Vigencia de la práctica política de Alfredo Maneiro y la construcción de la vanguardia

Este martes 30 de enero se cumplen 81 años del natalicio de Alfredo Maneiro. Venezolano que nadó contra la corriente de la izquierda tradicional y sus métodos de hacer política. El primero en decir, si es que había que decirlo, que “el rey esta desnudo”, sin tapujos, y con una sonrisa en los labios.

Hoy, en la fecha de su natalicio, reproducimos una parte de sus escritos “Por qué y para quién son estas notas”…una serie de ideas que escribió para un grupo de jóvenes de la Juventud Comunista en el estado Anzoátegui para los debates que estaban teniendo sobre el quehacer político en Venezuela en 1971, después de la división del Partido Comunista de Venezuela a inicios de la década del setenta.

Reproducimos este texto porque la construcción de una vanguardia política es un debate vigente en América Latina y en el mundo.

“…Lo cierto es que, para enero de este año (1971), el movimiento comunista conocía dos partidos: uno tradicional, otro renovado y al lado de ellos y sobre todo, inicialmente y a regañadientes, en el seno del segundo, un grupo de cuadros y militantes tan activamente descontentos con la unidad anterior como insatisfechos y frustrados ahora por el resultado de la división.

Ya en esta oportunidad, ese grupo se planteó a sí mismo y también nos planeó a nosotros (es decir, a los más conspicuos −notoriedad, desde luego, limitada a los estrechísimos círculos del PCV− representantes de la insatisfacción con los resultados de la división) que asumiéramos la realidad de la división tal y como se produjo y, por consiguiente, asumiéramos nuestra propia existencia como activistas políticos sin partido a la vista que los satisficiera y, por qué no decirlo, sin partido a la vista que los quisiera. De un planteamiento de tal clase parecía deducirse, como tarea lógica, la formación de otro partido. La consumación lógica y ahora si exacta, de la división del PCV parecía exigir la formación de otro partido que organizara y expresara a ese residuo.

Tal posibilidad, tal idea fue considerada y rechazada. Algunas de las más importantes razones de ese rechazo, subsisten todavía y no han perdido nada de su fuerza. A explicarlas está dedicada una parte importante de la primera de estas notas (Texto de Alfredo Maneiro “Notas sobre Organización y Política”). Otras de las razones aducidas en enero, no sólo han dejado de ser tales sino que incluso se han transformado en su contrario. De razones para no intentar un camino partidista propio en enero, se han convertido en razones para sí intentarlo ahora o en tiempo inmediato. Como veremos de seguidas, este segundo tipo de razones es el que da destino y una eventual significación práctica, a estas notas para la discusión.

Antes de considerarlas es importante, para nosotros y entre nosotros, dejar claro lo siguiente: en ningún momento, ni en enero, pasaron problemas como el pequeño número, la escasa significación nacional y el reducidísimo auditorio al que podíamos tener acceso. También, poco entraron en consideración lo desasistido del grupo y sus increíblemente escasos medios materiales. Ni muchas menos sedicentes razones políticas acerca de la grupusculizacion de la izquierda, la atomización, el miedo al ridículo político, etc.

Todas estas cosas no tienen nada que ver con la decisión misma, aunque si, desde luego, tienen muchísimo que ver con la forma de implementarla, con la conducta política, con los alcances y limitaciones de la actividad, con las aspiraciones inmediatas, las metas, los plazos, etcétera.

En todo caso, en enero las cosas se planteaban así: ¿deberíamos o no construir un partido? ¿Deberíamos o no organizar un partido en la discordia comunista, al residuo de la división de PCV? Algunas razones indicaban que tal paso no se debía dar, que era enormemente aventurado y arriesgaba, muy probablemente, un fracaso rotundo.

Tales razones eran relativas a la composición del propio grupo, a su calidad real y a los pronósticos sobre su posible conservación y desarrollo. En efecto, el grupo estaba formado por activistas del PCV y de la Juventud Comunista, sumamente jóvenes y de reducida experiencia política. Casi todos eran militantes de los años sesenta que habían vivido lo que la jerga comunista llama su desarrollo como cuadros, sobre todo al calor de la reciente crisis interna. Cierto que su actividad había sido destacada, que su participación en la crisis del PCV había sido particularmente temprana y que su entusiasmo era elevado. Pero su experiencia estaba reducida a su propia y directa práctica y ésta era de reciente data.

