Ante la caída de los precios petroleros, la historia contemporánea nos ha enseñado que las crisis económicas, igual las guerras, se sabe cuándo comienzan, pero no se sabe cómo y cuándo terminan. Ahora a la guerra económica local y regional actual se le suma la guerra económica mundial ligada a la extracción del petróleo y a la explotación de los recursos minerales y naturales; tales situaciones casi siempre preceden las guerras y las ocupaciones militares, los golpes de Estado, u otras formas de intervención.
Basta recordar la caída de los precios petroleros a finales de la década de los años 90: era un momento en que no había ni para pagar los sueldos, o durante la trágica paralización de la industria petrolera o la guerra económica en la que el liderazgo del presidente Hugo Chávez jugó un rol fundamental para enfrentar cada una de las crisis y el oportunismo político de algunos sectores de la oposición fascista para hacerse del poder.
Después de la II Guerra Mundial (1945), el liderazgo venezolano fue tutelado por las transnacionales estadounidenses enfrentando muy pocas coyunturas económicas como la actual; de hecho, la estabilidad del mercado petrolero hasta 1983 proveía los petrodólares para enfrentar cualquier eventualidad política, económica o militar que atentara contra la estabilidad del Estado burgués. A esa generación de venezolanos que nunca conoció el esfuerzo, se le conoció como la “generación servida”.
Durante el embargo mundial petrolero, en 1971, liderado por los países árabes de la OPEP, Venezuela se consolidó como proveedor seguro de su principal aliado y socio en la región: Estados Unidos. Comenzaba la bonanza petrolera parte II en Venezuela, mientras el mundo vivía una de sus peores crisis económicas.
La burguesía venezolana vivía su momento estelar, el parasitismo llegó a niveles exorbitantes hasta febrero de 1983 cuando el destino nos alcanza un viernes lleno de incertidumbre.
En contraste, la experiencia de la generación chavista en el manejo de situaciones adversas durante 16 años ha sido por lo menos pertinente. Así lo demuestran los indicadores en materia política y social. Por supuesto, que hay errores y omisiones. No será el primer ni el último reto de la Revolución. ¡Es la hora de incorporar el Poder Popular!
Confiemos en la experiencia de nuestro liderazgo para enfrentar la actual coyuntura económica.
La “generación servida” seguirá esperando… como siempre, las órdenes de sus amos; como caimán en boca de caño, diría mi señora madre, a la espera de un descuido. Que sigan esperando, perdón parasitando. Mientras, sigamos alertas y construyendo el Poder Popular.