Los equipos venezolanos realizan consultas médicas, vacunan y entregan alimentos|Solidaridad de Venezuela ayudó a nacer la «communauté» Simón Bolívar 1

Se han instalado 28 carpas, de un total de 295 que serán armadas en los tres campamentos de bandera venezolana

Gracias a la cooperación entre Citgo y Pdvsa Caribe, se levanta en Haití una comunidad o communauté, al estilo de campamento, que recibirá el nombre de Simón Bolívar 1, y la cual dará albergue a unas 1.900 víctimas del terremoto que azoto a la isla del Caribe el pasado 12 de enero. Esta “ciudad” se organiza en el departamento de Leogan, a 50 kilómetros de Puerto Príncipe.

“Se trata de una comunidad que constituirá el primer campamento poblacional en su estilo, dentro de la isla de Haití. Esta zona, de tradición agrícola, fue elegida por estar desprovista de edificaciones cercanas y por contar con espacios los suficientemente amplios como para albergar todas las carpas”, explicó el teniente coronel Víctor Guerrero, comandante de la Unidad de Tarea Conjunta Misión Haití, quien supervisa las labores de los 150 hombres que colocan las tiendas de campaña.

Cada carpa dará albergue a cuatro familias; todos sus integrantes contarán con catres.

“La comunidad también tendrá servicios de aguas y letrinas. A los grupos familiares se les dará comida como leche, granos, aceite, sardinas y atún. La idea es brindarles un poco de comodidad y servicios, ante la pérdida total de sus viviendas”, dijo el comandante Guerrero.

La Brigada Simón Bolívar, al mando del general Jimmy Guzmán Pinto, ejecuta las acciones siguiendo los lineamientos del presidente Hugo Chávez y las directrices del convenio entre Citgo y Pdvsa Caribe.

“Hasta la fecha, en el terreno habían instalado 28 carpas de un total de 295 que serán armadas en los tres campamentos de bandera venezolana que serán destinados a víctimas del terremoto en Haití”, agregó Guerrero.

TRABAJO DE HORMIGA

Al llegar al campamento se avistan los grupos de trabajo de Venezuela mezclados con las y los ciudadanos haitianos. Muchos niños se acercan y gritan: “Chavéz amigo; Chavéz bueno”; los abrazos y apretujones de mano no se hacen esperar.

Los niños piden sus cascos a los funcionarios del Cuerpo de Bomberos del Distrito Capital e intentan comunicarse. Logran entenderse, aunque sea con señas.

Médicos pertenecientes al Batallón 51, Bomberos del Distrito Capital, efectivos de Protección Civil y Administración de Desastres, así como uniformados del ejército Venezolano, hacen de todo un poco: instalan carpas, ofrecen atención médica, organizan los alimentos enviados por el gobierno de la República Bolivariana de Venezuela y, sobre todo, interactúan con los sobrevivientes de la tragedia.

“Estamos elaborando un censo para conocer con certeza la cantidad de personas y su distribución por sexo y edad”, reiteró el comandante Guerrero. “A la par, se levantan las carpas y se brinda asistencia médica que incluye inmunizaciones y consultas médicas a niñas, niños y adultos; también se ejecutan trabajos de recuperación y extracción de cadáveres de las edificaciones colapsadas”.

El coronel Alberto Lovera, agregado militar de Venezuela en los Estados Unidos informó que, en su rol de comisionado, se encarga de supervisar la llegada del material hasta la isla.

“Se trata de poner el práctica el concepto de apoyo integral, sobre todo en una zona donde no había llegado ayuda de ningún tipo, dada la distancia de la capital del país. Esta era una zona de corte agrícola y en abandono”, detalló.

El comandante Víctor Guerrero explicó que los soldados venezolanos garantizan la ayuda para las y los afectados sin necesidad de usar armamento. “No es necesario portar armas o intimidar a un pueblo para ayudarlo, ya que eso no es ayuda. Nosotros no tenemos ningún tipo de arma; estamos colaborando. Se trata de una colaboración organizada, una verdadera ayuda”, sentenció.

LOS PACIENTES

El doctor Eudoro Godoy, jefe de la misión médica venezolana, comentó que hasta la fecha, en 13 días de trabajo, se han hecho 3.740 consultas y han sido inmunizadas 3.420 personas de todas las edades.

Una de las mujeres atendidas por paramédicos rescatistas fue una mujer de 75 años de edad. “Se trata de un paciente que muestra evidentes signos de deshidratación desde hace cuatro días. Presenta un mal estado general; ayer se le canalizó una vía y se le administró solución fisiológica, pero hoy su condición es deplorable; además, presenta altos niveles de glicemia. Es imposible tomarle una vía porque está colapsada. Se evaluó y se recomendó su traslado a un hospital ubicado a pocos kilómetros donde atienden galenos cubanos”, puntualizó Carmen Rojas, joven paramédica y rescatista.

Las y los médicos venezolanos entregaron una silla de ruedas a la señora María Teresa Paul, cuadrapléjica. Con ayuda de una intérprete de creole (idioma hablado en Haití), los profesionales de la medicina le dieron la silla.

“Mi madre está vieja y no puede andar”, narró Getsi Paul, de 48 años de edad, hija de la beneficiaria. “Yo agradezco mucho al gobierno de Venezuela por la ayuda, ya que desde hace años ella no puede caminar y nunca había tenido una silla con ruedas. Yo tenía que cargarla y el peso me afecta. El día del terremoto yo estaba en la calle y ella asomada en el balcón. Cuando la tierra tembló, la arrastré para sacarla y se le raspó el brazo y pierna. Ya fue atendida y estoy más tranquila”. “Nosotras”, agregó, “sólo nos tenemos la una a la otra, y ahora, a ustedes”.

«EL MUNDO SE VA A OLVIDAR DE NOSOTROS»

Poco a poco, las y los haitianos regresan a su cotidianidad. Varias estructuras colapsadas ya han sido abordadas por personal de rescate. En las calles, la afluencia de personas es mayor. La población no muestra tristeza, sino rabia, y pone de manifiesto su instinto de supervivencia.

“Tenemos impotencia, rabia y miedo. No sabemos que va a pasar con nosotros, no sabemos donde ir a trabajar o que hacer. No contamos con futuro. A veces pienso y deseo que vuelva a temblar duro, para que los países del mundo vengan a ayudarnos. Más tristeza me da pensar que después de varias semanas el mundo se va a olvidar de nosotros, como ha sucedido toda la vida”, sentencio Paul Saint, un joven haitiano.

Saint comentó que él vivía en Puerto Príncipe, pero que después del terremoto se fue corriendo para Leogane con el propósito de ponerse a salvo. “Acá me pienso quedar”, confirmó. “Yo quisiera trabajar para poder tener mi casa, como antes. Ojalá todo pudiera ser como antes”.

T/ D’ yahana Morales
F/ Oscar Arria