De esta manera y habida cuenta de las difíciles condiciones que iban a rodear su gesto, la seguridad absoluta de que éste iba a tener poca o ninguna resonancia, de que las dificultades lo llevaban inevitablemente a un tipo de trabajo particularmente paciente, meticuloso, en pequeñísima escala, con resultados apenas perceptibles y para plazos impredecibles pero, en todo caso, largos (trabajo para el cual estaban precisamente menos preparados), lo más probable era que el grupo fracasara. Es decir, lo más probable era que un grupo así, enfrentando a tan grandes dificultades y, sobre todo, vencido por su propia inexperiencia, terminara renunciando a las ideas y a los compromisos políticos abrazados y, con tanto ahínco, defendidos durante las discusiones internas en el PCV.

Que esa renuncia, que ese fracaso, se expresara en una progresiva despolitización, en una vuelta a las soluciones individuales (el estudio, la “carrera”, el dinero, etc.) o se expresara en cambio, en la desesperación, en las acciones directas, etc., era algo absolutamente irrelevante. En todo caso, existían nueve posibilidades sobre diez de que el grupo perdiera su calidad inicial, la confianza en sí mismo y que terminara por no insistir en los supuestos políticos de los cuales partía.

La cosa se complicaba porque el grupo perdió incluso su condición de tal. Es decir, el dilema de constituirse o no como partido fue francamente considerado y rechazado no sólo en el sentido de renunciar a convertirse en una organización con existencia pública, nombre distinto, estructura determinada, etc., si no aun en el sentido mucho más elemental, de crear mecanismos de relación entre sus miembros, formas de disciplina exterior, de jerarquía de cualquier clase, de comisiones, equipos, planificación, etc. En otras palabras, se facilitaron abierta y francamente las tendencias a la despolitización, a la búsqueda de soluciones individuales, al acomodo en cualquiera de las múltiples organizaciones legales o no, de la política venezolana, a la eventual desesperación, a las acciones directas, etc.

Cada uno de los miembros quedó librado a su propia decisión sin posibilidad arreglada de que tuviera, al menos, consultarlas o referirlas a criterios de otros. Y esto se hizo sin prevención de ninguna clase, sin término a la vista.

De esta manera, el residuo de la división del PCV que ya en enero era firme aspirante al nada esperanzador título de los más pequeños grupúsculos políticos venezolanos, dejó de ser incluso eso. El grupo dejó de existir, orgánicamente se igualó a cero.

Esta liquidación coincidente, el entusiasmo más elevado y las posibilidades de rápida, aunque pequeña esta liquidación ocurrió paradójicamente, cuando las opiniones políticas eran más coincidentes, el entusiasmo más elevado y las posibilidades de un cierto efecto publicitario más grande (cualquier decisión diferente a la adoptada se hubiera inscrito, al menos, en la relativa atención pública que rodeó la división del PCV).

Ahora bien ¿cuál es el resultado de todo esto? Efectivamente varios de los candidatos a formar el tercer partido de filiación pecevista en enero, se han marginado de cualquier actividad política conocida, otros han mantenido cierta militancia precaria −y en algunos casos que conozco, conflictiva− en agrupaciones políticas existentes y finalmente, los más de ellos han venido haciendo solos −es decir, aislados, sin organización− lo mismo que hubiéramos hecho de habernos organizado en enero. O sea, se mantuvieron ligados al movimiento popular, participando como activistas de sus más variadas manifestaciones:  festivas, deportivas, reivindicativas, etc. Procuraron descubrir en cada caso la circunstancia o condición que mejor revelara las limitaciones sociales o políticas que impiden, estorban o envilecen el desarrollo de cualquier actividad popular; de acuerdo a la experiencia práctica de la gente (experiencia que, dadas las circunstancias, era la de ellos mismos) alentaron las tendencias que eventualmente elevarán a su nivel de conciencia y de organización; participaron en la crítica −por demás bastante fácil− del cuadro político actual, de la abundante politiquería y oportunismo, procurando que ella −ya esto es más difícil− no fortaleciera el escepticismo (no, desde luego, el extendido y justificado escepticismo, sobre lo que se puede esperar de la política actual, sino el que reduce la confianza de la gente en sus propios esfuerzos, el que descalifica por utópico, aun sin haberlo intentado, cualquier esfuerzo por cambiar DESDE ABAJO, los términos de la política).

