Venezuela: percepción vs. realidad

POR. ALBERTO ARANGUIBEL B.

_________________________________________________________________________

Mire, hay un prejuicio instalado… hay un prejuicio instalado”
José Luis Rodríguez Zapatero

(sobre la imagen de Venezuela en la Unión Europea)

Muestra irrefutable del férreo control ejercido por el Gobierno de los Estados Unidos sobre los gobiernos del continente que se plegaron al mandato del imperio en la 48a Asamblea General de la Organización de Estados Americanos, llevada a cabo la semana pasada en Washington, fue sin lugar a dudas la perfecta sincronía en el discurso de los cancilleres ultraderechistas que respaldaron en esa pretendida emboscada en la que se intentó atrapar a Venezuela con una ridícula resolución, infundada e infamante, abiertamente contraria al espíritu y esencia del Derecho internacional, e innegablemente violatoria de la letra de la Carta fundacional del propio organismo.

Sincronía que quedó en evidencia no solo en la tozudez de cada uno de los reaccionarios que ahí se aliaron con el único infame propósito de mancillar la soberanía de la patria de Simón Bolívar, sino en la terminología, los giros retóricos y hasta en el preciosismo melodramático utilizados para expresar su repulsa al derecho de nuestro pueblo a la libre determinación.

Ninguno de ellos habló con un discurso propio. Ninguno intentó matizar siquiera la bochornosa posición injerencista que respaldaban con los extensos recursos que la oratoria diplomática ofrece para enmascarar con un cierto viso de independencia, o imparcialidad al menos, de criterio, la inmoralidad que protagonizaban.

Todos, sin excepción, hablaron de la “agravación de la crisis política en Venezuela” y de la consecuente “situación de dificultades económica, social y de carácter humanitaria”, que resultaría de la primera, es decir; de la supuesta crisis política, para lo cual fue presentada en el foro una única propuesta, a saber; “la convocatoria a nuevas elecciones”, tal como apunta la infame resolución.

Una falsedad que se apoya en la serie de hechos violentos acaecidos hace más de un año en Venezuela, y de los cuales el país ha ido saliendo con un gran esfuerzo del Gobierno constitucional del presidente Nicolás Maduro, pese a la brutal arremetida económica del imperio norteamericano contra nuestro pueblo. En ninguna parte de la teoría política o del derecho internacional consuetudinario se considera crisis a la imposibilidad opositora de alcanzar, por su propia ineptitud, el poder.

La difícil situación por la que atraviesa hoy el pueblo venezolano no es de ninguna manera política ni amerita elección o cambio de gobierno, sino que obedece a un plan de cerco económico que busca paralizar el funcionamiento del Estado para provocar su derrocamiento, tal como ha sido confesado abiertamente en infinidad de declaraciones por altos funcionarios del Gobierno norteamericano.

Fue esa la razón del estallido social buscado en 2017 por la derecha, que, al igual que hoy, no perseguía soluciones sino hacerse del poder, apoyándose en una campaña comunicacional internacional que posicionara la confrontación como un apocalipsis.

El objetivo de aquella violencia no era otro que el de la construcción de un perfil mediático que presentara a Venezuela ante los ojos del mundo como un país sumido en el caos y la ingobernabilidad, para de esa forma provocar la aceptación internacional de un inevitable cambio de gobierno, sin importar cuán inconstitucional fuese la salida.

El plan tenía la finalidad de sobredimensionar una cantidad de grupos de bandoleros a sueldo que generaban conflictos en apenas unos quince municipios de los trescientos treinta y cinco existentes en el país, razón por la cual el apoyo de los medios de comunicación era mucho más importante para esa derecha desvencijada que la misma búsqueda del respaldo entre los electores. El objetivo era la creación de una percepción de guerra fuera de control que hiciera indispensable una intervención extranjera.

