Por Werther Sandoval|UCV: crece la deserción, caen las inscripciones (Opinión)

La acérrima y reiterada decisión de las autoridades y gremios universitarios de suspender clases por cualquier causa que, a su entender, atente contra sus intereses político grupales, tomó liderazgo en la lista de motivos que estimulan la deserción estudiantil y el descenso de nuevos ingresos en la Universidad Central de Venezuela (UCV).

La Casa que vence las sombras no ha informado sobre cifras globales, pero en la Facultad de Humanidades y Educación estaban listados más de 3.000 nuevos ingresos y se inscribieron algo más de 2.000. En la Escuela de Comunicación Social ingresaron 140 sobre un total previsto de 300. Cada semestre es más notorio el ausentismo estudiantil en aulas y pasillos.

Y es que la derecha, en su torpe y obstinado uso de las universidades autónomas como arma política destinada a imponer un modelo de gobierno acorde a sus intereses, ha borrado la tradición autonómica de mantener abierta y con clases a la universidad, incluso en situaciones de violencia, tal como ocurrió en 1969, cuando el Rector de la Dignidad, Jesús María Bianco, hizo frente a la Operación Canguro con la cual el Gobierno del entonces presidente Rafael Caldera allanó la Ciudad Universitaria dejando en el campus una decena de estudiantes asesinados y las gramas del Jardín Botánico aplastadas por la bota militar.

El abandono de los espacios universitarios es propiciado por sectores de una clase media que, prejuiciada por el temor a una supuesta proletarización, viene perdiendo su identidad y relación de pertenencia con el país y en su desarraigo emplean a las universidades autónomas como medio instrumental para obtener una base curricular que les facilite migrar de Venezuela. Uno de los argumentos más usados para sustentar esta postura ideológica es la inseguridad. Un mal tan crítico y crónico que los miembros de la comunidad universitaria se sienten, incluso, paradójicamente, más seguros fuera que dentro del campus. Pero lejos de declarar su incapacidad para enfrentar un problema tan complejo e involucrar, sin violar la autonomía, a los organismos de inteligencia, ante cualquier delito las autoridades politizan el evento y cierran la escuela, facultad o dependencia afectada, acentuando la anomia y frustrando a más no poder la vida universitaria.

Lo grave es que esta postura ideológica de desarraigo crea un círculo vicioso que se alimenta a sí misma, mientras propicia, a su vez, más deterioro y abandono de la academia. Basta citar que por cierres y paros decididos por autoridades y gremios, la norma durante los últimos tres años en la Escuela de Comunicación Social ha sido la reducción de los tiempos de aprendizaje. De cinco semestres dictados, solo uno se ha dado en su totalidad. Hasta hubo uno al que le mocharon los exámenes finales.

Otro ejemplo elocuente del deterioro académico de la UCV es la progresiva destrucción de los cursos nocturnos. Para la pérdida de este derecho al estudio las autoridades aplican la política de laissez faire, expresión de una anomia institucional que alcanza su paroxismo cuando en la Escuela de Comunicación Social un vigilante, ufanado con más poder que el Consejo Universitario, se para en la puerta del aula para suspender las pocas clases dictadas por algunos pocos profesores para unos pocos estudiantes.

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Caracas