Un pueblo indómito enfrenta con creatividad e imaginación las secuelas de la guerra económica

José Alí Pérez Rodríguez elabora 17 productos para el hogar

Los poderes creadores del pueblo, frase que acuño Aquiles Nazoa, se han puesto de manifiesto en estos años de bloqueo, de especie de ahorcamiento con el que Estados Unidos y sus aliados criollos pretenden arrodillar a los venezolanos y su Revolución. En Bejuma, como en otros lugares del país, la gente se las ingenia, modifica hábitos, abre nuevos caminos. Con moral y luces cualquier nación echa pa´lante

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El fluido funcional DOT-3 o liga de frenos desarrollada por Frenos J.J.J. C.A. es un producto nacido en Bejuma, estado Carabobo, de la inventiva e iniciativa de tres ingenieros químicos, cuyo primer nombre comienza por jota. Dos, ambos doctores en química, se llaman José, Juan se llama el tercero. De allí el J.J.J. de esta empresa nacida entre la pandemia y las medidas coercitivas impuestas por el imperialismo estadounidense, que vino a reforzar la guerra económica, impulsada por la oligarquía criolla en el plano interno. En todo el país se reportan casos similares en distintas áreas, desde los más complejos, hasta hogareños y cotidianos.

La liga bejumera salió esta semana a la venta luego de pasar las pruebas técnicas. Su costo es de hasta un 50 por ciento más bajo en comparación con las marcas comerciales del mercado. Además, se expende al detal y a granel: desde un litro, un galón de cuatro litros, 20 litros, hasta un pipote.

En la tienda Todo Tornillo, ubicada frente a la plaza Los Fundadores, en Bejuma, Omar Silva explica que esta liga no tiene nada que envidiarle en calidad a las marcas reconocidas fabricadas por empresas transnacionales. Todo Tornillo se convirtió en el primer negocio con la exclusividad de vender el producto bejumero.

“La comenzaron a fabricar hace dos meses. Se hicieron las pruebas técnicas y se usó en vehículos”, indica Omar Silva.

Según una etiqueta mostrada por Silva, el fluido contiene dietilen glicol, glicol éter y compuestos especiales.

José Alí Pérez Rodríguez es uno de los tres ingenieros que participó en la investigación y elaboración de la liga de frenos. Rodríguez es especialista en el área de tratamiento de agua, producción de detergentes y “todo lo relacionado con el ramo”, según dice. Tiene más de 30 años de experiencia en la industria química.

Por los lados del cementerio, al lado de la placita Pancho Romero, José Alí Pérez Rodríguez instaló un pequeño laboratorio e inició, hace siete años, una empresa artesanal en la que elaboraba dos tipos de jabones líquidos. Hoy fabrica 17 productos, que coloca en un pequeño estand a modo de exhibición frente al negocio. Una clientela constante acude diariamente al sitio.

“¿A cuánto sale el jabón?”, pregunta una mujer.

“Hay cinco tipos de jabón”, señala un joven que la atiende, “El más económico cuesta 170 mil bolívares el litro”.

Alí Pérez Rodríguez confiesa que tantos años trabajando en empresas químicas y laboratorios le permitieron adquirir las luces y el conocimiento, bagaje que le ha facilitado desenvolverse en tiempo de crisis.

“(…) Son oportunidades, pero como decía el Libertador, con dos cosas fundamentales: moral y luces. Con moral y luces cualquier pueblo, cualquier persona, echa hacia adelante. A mi juicio, sin esas dos premisas es muy difícil, claro, a veces hace falta un poquito de centavitos, para echar pa´lante. En tiempos de crisis, en las nuevas o en otros escenarios, lo fundamental es eso: saber canalizar las cosas. Todo lo que usted ve ahí en la exposición son productos realizados ahí, en ese pequeño laboratorio”.

Omar Silva vende la liga para frenos y Geiser Castillo se rebusca con el café

Rindiendo lo poco

Un gentío deambula por las calles de Bejuma, sobre todo en las mañanas, en los días de flexibilización pandémica. La gente averigua precios, divulga las ofertas entre amigos y allegados a través de Whatsapp, o entre varios compran un bulto de arroz, de harina precocida, de azúcar, y luego se lo dividen, lo que les permite ahorrar al comprar al por mayor.

