Ocurrió en Estados Unidos|Una azafata salva a una joven de un traficante de personas

Sheila Fedrick es una auxiliar de vuelo estadounidense que pasa la mayor parte del año viajando. A sus 49 años, lleva gran parte de su vida trabajando en el aire. Allí ha sufrido dificultades de todo tipo, pero ninguna anécdota tan espeluznante como la que sufrió hace unos años (y ahora ha explicado en WTSP).

En un vuelo de Seattle a San Francisco, Fedrick vio que una adolescente rubia “de unos 14 o 15 años” estaba muy nerviosa. Su aspecto era horrible, y su mirada digna de “haber sufrido un infierno”. Pero a su lado había un hombre adulto impoluto y trajeado. Era una relación sin ninguna lógica.

“Mi mente me decía que algo ocurría. ¿Por qué él iba bien vestido y ella estaba despeinada y de mal humor?”, recuerda haber pensado entonces.

En un acto de valor que nadie le pidió, la azafata se dirigió hacia ellos, preguntándoles si todo iba bien. Solo el hombre contestó, poniéndose a la defensiva. Ella se mantuvo cohibida, asustada. Algo le ocurría.

Para entender a la joven , Fedrick le pidió que fuera al baño, donde estaría lejos de su acompañante. Una vez pudo escaparse, dejó una nota en el espejo en la que pedía ayuda. Rápidamente, la auxiliar avisó a los pilotos de lo que ocurría, y estos avisaron a la policía.

En cuanto el avión aterrizó, el hombre fue arrestado por las autoridades. La niña había sido secuestrada como parte de una operación trata de personas.

Aunque no es tarea exclusiva de los empleados de vuelo detectar situaciones así, desde 2009 se están realizando cursos en EEUU para que auxiliares y pilotos sepan reconocer este tipo de conductas y pararlas a tiempo. Los síntomas comunes son similares a los del maltrato de género; las víctimas suelen ser adolescentes menores de edad, controladas por alguien mayor y que apartan la vista cuando les miras.

Solo el año pasado, según la oficina de inmigración y control de aduanas de EEUU, se detuvo a 2.000 traficantes y se identificaron 400 víctimas. La trata de personas es un problema grave con más repercusión de la que parece. Y, aunque no todos tenemos la oportunidad de actuar como lo hizo Sheila Fedrick, todos podemos hacer algo para acabar con él.

Fuente/playgroundmag.net