Por Camilo Artaza V.|Una Patria de ternura y menos violencia (Temática)

Son nuestras muertes todas, muertes que nos duelen. No nos puede dejar indiferentes que la pólvora trunque sueños y nos quite la esperanza de construir la Patria, concebida como aquella utopía de lograr una sociedad que sea erigida a partir de “la mayor suma de felicidad posible”, a la que estamos todas y todos convocados sin distinción de raza, clase, etnia o sexo. Es así, como al aproximarnos desde un pensamiento crítico es necesario revisar -con sentido analítico reflexivo- las estrategias que estamos impulsando, para liberar a las comunidades de la violencia y la inseguridad.

Un primer elemento a considerar es la artificiosidad en que se monta un operativo-espectáculo cuyos resultados se cuentan por bajas y no por detenciones; es justo allí, donde debemos detenernos y pensar, si al destacar la muerte de otro, no estamos con ello naturalizándola y situando tal resultado como un medio y un fin -medio te disparo y al fin te mueres- acabando con el problema.

Otro elemento es cómo desde la lógica de las OLP (Operación Liberación y Protección del Pueblo) se ha planteado la inteligencia social como la suma de información que estarían suministrando habitantes de las comunidades (sobre el operar de las bandas delictivas); este recurso implica un grave riesgo debido a que instala la sospecha entre las y los vecinos, aumentando las sensaciones de miedo e inseguridad.

Estos operativos deben ser un recurso circunstancial, que refleje y responda a la urgencia que existe en ciertas zonas donde lamentablemente se ha infiltrado el crimen organizado, pero el trabajo que debemos orientar es continuar fortaleciendo el tejido social, incrementar las lógicas de participación comunitaria para impulsar una inteligencia social que pueda retomar la tesis compartida por el comandante Hugo Chávez de los “buenandros”, mostrando una mirada completa y teñida de esperanzas, no ingenua sino de quien cree y mantiene la capacidad de transformación.

Debemos darnos una invitación a revisar, rectificar y reimpulsar las políticas sociales que hemos conquistado, pudiendo como ningún otro país del mundo enorgullecernos de cada una de ellas, que en su conjunto y en su implementación, se han alcanzado logros.

Es necesario posicionarnos desde nuevas trincheras de acción para impulsar otras praxis liberadoras que nos permitan acercarnos y atravesar las distancias -desconfianzas, miedos, intolerancias, también odios- para comenzar a sembrar desde el cuidado y las ternuras, posibilitando de esta manera otras formas de convivencia que vayan, como dice Martín Baró “dando espacios a las caricias como un acto de lenguaje, revestido de carne y modulado por el movimiento (…)” y que, al igual que las palabras, vibren, transmitan y permitan la comunicación.

Esta reflexión colectiva requiere y exige que establezcamos un debate profundo y permanente que incorpore varios aspectos analíticos, a saber:

1. Evitar caer en la demonización de la violencia, entendida como algo propio de demonios, o gente loca, psicótica, entre otros epítetos; porque inevitablemente deducimos la discusión y las opciones al plano de la estigmatización, alejándonos de la posibilidad de establecer un análisis que devele cómo la violencia está fundada y se nutre de un sistema patológico como es el sistema neoliberal.

2. Tener cuidado con las generalizaciones que suelen ser recursos habituales con los que explicamos la realidad, en las que solemos señalar que las policías “son corruptas o asesinas”, o que cualquier joven que se viste de ciertas maneras “es un posible malandro”.

3. Debemos reconocer, identificar y romper con la cultura de violencia en que se nos impone e instala el temor y la exacerbación del aislamiento, expresión del individualismo desenfrenado.

Es urgente reflexionar cómo estamos construyendo en comunidad para emprender un proceso comprensivo que transforme y promueva acciones educativas en los espacios del trabajo y donde se pueda realizar un cuestionamiento permanente a las violencias.

Es momento de construir una Patria desde el diálogo sincero y afectivo, prescindiendo de la razón arbitraria y rígida para abrirnos a una razón desde el cuidado. Tal tarea requiere que aprendamos a cuidar mas que proteger, puesto que proteger establece en su origen la presencia de un riesgo o una amenaza conduciendo inevitablemente a asumir una postura defensiva. Cuidar es entregarse en un acto de implicación de construcción colectiva.

T/ Camilo Artaza V.
http://www.reddeapoyo.org
Red de Apoyo por la Justicia y la Paz
@redapoyo
I/Edgar Vargas