritaria (con mayúsculas) tiene un valor positivo cuando alude para un país a la titularidad del Premio Nobel en Tecnología; a la erradicación del analfabetismo o del alcoholismo, pero no lo tiene cuando los mas recientes aparatos detectores del odio revelan en Venezuela índices tan elevados del mismo, que superan las experiencias que afectan a víctimas del lanzamiento de bombas atómicas, de otras exterminadas mediante cámaras de gas y, de algunas a quienes se les impuso compartir su propio territorio con extraños que, lentamente, los han ido desplazando hasta reducirlos a su mínima expresión.

Pues bien, nuestro país carga un odio acumulado de tal magnitud que, para aquellos que tienen la posibilidad de realizar el éxodo a otras latitudes, con independencia de las ventajas económicas que ello les produzca, está la condición de vivir en un clima emotivo neutral, idóneo para curar las enfermedades del espíritu, producidas por la imposibilidad de soportar situaciones extremas, contrarias a los valores sobre base de los cuales han sido forjados. No hay exageración alguna en lo antes dicho. Independientemente de todos los males que puedan acosarnos y que tienen diferente denominación o interpretación, según la postura ideológica que se mantenga, el mayor de todos ellos es el cultivo del sentimiento aludido, presente en la sociedad en la totalidad de sus grupos sociales.

No vamos a comentar los hechos sobre los cuales se yergue el fenómeno del odio creciente, porque es irrelevante que surja de la agresión originaria o de la reacción contra la misma. Lo importante es que allí está: con su rostro macabro, amarillo, calificando al mundo que lo rodea en buenos y malos, en corruptos y sanos, en amigos y enemigos.

Lo mas grave de todo -y anotémoslo así- es el odio interno de cada grupo, en el sentido de que en cada estamento que se conforma hay variados matices que se estructuran con base en un grado o un objeto diferente, de acuerdo con sus destinatarios, que califica el cúmulo de sentimientos antagónicos. Es por ello que el odio no es simplemente de gobernados contra gobernantes y viceversa, sino que en cada fracción hay un odio particular y un objeto específico al cual destinarlo.

¿En qué forma se manifiesta este odio? Está en la presencia constante que el mismo posee, que lo hace el tema único de las conversaciones y la razón efectiva y real de las decisiones. Otra consecuencia es la disminución del rendimiento laboral, que es cada vez mas limitado porque está en su mínimo permanente. No se produce absolutamente nada que pueda exceder la capacidad elemental de sacarle provecho a un tiempo que se hace cada vez mas limitado.

Otra consecuencia es la desculturización de los niños que se entregan al frenesí de la frivolidad, de la superficialidad, del juego con tonalidades de violencia; de la crítica; de la concentración del interés en un único sujeto que no puede ser otro que “yo mismo”.

Ante este cuadro, incapaz de ofrecer ningún fruto positivo, se requiere un movimiento intenso de sanación psicológica, que cubra con sentimientos altruistas, cualquiera que ellos sean, la estructura de odio sobre la cual estamos sobreviviendo.

La labor curativa debe comenzar de inmediato en la aptitud de perdón de los agravios; de ayuda de las necesidades y de despojo de los sentimientos que –aunque parezca mentira- coexisten en algunos y, son el de auto-compasión por una parte, al lado de la ostentación de la mas altanera soberbia.

sansohildegard@hotmail.com