Una de las pioneras de la danza contemporánea en Venezuela sigue activa|Sonia Sanoja: “Una obra de arte siempre se termina en los ojos del espectador”

A sus 84 años Sonia Sanoja muestra que la sabiduría y pasión por la danza no se han amilanado por el pasar del tiempo. Junto a Graciela Henríquez demostraron creatividad y firmeza en la tarima del espacio La Viga en el Teatro Chacao. La semana entrante tendrán una temporada de dos semanas en la Sala Horacio peterson de Unearte.

La primera semana de Amor Amargo, obra coreográfica de Leyson Ponce basada en La Hora Menguada de Rómulo Gallegos, nos cuenta sobre dos hermanas que ritualizan su cotidianidad en una sala, a través de los recuerdos. Ambas han compartido en vida al mismo hombre y al mismo hijo. Están solas, guardan la viudez como el valor añejo de haber sido representadas socialmente por un hombre. Su hijo las ha abandonado huyendo del infierno que encierran en su día tras día. La mayor amargura y el mayor amor son producto de una traición: la hermana-amante parió el hijo que no pudo dar la hermana-esposa, quién decidió criarlo como suyo por el qué dirán. Juntas transitan una casa vacía, llena de recuerdos, pero sobre todo de una gran soledad.

Para Leyson Ponce esta lectura ha sido un pretexto para recrear la vida y sus intricadas relaciones a través de dos personajes femeninos que, más allá de permanecer unidas por el natural lazo consanguíneo, lo están por sus destinos que confluyen en una misma vida y un mismo amor.. Bajo este signo, sobre la sabiduría del cuerpo, lo medular recae en cimentar la fuerza y viva energía de Sonia Sanoja y Graciela Henríquez, insignes maestras, coreógrafas, bailarinas y pioneras de la danza contemporánea venezolana.

– ¿Qué es la danza contemporánea hoy en día para Sonia Sanoja?

– Es muy difícil definirla, porque no hay una sola danza, hay muchas, pero la esencia de la danza siempre es la misma. Creo que la danza es la expresión de la vida, la más alta expresión de la vida.

– ¿Cómo aprecia la danza en este milenio?

– Creo que marcha bien. Por una parte, el que exista la danza como una carrera universitaria es muy importante, porque le da otra dimensión al bailarín desde el punto de vista de formación y otros aspectos. También es importante la cantidad de jóvenes que quieren dedicarse a la danza y con gran entusiasmo por bailar y formarse.

– ¿La formación para las nuevas generaciones es óptima?

– Creo que la mayor parte de los profesores que integran los diferentes grupos, aparte de los universitarios, son gente que ha tenido una formación bastante sólida, muchos de ellos formados en el exterior, por lo que tienen una visión integral de la danza, no solo en lo físico sino en todo sentido: intelectual, espiritual, que es muy importante.

– ¿Qué le faltaría?

– Todas la artes necesitan de requerimientos. En el caso de la danza hace falta una infraestructura muy especial. Luego, un bailarín necesita tener un cuerpo bien cuidado, saludable, aparte de una disposición, “el tener libre el alma y el cuerpo”, como decía un poeta. Haya que tener disciplina.

– Luego de dos dećadas vuelve a los escenarios. ¿Como se siente?

– Al principio sentí mucha dudas. Una de las cosas que me alentó mucho fue el estar de las manos de Carlos Paolillo y Leyson Ponce, quienes realmente me hicieron pensar en que yo podía ser de nuevo bailarina. Luego el estar con Graciela Henríquez, mi amiga de muchos años, me dio una seguridad de tener una comunicación muy intensa, muy enriquecedora, lo que es muy importante para mi.

– ¿Como fueron los ensayos?

– Graciela reside en México desde hace muchos años y Ponce nos ponía una serie de tareas todas las semanas previas de ensayo. Graciela las hacía desde allá y nos mandaba videos de lo que estaba haciendo. En mi caso trabajaba sola y una vez a la semana como Leyson.

– ¿Cómo siente la respuesta del público?

– Siento que una obra de arte siempre se termina en los ojos del espectador, la visión de ese espectador y cada uno tendrá una visión diferente, lo que es muy importante.

T/Eduardo Chapellín
F/Héctor Rattia