Lo que siempre fue una clara e inequívoca muestra de incapacidad política de la oposición, fue presentado por los medios internacionales como la batalla gloriosa de una supuesta sociedad civil (que no escatimó en derroches melodramáticos para victimizarse frente al mundo) mientras que el Gobierno, que daba pasos cada vez más consistentes en el logro de la paz, en la consolidación de su fuerza electoral; en la conquista de casi todos los cargos de representación popular a través del voto; en la indetenible elevación de la estatura política de un líder que se ha ganado el respeto de todo un pueblo a punta de abnegación y entrega a su compromiso con el proyecto revolucionario chavista, que se ha crecido ante los ojos del mundo como un estadista de coraje que ha sabido darle la más dura batalla que ha debido enfrentar el imperio más poderoso de la tierra, era persistentemente presentado como toda una abominación dictatorial.

Luego de superada aquella horrible etapa de la violencia fascista que la derecha desató contra el pueblo, el país está encaminado hoy hacia su recuperación económica definitiva gracias precisamente a la persistencia de los venezolanos y las venezolanas en su apego a la paz y a la democracia.

Por eso el empeño de la derecha internacional en seguir presentando a Venezuela al borde del estallido social producto de una supuesta confrontación política, no es sino una aberración más, fraguada meticulosamente desde el Departamento de Estado norteamericano y mantenida por esos medios de comunicación especialistas en el falseamiento de la realidad como un hecho todavía vigente.

Recuperar la estabilidad del país para retomar la senda del bienestar económico que la Revolución Bolivariana le ha brindado a los venezolanos, ha requerido de un excepcional esfuerzo político que pasa, en primer lugar, por el llamado a elegir una poderosa Asamblea Nacional Constituyente. Por la renovación, también en forma perfectamente democrática, de todas las autoridades regionales y locales del poder público. Por el combate frontal que el Gobierno le ha declarado a la corrupción. Por la lucha infatigable por proteger al pueblo con acciones y programas creados para paliar los estragos de la guerra económica. Por la persistencia en la búsqueda del diálogo con todos los sectores de la vida nacional (Iglesia, partidos políticos, empresariado nacional, entre otros) para construir soluciones a la crisis. E incluso por el otorgamiento de beneficios procesales a los privados de libertad por los delitos que tanta angustia y dolor le causaron al país durante las fatídicas jornadas terroristas de aquella etapa violenta que, gracias a todo ese esfuerzo de pacificación, ya hoy podemos considerar superada.

Si algún organismo internacional quisiera ayudar a solventar la crisis económica, que ciertamente padece hoy el país como consecuencia de esas distorsiones promovidas por el imperio norteamericano, tendría que empezar por reconocerle a nuestro pueblo la admirable gesta que implica haberse salvado, con su lealtad a la paz y a la democracia, de la guerra.

Tendría que sumar voluntades para promover el levantamiento del criminal bloqueo económico declarado arbitrariamente por los Estados Unidos contra nuestro pueblo y permitir que Venezuela retome el flujo de sus relaciones de intercambio comercial con el mundo, para satisfacer así la demanda de insumos, repuestos, maquinaria y productos de la cesta básica, indispensables para buen funcionamiento del Estado y el normal desarrollo de nuestra economía.

No es intentando revitalizar a una oposición fracasada (alentándola a subvertir de nuevo el orden constitucional a partir de una percepción anclada en un pasado que ya no existe) como se puede ayudar hoy al pueblo venezolano a retomar la senda del bienestar y del progreso.

Persistir en esa infundada matriz mediática de la “crisis política insalvable” que habría en el país, cuando ha quedado perfectamente clara la disposición mayoritaria del pueblo a construir su bienestar en paz, es solo una nueva crueldad contra esa Venezuela que con tanto sacrificio ha luchado por dejar atrás el horror de aquella cruel e innecesaria violencia.

La lucha hoy, como lo ha dicho el presidente Maduro, es por la recuperación económica. No por regresar a la locura de la confrontación fratricida entre venezolanas y venezolanos.

@SoyAranguibel