Venezolanos peregrinan al Cuartel de la Montaña para honrar la memoria y juntarse con Hugo Chávez

Visitar la vieja edificación militar donde reposan los restos del Comandante constituye para muchos casi el pago de una promesa de vida o de muestra de veneración y admiración para con el líder de la Revolución Bolivariana. Cada quien lo evoca desde una manera distinta o recuerda algún detalle particular que lo mantiene atado a su figura

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A María Díaz, una joven de 22 años, el 5 de marzo de 2013 se le juntaron dos dolores o dos tristezas. Ese día venía del cementerio junto a su familia, luego de enterrar a la abuela, entonces recibieron la noticia del fallecimiento del comandante Chávez. Llegaron más tristes aún. Tampoco pudieron asistir a Caracas a los actos del funeral, relata María con la voz entrecortada y los ojos llorosos.

El domingo pasado, la muchacha y unos cuantos parientes por fin pudieron visitar en Caracas el Cuartel de la Montaña para rendirle tributo al hombre que abrió oportunidades para los jóvenes. Lo recuerda como el líder de esta revolución, de la cual afirma sentirse agradecida y agraciada por vivir en ella. Confiesa que no lo conoció personalmente pero le quedaron muchas enseñanzas.

“Nací en una familia revolucionaria, y desde muy chiquita me he identificado mucho con el proceso. El comandante Chávez es realmente eso, un líder, el líder eterno de todos los venezolanos”, señala.

Al recorrido por el Cuartel de la Montaña y por las salas que recogen la vida del Comandante, lo considera bonito y representativo. Además, se hace hincapié en que se debe valorar a Venezuela, quererla tal cual es.

La familia Díaz es de Maracaibo y María estudia en Valencia. Las complicaciones y lo disperso que están, había impedido que coincidieran los tiempos, pero en estos días vacacionales, lograron cuadrar para venir a Caracas.

“Desde hace mucho tiempo queríamos venir pero no habíamos podido”, indica María Díaz.

-¿Recuerdas alguna cosa del Comandante que te haya impactado?

-Con solamente escucharle la voz a uno le tiemblan las piernas, se le eriza la piel. El momento más así fue cuando él salió a despedirse, que no iba a estar más. En ese momento a todos nos conmovió.

Eduardo José Razzak vivió un hecho curioso con Chávez que hoy lo cuenta como un misterio afortunado. Estaba en su casa en Maturín, estado Monagas, cuando una caravana que acompañaba a Hugo Chávez, en la primera campaña presidencial, pasó frente a su residencia ubicada en el sector Fundemos, avenida Teresén. Razzat se dispuso a mover su vehículo, estacionada en la vía, para dar paso a la avalancha de gente.

“Él (Chávez) venía montado en una camioneta y nos dimos la mano. Algo pasó con el protocolo porque volvió a dar la vuelta a la cuadra, quizá fue por el gentío, y nos volvimos a conseguir en el mismo sitio frente a mi casa, y me volvió a dar la mano. Yo sentí que había como una conexión”, cuenta hoy Razzat, como atribuyéndole a los misteriosos cruces y mensaje del destino aquellos dos estrechones de mano.

Esta semana, aprovechando su estadía en Caracas, también quiso cumplir ese viejo anhelo de acudir al Cuartel de la Montaña, como si estuviese pagando por fin una promesa. Es la primera vez que viene.

“Aquí uno se llena de energía como dice Diosdado Cabello en su programa con El mazo dando. Para mí es fuente de inspiración. Tengo muchas cosas que agradecer a Chávez por nuestro país, nuestro continente y nuestro planeta. Me siento satisfecho y feliz de poder estar aquí. Siempre me he sentido muy identificado con el proceso bolivariano y con la emancipación bolivariana, desde el nacimiento de Simón Bolívar, la fecha del comandante Chávez y la mía propia que es el 26 de julio. Estoy entre las dos fechas, por eso me siento muy relacionado espiritualmente con estos dos grandes próceres de nuestra patria”, dice Razzat, un abogado y comisario de la policía en Maturín.

De Chávez, en estos días cuando se celebran 65 años de su natalicio, rememora su fuerza, sus ideales, su perseverancia, sus buenos deseos, pero sobre todo, su perseverancia.

“Yo digo”, refiere “ y espero que algún día ese eslogan se ponga de moda: soy cristiano, bolivariano, chavista y profundamente disciplinado pesuvista. La visita al Cuartel de la Montaña ha sido excelente. Sí, me siento repotenciado aquí. Tengo una doble emoción al ver las cosas de Simón Bolívar. También me sentí identificado con el fusil, la pistola, que utilizó Chávez el día de le rebelión del 4 de febrero de 1992, y las caponas, que yo llamo el sol rojo, que era su identificación como comandante ese día”, indica.

Razzat, en un vuelo imaginario se remonta al 4 de febrero de 1992, con Chávez y el negro Chourio conversando sobre la situación en aquel momento dramático.

“Recuerdo”, confiesa, “una entrevista que le hicieron por VTV y el entrevistador le preguntó a Chávez qué fue lo más difícil. El dijo que había sido levantarse en la mañana, uniformarse, abrir las puertas del cuarto, mirar a las niñas dormidas, el varoncito, y darle la bendición desde la puerta para no despertarlos. Entonces, cambiar tu tranquilidad como ciudadano para arriesgarte por todos nosotros, es propio de un héroe anónimo que expone su vida por todos nosotros, porque yo como padre y como oficial, sé lo que significan los hijos en la casa, cuando se toma un riesgo por la sociedad. Eso me dejó marcado”.

