Un hombre nada dogmático

Talento y calidad humana

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Mi primera impresión de José Visconti no fue muy positiva. Fue viéndolo en las transmisiones del noticiero El Observador por RCTV (antiguo canal dos). Me parecía rebuscado y falso. Dicen que muchas veces las primeras impresiones a veces te juegan una mala pasada.

Luego ya en el medio nos topamos muchas veces en ruedas de prensa y vi a una persona dicharachera y sincera, que siempre tenía tiempo para hablar con cualquier persona, desde militares hasta el parquero de un estacionamiento, algo que solo he visto en otros dos individuos: Eduardo Rodríguez Golitti y Winston Vallenilla.

Es más, salir con José era estar preparado mentalmente a que tenías que pararte más que carrito por puesto (los de antes, por supuesto). Desde que le firmaran un autógrafo hasta los “selfies” o autofotos de esta era tecnológica, José nunca dejaba de sonreír y dedicar unas palabras al interlocutor del momento.

Luego, a partir de 1991, fue mi jefe y amigo, por no decir un padre casi de ese momento. Las buenas y las malas las vivimos en el Diario de Caracas y luego en Meridiano en casi dos décadas de trabajo continuo. Luego cada quien tomó su camino laboral, pero la amistad en vez de decrecer aumentó en demasía.

A pesar de que era un ferviente católico nunca fue dogmático. Y aunque no compartiera religión o tendencia política con alguien, no por eso dejaba de conversar con ese individuo. En mi caso, que no practico ninguna fe, mantuvimos una larga amistad de casi treinta años y jamás hablamos de religión sino de lo estrictamente anecdótico o cuando algo era noticioso. Igual en el ámbito político tuvo amistades con personas de diversas tendencias políticas, y siempre evitaba tocar ese tema, sobre todo en estos momentos tan álgidos. Eso sí, mantenía y mantuvo sus creencias y las expresaba sin titubear cuando alguna situación lo ameritaba. En pocas palabras, ni te buscaba convencer, pero tampoco que lo dogmatizaran.

Otro punto que nos unió fue la lectura. ¡Cómo leía Joseíto! De todo, pero en especial le gustaban las biografías de personajes históricos del ayer o el presente. Cientos de libros, revistas y recortes llegamos a intercambiar, sobre todo en este milenio. Mi aprecio y condolencias a su esposa María Teresa País, hijos, nietos y demás familiares. Ya debe estar reunido en el cielo con los miles y miles de amigos y amigas que sembró, en especial su siempre admirado “Patón” Carrasquel y otros caraquistas del ayer. Para mí su único defecto fue ser súper fanático de sus queridísimos Leones del Caracas. Nadie es perfecto.

T/ Eduardo Chapellín
F/ Archivo CO
Caracas