Por Loel Henríquez|Un socialismo alejado de amenazas utópicas

Antes era sentarse bajo una mata de mango; la casa de un compañero o algún lugar clandestino, con el propósito de aprender a escuchar las líneas estratégicas de los líderes mundiales e históricos que desde siempre han sido inspiración para las grandes transformaciones sociales en los distintos gobiernos del mundo y en algunas revoluciones.

Allí se idearon los grandes cambios políticos y económicos en los que hemos sobrevivido y en la época actual intentamos perfeccionar desde la adaptación del modelo socioeconómico y político para beneficiar a una sociedad que más allá de lo material y tangible, esta carente de conciencia y espiritualidad.

Sin duda que el camino de la revolución planteado por el comandante Hugo Chávez está fundamentado sobre el socialismo científico, ahora socialismo del siglo XXI.

El Comandante siempre creyó en las grandes mayorías, en los pobres que gracias a la Revolución Bolivariana se hicieron visibles ante el mundo. Él creía en el estudio científico con base en la historia para ir dando respuestas a un presente lleno de acertijos, en el que hemos demostrado la capacidad de respuestas gracias a la preparación y muestra de un sistema pensante en el Ejecutivo y pensante en el Poder Popular.

El Gran Polo Patriótico (GPP) debe ser el ejemplo de ese socialismo científico, tiene que estar bien sustentado en sus bases para poder ser aplicado correctamente. A estas horas del partido no es concebible que unos cuantos compañeras o compañeros, por ejemplo, crean que amenazan con autoexcluirse políticamente si no le dan una franela o la gorra del momento; pero más preocupante es que el sistema se preocupe por diseños y estampados y no por difundir y concienciar el mensaje necesario.

La prioridad de nuestra Revolución debe ser la felicidad de nuestro pueblo, tomando en cuenta que venimos de él y gobernamos en él.

Nuestra Revolución no puede centrar su fuerza en medir un objetivo o enemigo externo, mientras que en nuestro interior se están debilitando las bases a causa de ese enemigo que por cosas extrañas de la vida no se deja y no se puede ver. Es hora de dar respuestas, de ser contundentes y salir de lo utópico, de alejarnos de los dogmas para concentrarnos en la única razón que nos dejó Hugo Chávez.

Un plan de la patria que cambie el mundo, desde el pragmatismo abordado por la Juventud Bicentenaria que se apoya en las mayorías y solo en las mayorías, en las que, realmente, reside el poder.

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