Por Jesús Bermúdez B|La utopía desnuda (Opinión)

Esta columna la dedicaré a Marta Traba (1930-1983), argentina de nacimiento y colombiana por convicción, crítica de arte y profesora universitaria. Parte de su pensamiento revelador es compilado en un libro titulado Mirar en América, de la extraordinaria Colección Clásica de la Biblioteca Ayacucho, en el que expone con toda la fuerza su visión profundamente latinoamericanista y esperanzadora de la región, por lo bien vale la pena revisarlo a la luz de las acontecimientos que signan hoy a Nuestramérica.

En su reflexión-investigación sobre las artes plásticas y la tradición de lo nacional cuenta su tropiezo fatal y feliz con los textos de otro gigante del pensamiento latinoamericano y caribeño, crítico literario, oriundo de la Republica Dominicana: Pedro Henríquez Ureña, quien (en palabras de Traba), “… siempre parece haber dicho todo lo que hubiéramos querido decir. Y pocos lo habríamos hecho tan bellamente”.

Marta Traba realiza un conjunto de reflexiones sobre el pensamiento neocolonizador que pesa sobre en la cultura latinoamericana, el impacto en sus artistas y su creación, y la temeraria pero cierta aseveración sobre la fragilidad de la memoria de los pueblos; entonces se pregunta: ¿Qué hacer en América? Y se responde con una cita de Henríquez Ureña: “…Devolverle a la utopía sus caracteres plenamente humanos y espirituales, esforzarnos porque el intento de reforma social y justicia no sea el límite de las aspiraciones; procurar que la desaparición de las tiranías económicas concuerde con la libertad perfecta del hombre individual y social, cuyas normas únicas (… ), sean la razón y el sentido estético…”

La construcción de una estética latinoamericana del siglo XXI es una asignatura actual, el intento de reforma social y justicia (para decirlo en palabras de Ureña), o la conquista de la felicidad social en términos bolivarianos se traducen en el acceso a la vivienda, al trabajo, al estudio, a la salud y a la alimentación, es básico y muy importante para la vida misma.

Sin embargo, no es suficiente; si no acompañamos las conquistas sociales con un sentido estético liberador, traducido en acciones culturales y educativas constituidas por valores humanos y espirituales, continuaremos viendo balseros cubanos, protestas bolivianas, macris emergentes, parlamentos burgueses, descontentos inducidos y derrocamiento de gobiernos progresistas.

Es imprescindible un discurso estético nuestroamericano, que devele los barrotes de la economía posindustrial capitalista y abra nuevos horizontes para la reconstrucción de una estética al servicio del hombre, no de la mercancía, ni de la tiranía hegemónica del capital que en la actualidad seduce, subyuga y asfixia el acto creador en América atentando contra la libertad, la razón y el sentido estético; si al menos lo intentamos, comenzaremos a devolverle a la utopía sus valores humanos y espirituales. Entonces sí, nada habrá sido en vano.

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