Quizá las estadísticas lo recojan de alguna forma. Por todas partes uno puede presenciar la irrupción de muchísimas iniciativas productivas de todo tipo. Ya no es solo la evidente ruptura con los canales tradicionales de comercialización. Se trata ahora de la elaboración de productos que sustituyen a la producción industrial y que procuran satisfacer la demanda de los ciudadanos cansados de la guerra económica.
La crisis económica impuesta por la economía mundial y reforzada por el constante sabotaje a nuestra economía, ha tenido efectos inesperados para los saboteadores.
Lejos de amilanar a los venezolanos, los problemas económicos han provocado diversas formas de resistencia. Una de ellas, ha colocado a los productores en la necesidad de romper con los intermediarios y apostar por llegar directamente hasta los compradores de sus productos.
Otro efecto es el que ya mencioné, la producción en pequeña escala de mercancías que hasta hace poco solo existían en forma industrial y que ahora cuentan con una multiplicación de productores en todo el territorio nacional, como ocurre, entre otros rubros, con los jabones y detergentes.
Para amargar mas a los mariscales de la guerra económica, ahora resulta que algunos productos colombianos se han vuelto competitivos en el mercado venezolano. Así pasa con el aceite vegetal en los estados Táchira, Mérida y Zulia.
Y el efecto mas importante de toda esta gesta de resistencia es que se ha frenado el individualismo que pretendían imponer el sabotaje, y se ha impuesto el espíritu de solidaridad.
No se trata solo del intercambio de información de dónde comprar qué. Es mucho mas. En estos momentos nuestra gente está pendiente de qué le falta al amigo, al vecino o al familiar y procura ceder o intercambiar lo que al otro le hace falta.
Nos querían colocar en una situación de supervivencia. Apagar nuestra conciencia y hacernos actuar solo por instinto, pero se impuso nuestra solidaridad, nuestro espíritu colectivo, lo que hemos aprendido del chavismo.