En otras palabras, las razones que, partiendo de la no probada calidad del grupo, hacían de cualquier intento de organizarlo una aventura de pronóstico reservado, se han venido transformando en razones para iniciar con una nueva, adquirida y no decretada confianza mutua, cualquier cosa. Contra todos los temores que, franca o insidiosamente, se habían expresado en el mundillo de la izquierda sobre su capacidad para perseverar, para insistir, sin desesperarse o desfallecer, en las ideas sobre la lucha política que habían hecho suyas durante las discusiones pecevistas, la mayoría de los miembros del grupo, incluso dejando éste de ser tal, había conservado y hasta desarrollado su calidad individual inicial.

Por otra parte, uno de los rasgos de la situación actual, es la existencia de una cierta cantidad de personas que realizan cotidianamente actividades similares a las que estos ex-­‐‐militantes del PCV, venían practicando. Hace ya bastante tiempo que las preocupaciones políticas y la actividad por los intereses generales, han dejado de ser sólo posibles en los marcos partidistas.

En realidad, al margen de los partidos y a menudo contra de ellos, una cantidad de personas, sobre todo jóvenes, han venido adquiriendo y ejerciendo  liderazgos de naturaleza crecientemente política. Era entonces perfectamente natural  que en los niveles y localidades donde estos antiguos militantes del PCV y de la JC  realizaban sus actividades, se desarrollara un fácil acercamiento con personas de  preocupaciones similares y de un origen diverso. Esta comunicación, allí donde se produjo, tuvo, además de otras implicaciones obvias, la muy importante de golpear los condicionamientos comunistas 1 , el oportunismo y la politiquería, el espíritu de permanente maniobra, el paternalismo y la falsa modestia, los rasgos en fin, que hacen tan escasamente atractivos los partidos y movimientos comunistas venezolanos y que no han podido menos que influir en quienes han militado en ellos.

De esta manera, la constancia de la mayoría de quienes una vez fueron el residuo de la división del PCV y la inteligencia establecida entre ellos y un conjunto de personas sin ese origen, ha venido produciendo una cierta reagrupación.

Progresivamente, los contactos, reuniones, encuentros y participación conjunta en actividades populares y estudiantiles, ha venido exigiendo y, al mismo tiempo, creando elementos de coordinación, síntesis de experiencias comunes, etc. Esta reagrupación gradual ha sido difícil, laboriosa y a menudo, espontánea. Pero en definitiva, una nueva situación ha venido poco a poco sustituyendo los dispersos e individuales esfuerzos anteriores.

Ahora bien, en esta nueva situación es absolutamente natural que se presentaran los problemas de la organización del grupo y que se replanteara la cuestión del partido. Frente a estas cosas existe en nosotros una justificada −y, por lo demás, absolutamente justa− prevención a resolverlas de manera simplemente administrativa y, sin embargo, existe también la expresa convicción de que es posible −y a estas alturas necesario− ir dotando a todos los activistas sin partido, del movimiento popular −conocidos o no− de elementos tangibles de discusión que faciliten el descubrimiento y la probable ampliación de las coincidencias y el tratamiento franco de las posibles divergencias. Elementos que sirvan de referencia para la búsqueda consciente de una apreciación común de la política que pueda servir de base para acordar, libre y voluntariamente, niveles determinados de organización.

Por esto son estas notas. Ellas no agregan nada nuevo a las discusiones tal y como la hemos venido adelantando. Simplemente permite una referencia más concreta para ellas y posibilitan, además sacarlas de una mecánica demasiado artesanal y limitada, facilitando la incorporación a la misma de todos los que, eventualmente, puedan estar interesados en desarrollarla.»

T/CO
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