Simón Bolívar fue acérrimo defensor del Esequibo

El Libertador siempre invocó el principio del Uti Possidetis Juris, que establece que después de la independencia los territorios que eran propiedad de la corona española pasaban a ser de los países liberados

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Al cumplirse 237 años del nacimiento de Simón Bolívar, es importante recordar que la BBC de Londres proclamó al Libertador Simón Bolívar como el americano más prominente del siglo XIX. Justo reconocimiento para un hombre de proyección universal como lo fue este insigne venezolano.

Entre los argumentos que sirvieron de base para tal reconocimiento destacan:

  • Liberó seis naciones y cabalgó 123 mil kilómetros, más de lo navegado por Cristóbal Colón y Vasco de Gama.

  • Cabalgó con la antorcha de la libertad la distancia lineal de 6.500 kilómetros, que es aproximadamente media vuelta a la tierra.

  • Y el ejército que comandó nunca conquistó sólo liberó.

La grandeza de este hombre todavía está por comprenderse en su integridad. Se pierden en la inmensidad de cualquier biblioteca los volúmenes que se han escrito sobre él y sus hazañas, sin embargo, muchos venezolanos, quizás por mezquindad o resentimiento oligárquico, subestiman o pretenden ignorar su grandeza, algunos hasta desconocen su trayectoria por las propias deficiencias de la enseñanza de la historia.

Pero Bolívar continúa siendo una caja de sorpresas, la magnitud de su obra a esta altura del siglo XXI todavía sorprende y cada vez que hurgamos más en su pasado y su legado nos encontramos muestras de una sabiduría excepcional.

Muchos trabajos de investigación se han publicado, por ejemplo, con el tema del Esequibo, territorio venezolano que hoy las transnacionales, ávidas de recursos, quieren usurpar utilizando la herida que dejó abierta Gran Bretaña con nuestra vecina Guyana. Pero en poquísimos de estos trabajos de investigación se hace referencia a la conducta de Simón Bolívar frente al despojo que se hizo contra Venezuela y pobladores que pretendieron invadir nuestras tierras.

Y es precisamente frente a este dilema cuando el Libertador con su actitud férrea frente a los invasores dicta una cátedra de cómo debe concebirse la independencia de un país.

Las instrucciones dadas por Simón Bolívar a su ministro plenipotenciario en Londres (1822), José Rafael Revenga, lo ejemplifican: “Los colonos de Demerara y Berbice tienen usurpada una gran porción de tierra, que según aquellos nos pertenecen del lado del río Esequibo. Es absolutamente indispensable que dichos colonos, o se pongan bajo la protección y obediencia de nuestras leyes, o que se retiren a sus antiguas posesiones”.

El concepto de independencia de una nación está allí reflejado, cuando el Libertador lo sintetiza también vinculándolo con la soberanía territorial.

Bolívar siempre invocó en defensa de la Gran Colombia el principio del Uti Possidetis Juris, que consagra los territorios que eran propiedad de la Corona española como propios ahora de los países liberados luego de su independencia. En efecto, el territorio que le corresponde a Venezuela de acuerdo a este principio no es otro que el que abarcaba la Capitanía General de Venezuela. Así férreamente defendía el libertador Simón Bolívar la integridad de Colombia frente a la Guyana Británica.

Este principio defendido por nuestro Libertador fue plasmado en el artículo de 5 la Constitución de Cúcuta 1821: “El Territorio de la República de Colombia será el comprendido en los límites de la antigua Capitanía General de Venezuela, el Virreinato y Capitanía general del Nuevo Reino de Granada”

Y posteriormente, en la Constitución del 24 de septiembre de 1830, donde se reafirma también la soberanía e independencia de nuestro país: “Venezuela será irrevocablemente libre e independiente de toda potencia o dominación extranjera”.

Y luego en el artículo 5 del mismo texto: “El territorio de Venezuela comprende todo lo que antes de la transformación política de 1810 se denominaba Capitanía General de Venezuela”

Y ese territorio de la Capitanía General de Venezuela se extendía hasta parte la oriental del río Esequibo.

A partir de este principio, que está presente en nuestro ordenamiento jurídico constitucional, todos los gobiernos de Venezuela han reclamado ese territorio y han realizado oportunamente observaciones y notas de protesta cuando se han presentado intentos de invasiones o intervenciones en el mismo. Venezuela ha respetado los acuerdos a los que se ha llegado con Guyana para la resolución pacífica de este conflicto. Pero en lo que no debe haber dudas es en la conciencia y el sentir del pueblo venezolano, sus fuerzas armadas y sus gobiernos en diferentes épocas, de continuar reclamando lo que en un laudo írrito, basado en la amenaza y la extorsión, nos arrebató la Gran Bretaña.

Eso quedó claro posteriormente, en 1944. Severo Mallet Prevost, uno de los abogados que había sido designado para defender a Venezuela (Inglaterra no permitió que hubiese abogados venezolanos en el juicio arbitral) dejó un memorándum para que se abriera después de su muerte. Al abrirse, se destapó la olla podrida que ya hedía en todo el mundo. Se extrae de su texto que el juicio arbitral había sido fundamentado en la extorsión. Incluso, por si esto no es suficiente, el funcionario británico Charles A. Harris, escribió confidencialmente: “Todo es una farsa”.

Así fue despojada Venezuela, en 1899, de un territorio que históricamente le pertenecía. La sentencia arbitral no se basó en el derecho. Los jueces ni se preocuparon por motivar la sentencia. Al conocerse el resultado del laudo, la propia prensa inglesa se burló de él en varias caricaturas; hay una muy emblemática, donde aparece una patilla cortada y una figura que representa a la Gran Bretaña, se la lleva toda menos una tajadita, que es la que le queda a Venezuela.

Fue tan insignificante lo que le correspondió a Venezuela que la revista británica Review of Reviews lo calificó, irónicamente para la época, de la siguiente manera: “Que no valía ni un billete de 5 libras”. Ni los medios ingleses pudieron ocultar tamaño despojo. Hoy, cuando es evidente que intereses transnacionales se esconden detrás de las intenciones deshonestas del Gobierno guyanés, aprovechando la arremetida imperial contra nuestra Venezuela, el país todo, independientemente de las diferencias políticas, debe cerrar filas para reivindicar, como lo hemos hecho históricamente, el reclamo de nuestra Guyana Esequiba. ¡Quien no defiende lo suyo, diría yo, a pedir se queda!

T/ Jesús Sotillo Bolívar
F/ Archivo CO
Caracas
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