Frente a la plaza Bolívar, dos mujeres preguntan y examinan la última novedad desde que comenzaron los problemas con la escasez del gas: la venta de cocinitas eléctricas a precios dolarizados, ya sean de una o dos hornillas. También venden lo que llaman el “caracol” a cinco dólares, que no es más que el espiral sin el cuerpo metálico protector. Al caracol se le debe comprar el cable con el enchufe y dos conectores. En los hogares más pobres, el caracol, colocado simplemente en un bloque, soluciona el problema de la falta de gas y de leña en los casos extremos.

Rafael López, sentado en uno de los muritos de la plaza Bolívar de este pueblo de los Valles Altos de Carabobo, señala que se ha defendido de la Covid-19 atendiendo las normas de prevención: usando el tapaboca, lavándose las manos, el distanciamiento.

“Es lo que tenemos que hacer. En lo económico, ahí estamos, luchando con lo poquito que agarramos; resolvemos.Yo soy sostén de hogar. Me defiendo como puedo. Soy artesano, trabajo con cuestiones de sillas de mimbre. La cosa ha estado fuerte porque el pobre, que era el que mandaba a arreglar, lo poco que agarra es para comer. Se le hace difícil reparar un mueble. Yo estoy luchando con lo poco que consigo, pero allí estoy, pa´lante. A veces pasan meses sin llegar nada, pero en eso estamos”, explica.

Una mujer indica por los lados de la alcaldía que en estos tiempos de apremio y dificultades muchos sacaron y desempolvaron las antigüedades. Reaparecieron el pilón y el molino manual para moler maíz, sobre todo en los campos. Sacaron las tinajas y el tinajero, las lámparas de kerosén o de gasoil. Además, todo se repara, la ropa se remienda o se cose, las afeitadoras se pasan por una tela de bluyín y se les renueva el filo. Los zapatos se mandan a reparar, así como los artefactos eléctricos, que en Bejuma se llevan a 1.000 Cosas, donde el árabe Nasir arregla cualquier desperfecto, desde licuadoras hasta máquinas eléctricas de costura.

“La coquetería femenina ha bajado un poquito, Las mujeres ya no se rocían tanto perfume, y en calles y tiendas no se ven tantos labios o boquitas pintadas con los matices de color rojo”, comenta un señor mientas toma un café en una panadería.

Geiser Castillo, en una calle lateral del centro de la ciudad, vende café al detal en bolsitas de 50, 100, 200, 500 gramos. Lo trae de Nirgua, estado Yaracuy, lo muele en una maquinita artesanal y luego lo embolsa.

Señala que hay que tener mente positiva y no quedarse en casa esperando que las cosas caigan del cielo.

“Antes el dinero no me alcanzaba en lo absoluto, la única forma que conseguí que lo que ganara me alcanzara al menos para compra comida fue trabajar en la calle. Me la ingenié con el molino. Estoy aquí desde noviembre del año pasado. Después que comenzó la pandemia, hace cinco meses, la cosa se puso ruda por el problema de la gasolina, el gas. Los que nos vende café nos recargan el costo de la gasolina, el que procesa nos carga el gas. Todo es sacrificio. Un señor de Nirgua me vende más barato el café”, dice.

-¿Cómo vas a buscar el café en Nirgua?

-En cola. De Bejuma al poblado de Miranda hay camioneticas. Para ir de Miranda a Nirgua tengo que caminar hasta el peaje de Hato Viejo. Allí agarrar una cola o esperar dos o tres horas que pase un autobús. De regreso, si me dan la cola o llego a la alcabala me quitan un poquito de café, al que me da la cola le doy un poquito de café. Yo antes de la pandemia compraba un quintal, que son 36 kilos, después, debido a la alzas del dólar, compro medio quintal. Todo ha aumentado y uno se ha ido devaluando. Ahora estoy trabajando con medio quintal. Lo que gano me alcanza para la comida.

