Camarada llamarada | Teatro Mundial (Opinión)

Inicia la semana en una sala del teatro mundial. Presentan una tragicomedia, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas discute sobre el mantenimiento de la paz: China convoca a cooperar y evitar el conflicto; Rusia denuncia que se ha intentado convertir a la ONU en un instrumento para la dominación; Estados Unidos critica a Rusia y habla de lo inefectivo del derecho de veto que le impide «torcer el brazo de los países que no hacen lo que EEUU necesita».

Por su parte, Cuba llama a erradicar las amenazas que impiden la paz; Nicaragua denuncia que el bloqueo a Cuba y las agresiones a Venezuela están en contra de la paz; mientras Venezuela recuerda la inminencia de reformar el sistema de Naciones Unidas, tal como lo propuso el comandante Hugo Chávez desde el año 2004, además de expresar que Latinoamérica es Zona de Paz y denunciar la injerencia estadounidense en suelo venezolano, para adueñarse de los recursos naturales.

Mientras, en otra sala del teatro mundial, otra tragicomedia: llegan más de 3.200 efectivos militares y armas a Perú, en un acuerdo bilateral entre los presidentes Ollanta Humala y Barack Obama, hecho este que se suma a la presencia militar gringa en otros países de la región como Haití y Colombia. Se usa el mismo pretexto de luchar contra las drogas que se usó en 2010 al instaurar siete nuevas bases militares en Colombia y, establecer una política preventiva al «fantasma» del terrorismo que recorre Latinoamérica.

En otro espacio del teatro, la tragedia. Sin las falsas mascaradas diplomáticas, los turcos incursionan en territorio sirio según para luchar contra el autodenominado Estado Islámico, y para proteger la tumba del Suleyman Shah, abuelo del fundador del imperio otomano; mientras Siria califica esto de agresión. No tan lejos de allí se levantan las treguas de Ucrania…

En las cercanías del espacio dionisíaco, al aire libre, los países defienden su soberanía. Recordando que si los gobiernos no actúan lo harán los pueblos así les intenten torcer el brazo, así les impongan guerras no convencionales o políticos opositores trasnochados repitan libretos de “El Carmonazo”, o modelos como los del FMI que llevaron a El Caracazo en febrero de 1989. Eso, más que un fantasma, es una realidad que en medio de la crisis de legitimidad del sistema teatral mundial, los puede llevar a bajar el telón, o a cambiar obras y tal vez actores.

T/ Carolina Escarrá Gil