¿Para qué la comunidad sexo-genero-diversa desea que sus derechos sean reconocidos? No tenemos estadística, ni ningún elemento científico, de pertenencia o militancia, para responder esta pregunta.
Pero alguna idea tenemos: Existir, que su condición y su interés de tener pareja se haga visible. Ser reconocidos, no sufrir discriminación de ningún tipo. Unirse legalmente, con todos los derechos que esto implica (compartir bienes si se unen, dividir bienes si se separan, heredar bienes si alguno de los dos muere) Y crear familia (por adopción, o inseminación artificial).
¿Cuál sería la estrategia comunicacional que podría aplicar la sexo-género-diversidad, para conquistar sus derechos?
Producciones como “Sheila, una casa pa’maita”, transmitida en días pasados por VTV, no son la mejor estrategia.
El elitismo persiste en estas películas, en las que las o los cineastas se mantienen en la superficialidad del “escándalo” que significa declararse “gay”, o “transgenero”, ante una sociedad machista, y la homofobia presente en sus familiares.
Además, se desalienta cualquier cambio al respecto en Venezuela. Su ejemplo en la vida real sería la diputada opositora Tamara Adrián, utilizada por la MUD para sumar, con demagogia, a un grupo social para un proyecto que nada tiene que ver con ganar derechos para la sexo-género-diversidad (secuestrar para una élite de derecha el poder que ahora nos pertenece a todas y todos).
El film no lucha por derechos en el propio país, sino que “escapa” a un país “desarrollado” donde “te acepten”.
Esta película refuerza el esquema de autosubestimación que se nos ha impuesto, donde los venezolanos somos “vagos, machistas, o maltratadores”.
En ningún caso, ni siquiera para soporte de un argumento, deberían seguirse exaltando antivalores en una Venezuela que avanza rápido en la disolución de prejuicios históricos