Trump concede a la derecha israelí “regalo” ofrecido en 1980: Jerusalén

En Palestina arden las banderas de Israel y Estados Unidos

ANÁLISIS INTERNACIONAL

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Hace 22 años el Congreso de EEUU aprobó una ley que declaraba a Jerusalén capital israelí, decisión que permaneció congelada contra la voluntad de la Organización de Naciones Unidas (ONU) y de la comunidad mundial, hasta el 6 de diciembre cuando Trump decidió concretarla

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«Es hora de reconocer lo obvio. No es ni más ni menos que reconocer una realidad». Con esta frase durante su campaña electoral el presidente Donald Trump justificó el traslado de la Embajada norteamericana a un territorio de Jerusalén, confiscado por la fuerza a propietarios palestinos, que pudiera dar comienzo a una guerra generalizada en el Medio Oriente.

En 1980, el Parlamento israelí aprobó una ley que declaraba Jerusalén en su totalidad como capital de Israel, lo que suponía la anexión de su parte palestina. La resolución 478 del Consejo de Seguridad de la ONU condenó esa declaración, la calificó de contraria al Derecho Internacional, así como un obstáculo para la búsqueda de una paz justa en el conflicto, y ordeno a todos los países que hubieran trasladado sus misiones diplomáticas a esa ciudad que las retiraran.

Desde entonces, todos los presidentes estadounidenses han postergado la decisión porque pondría en peligro las negociaciones de paz y haría imposible la mediación de Washington en las conversaciones de paz entre palestinos e israelíes. Actualmente, no existe proceso de paz que merezca ese nombre, desde los tímidos intentos de la Administración de Obama.

La afirmación del Mandatario sobre el estatus de Jerusalén es una declaración simbólica sobre una ciudad que alberga muchos de los lugares más sagrados. Estados Unidos nunca ha respaldado el reclamo de soberanía del Estado judío sobre ninguna parte de Jerusalén, y ve el futuro de la ciudad vinculado al “acuerdo del siglo” entre israelíes y los palestinos que Trump cree poder alcanzar.

Trump encargó la misión de preparar el terreno para reanudar las negociaciones a su yerno y consejero de la Casa Blanca y a Jared Kushner, ambos sin experiencia en política exterior, han hecho varios viajes a Oriente Medio y se desconoce a fondo lo que están haciendo.

El traslado de la Embajada norteamericana tardará años en hacerse efectivo. El actual Consulado de EEUU en Jerusalén Occidental -hay otro consulado para la zona oriental- no podría albergar todas las instalaciones y se necesitaría construir otro edificio.

Mientras pasa el tiempo

Los preparativos para la nueva sede diplomática permitirán a Estados Unidos acondicionar el terreno físico, más que todo, ya que el terreno político parece irrecuperable. El Gobierno israelí cedió a Washington en 1989 unos terrenos de tres hectáreas de superficie donde se podría construir la nueva Embajada. Una investigación posterior del historiador palestino Walid Khalidi publicada por la Universidad de California reveló en el año 2000 que al menos el 70% de esa tierra fue confiscada en décadas anteriores a propietarios palestinos, y que muchos de esos herederos eran hoy ciudadanos estadounidenses.

Los israelíes y los palestinos reaccionaron en formas completamente distintas. El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, calificó el anuncio de “día histórico” y “paso importante hacia la paz”, y los líderes de la oposición en el país opinaron igual. El presidente palestino, Mahmud Abbas, dijo que el cambio ordenado por Trump le sirve a los grupos extremistas que desean una guerra religiosa, y marca el retiro de Estados Unidos de su función como mediador por la paz, mientras que Hamas, el movimiento islamista palestino que controla la Franja de Gaza, dijo que Trump “abrió las puertas del infierno”.

Algunos manifestantes en Gaza quemaron fotos de Trump y banderas estadounidenses e israelíes, mientras estallaron enfrentamientos relativamente pequeños cerca de la ciudad de Hebrón en Cisjordania. Los palestinos convocaron a tres días de protestas, o “intifada”.

Actualmente, unos 200.000 israelíes viven en Jerusalén Oriental (la población de toda la ciudad llega a 857.000 personas), en un territorio que inicialmente era de propiedad palestina, en su mayoría. El Gobierno israelí no cesa de conceder permisos para la construcción de más viviendas destinadas a sus colonos. Por el contrario, en esa parte de la ciudad a los palestinos se les niegan permisos para construir o ampliar viviendas, y se derriban aquellas que no gozan de autorización del Ayuntamiento.

Tercera intifada

El Movimiento de Resistencia Palestina (Hamás) declaró la tercera intifada en contra de Israel, como accionar en contra de la decisión del presidente de los Estados Unidos Donald Trump, de reconocer la ciudad de Jerusalén como la capital de Israel.

La medida fue anunciada por el portavoz del movimiento, Abdulatif Qanu a Maan, quien expresó: «el comienzo de la tercera intifada, para que continúen las protestas y presionar a Trump para que cancele su decisión». El Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Liga Árabe también condenaron la decisión de EEUU.

Las ciudades de Cisjordania y de la Franja de Gaza, además algunos barrios de Jerusalén desarrollan protestas desde hace cinco días. La gran interrogante es si las fuerzas israelíes impedirán o no que los manifestantes alcancen los asentamientos o los puestos de control militares.

T/Redacción Correo-Agencias
F/ AFP
Washington