Si el pueblo se moja

Beatriz Brito, una señora humilde de 67 años, quien tiene en la sala de su casa un retrato enorme de Chávez, vestido de Presidente, se confiesa feliz porque al fin su hija pudo traerla al Cuartel de la Montaña. Vive en Las Lomas de Urdaneta.

Su memoria solo guarda recuerdos gratos de Chávez, por todo lo que hizo, y señala que reza todas las noches por Nicolás Maduro. Su hijo tiene un cuarto lleno con cosas de Chávez.

“De Chávez recuerdo la última marcha en la campaña electoral. Estaba montado en un camión. Yo estaba abajo. Le vi la cara; él me señala y yo también. Ese día el remolino de gente me tumbó al piso”, señala Beatriz Brito, quien compromete a su hija que este 28 de julio, día que el Comandante cumple años, tiene que traerla de nuevo al Cuartel de la Montaña.

Frank Santamaría, de 37 años, llegó de Aripao, un pueblo pequeño y con graves problemas, del municipio Sucre, en el estado Bolívar, a orillas del río Caura. Dice que tenía ese sueño de visitar al Comandante, el hombre que llenó de esperanzas al pueblo venezolano e hizo tantas cosas por los más pobres. Santamaría se comprometió a traer a sus hijos para que vivan esta experiencia y vean la historia con sus propios ojos.

Santamaría, allá en Aripao, un pueblo habitado por afrodescendientes, donde abundan las necesidades de todo tipo (vivienda, transporte escolar, vialidad, servicio de agua, luz), suele plantearse como luchador social de su pueblo, cuando llegarán las misiones con toda su fortaleza.

“Me alegra cuando otros son beneficiados. Chávez reivindicó a mucha gente y nos enseñó a tener sentido de pertenencia y a querernos más. Yo estaba en Maracay cuando me enteré de la noticia de su muerte. Lloré. Por falta de recursos no vine a Caracas. Pero me dije que algún día iría. Ahorita siento una emoción, una alegría, estar en el Cuartel de la Montaña”, señala.

Isabel Maestre, una miliciana de 65, con grado de sargento segundo, es una de las guías en el cuartel, desde que trajeron aquí los restos mortales del comandante Chávez.

Como guía, asegura que nunca ha faltado a sus responsabilidades, y que se siente feliz y orgullosa de atender a los visitantes que acuden a las instalaciones del viejo cuartel.

De Chávez recuerda el mitin de cierre en aquella tarde lluviosa de la última campaña electoral. Se le quiebra la voz al evocarla.

“En ese cierre de campaña, él dijo que si su pueblo se estaba mojando, él también se mojaba. Eso no se me olvida. Fue algo triste”.

Nativa de oriente, reside frente al Palacio de Miraflores. Desde su casa veía casi todos los días a Chávez.

“Lo extraño mucho. Yo también estuve en Puente Llaguno, cuando el golpe de abril de 2002. Fue horrible. Los disparos. Yo me lanzaba al piso. Mi esposo me decía, mujer vente para la casa, que hay muchos disparos. Yo le decía, ya viene mi comandante y arregla esto, y no me quitaba. Después fue que me di cuenta de la gravedad del momento”, cuenta Isabel Maestre.

Alma grande

Jesús Ramírez, avistado en el centro de Caracas, atestigua que Hugo Chávez fue un ser que vino a cambiar a toda Venezuela; la renovó, y como dirigente sembró conciencia en el pueblo que amaba. No hizo como los políticos demagogos de la Cuarta República que incumplieron las promesas.

Asienta Ramírez que el Comandante luchó por darnos una nueva independencia, que nosotros tenemos que consolidar.

De los tantos episodios que rodearon la gestión de Chávez en Miraflores, se refiere a los que protagonizó con indigentes y seres que vivían en las calles. Alude al caso de un hijo del desaparecido bolerista Felipe Pirela.

“Una vez en el programa Aló Presidente estaba un muchacho que era hijo de Felipe Pirela, atendido por la Misión Negra Hipólitta. El lo llamó y lo sacó de ese estado de indigencia. Amaba al prójimo. Además, desbarató el problema de las clases sociales y los poderes militares. Antes, uno tenía arrodillarse ante un general, había que cuadrarse, pero Chávez impuso el poder cívico-militar y acabó con esa humillante relación. Esos son hechos. Chávez fue una persona de alma grande, se sacrificó por un pueblo, pero el pueblo también lo quiso. Hay personas que han sido leales a este proceso, así como Maduro está cumpliendo su función a pesar de todo”, concluye Ramírez.

Rufino García rememora a Chávez como un comunicador que supo interpretar e introducirse en el pensamiento del pueblo. No usaba palabras rebuscadas. No usaba una forma técnica para dirigirse al pueblo, sino que lo hacía con palabras sencillas y el pueblo supo interpretar y asumir su pensamiento.

Considera García que con las misiones, el Comandante pudo devolverle a los venezolanos los derechos conculcados por la oligarquía para que tuvieran acceso a la salud, la vivienda, la educación, la protección social con la masificación de las pensiones.

García admira de Chávez, aparte de sus habilidades comunicacionales, el humanismo que lo caracterizaba y que era parte de su ser . La ayuda a los demás, el mejoramiento de sus condiciones de vida, eran el centro de su accionar cotidiano, dice.

T/ Manuel Abrizo
F/ Luis Franco