Castillo, ante el alza indiscriminada del dólar y del precio del café, piensa cambiar de ramo. Comprar verduras y preparar encurtidos. El café que él ofrece, aunque más puro, al final sale más caro que el empaquetado.

“Hoy todo se arregla, nada se bota. Primero se destina el dinero a la comida, lo que queda es para reinvertir y si sobra algo se compra otra cosita. Yo antes de comprar entro a dos o tres negocios, comparo precios, no compro todo en un solo lugar.

Con moral y luces

Rafael López

José Alí Pérez Rodríguez detalla que desde hace tres meses comenzaron a desarrollar de una manera lenta, pero eficiente, la liga de frenos DO 3.

“Somos tres amigos, dos doctores en química y mi persona, quienes desarrollamos el producto. Orgullosamente nació en Bejuma. Claro está, aquí no tenemos los recursos tecnológicos para hacer algunas cosas y tuvimos que completarlas en Valencia, para que este producto cumpla las normas Covenin, las normas internacionales. Actualmente ya hay más de 100 unidades de vehículos que lo están usando, entre ellos se encuentra el carrito mío”, expresa.

Rodríguez destaca que es necesario poner el conocimiento, la experiencia al servicio del pueblo, al servicio de la humanidad, más allá de buscar riquezas.

“Es simplemente buscar la satisfacción de uno como profesional y la satisfacción del pueblo sin considerar ningún tipo de color político, solamente pensando en el bienestar de la sociedad. Esos son nuestras premisas de visión, en el caso del equipo que desarrolló la liga de frenos, y el mío particularmente es ese.

-¿A qué pruebas fue sometida la liga de frenos?

-A todas las pruebas establecidas en las normas Covenin venezolanas, la 36195. Ahí están esas normas. Las fundamentales son el PH, la viscosidad, las temperaturas de reflujo a nivel seco y en condiciones normales, entre otras.

-¿Cómo ha funcionado su carro con esa liga?

-Perfectamente. Es un carro de 2007, nunca le había cambiado la liga de freno, tenía 13 años rodando con esa liga, sencillamente la extraje, le hice las pruebas empíricas de una forma experimental con otras personas. Es una manera rápida de determinar en qué condición estaba. Esa liga tenía mucho contenido de humedad lo que reducía la calidad del frenado. Una vez que la sustituí con la J.J.J. C.A., desarrollada por nosotros, funciona bastante mejor el sistema de frenado.

-¿Y el precio?

-Es la mitad del precio. Es lo más importante. Hay posibilidad de que podamos mejorar la estructura de costos. Es la idea: un producto de excelente calidad a un costo accesible para la gente del pueblo, a la gente humilde que necesita adquirir un producto sin tantos intermediarios, porque nosotros rompimos por completo la cadena de suministro.

-¿Qué productos elabora usted aquí?

-Desde hace siete años comencé con dos, elaborando dos jabones líquidos, ya voy por 17 productos que han venido surgiendo precisamente sobre la base de la observación de los clientes, la capacidad de pago de las personas, ya que a medida que suben los precios he tenido que ir ajustando las fórmulas para poder ofrecer productos de calidad al menor costo posible. Son jabones líquidos que superan a las mejores marcas de registro comercial. Aquí tengo seis tipos de jabones líquidos o detergentes, además shampú, suavizante, cloro, tanto el normal como el jabonoso, desinfectante antibacterial, destapa cañerías, crema semisólida para platos, entre otros, todos fabricados aquí, en ese pequeño laboratorio, pero con la más alta calidad, gracias a Dios a las luces que he adquirido a través de mi experiencia y mis estudios.

-¿El bloqueo abrió nuevas posibilidades para los venezolanos?

-Eso es lo que digo, siempre y cuando se apliquen esos dos principios que dijo el Libertador: moral y luces. No tiene sentido que usted tenga esa preparación académica, artesanal, sin tener la moral, sin la conciencia de que tiene que hacerlo de la mejor manera posible, y que pueda brindar un mejor producto al pueblo. Es fundamental tener esos dos principios. Yo particularmente no busco riquezas.

TyF/ Manuel Abrizo
Bejuma