Viggo Mortensen: Neoliberales más ‘enrrabietados’ quieren «censurar y controlar con mano dura el contenido de las películas»

La excusa perfecta para dialogar con Viggo Mortensen fue el estreno de Eureka, el nuevo film de Lisandro Alonso que el sábado 23 tuvo su última función en la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín y desde el 28 de marzo podrá verse en el Cine Gaumont, hoy, acaso, el espacio en donde el cine argentino brilla. En esta segunda colaboración con el director, Mortensen se pone en la piel de un experimentado cowboy en una película donde el western impulsa ideas sobre la conquista y el exterminio.

En exclusiva con EPU, el actor internacional más querido por los argentinos habla sobre su último estreno en un contexto complicado para la cultura nacional, y expone sus armas para hacerle frente al momento: “El cariño y la generosidad individuales, la comunicación respetuosa y una mente abierta son los ingredientes más importantes para resistir al despotismo y la crueldad que son capaces de ejercer las personas malintencionadas”.

–¿Cuáles son tus sensaciones después del estreno de «Eureka» en este momento tan particular del cine argentino?

–Bueno, no creo que Javier Milei y sus socios quieran eliminar al cine en sí; las películas pueden ser buenas armas de propaganda estatal, supongo que no van a querer eliminarlas. Lo que querrán hacer los neoliberales más enrrabietados es censurar y controlar con mano dura el contenido de las películas, y el dinero que se pueda sacar de ellas. Eureka se estrena en un momento en el que el oficialismo no quiere saber nada sobre las preocupaciones existenciales de los pueblos originarios, o de una posible relación respetuosa del ser humano con la naturaleza, elementos de esta obra tan original y provocadora de Lisandro Alonso. Espero que mucha gente pueda ver esta importante película en cines argentinos, porque Eureka merece ser vista de manera colectiva, en una pantalla grande.

–En la película hay una mirada sobre los pueblos originarios que no es la que nos ha inculcado el cine estadounidense durante años. ¿Qué creés que aporta «Eureka» a la comprensión del tema?

–Aunque durante los últimos años se han hecho algunas películas estadounidenses mucho más respetuosas o, al menos, realistas con respecto a los pueblos originarios, como Smoke Signals, Reel Injun, The Rider, Atanarjuat: The Fast Runner, Wildhood, Indian Horse, la serie Reservation Dogs, o el trabajo documental de Alanis Obomsawin, es cierto que queda mucho por aprender y corregir en cuanto a la percepción de estos pueblos. Eureka aporta algo distinto y valioso dentro de esta nueva ola más positiva y honesta en el cine relacionado a pueblos originarios.

–Una película como esta requiere atención, oscuridad, silencio, todo lo que siempre encontramos en el cine. La experiencia en casa es distinta. ¿Qué reflexión tenés sobre el asunto?

–La mejor manera de combatir el esfuerzo de reprimir la experiencia de ver cine en las salas es ir a los cines y exigir, con la presencia y aporte económico, dentro de las posibilidades que tiene cada uno, que se vean más películas en salas. Somos responsables de mejorar la situación, no siempre tenemos que vernos como víctimas. Si uno tiene la posibilidad de ir a ver una película en una sala de cine, pero decide verla en streaming, en su compu o en una tele, es bastante hipócrita andar por ahí quejándose de la censura y la represión del cine argentino o el cine de cualquier lugar. ¡Vayan a ver películas en salas de cine todas las semanas!

–Recientemente estrenaste «Hasta el fin del mundo», tu segunda película como director. Cuando te presentaste en el set desde el otro lado de la cámara, ¿qué cosas cambiaron?

–Como actor siempre me ha interesado el trabajo colectivo de equipo, que es necesario para hacer una buena película. La calidad creativa de una película y la eficacia del proceso de hacerla, depende de la importancia que los productores y los directores le den al esfuerzo colectivo. O sea que no cambió mucho mi punto de vista sobre el valor de la verdadera colaboración al tomar las riendas. Una idea buena puede venir de cualquier miembro del equipo técnico o del reparto de actores, y la directora o el director inteligente y eficaz escucha las ideas de otros.

–En la Argentina la película se resignifica aún más al sentirla como un acto de resistencia; resistencia al que desea transformar arrasando, negando su propia identidad. ¿Estos son puntos que te interesa explorar en tu carrera?

–Los directores o directoras de cine que para mí valen la pena son personas libres, trabajen para compañías extranjeras, productoras nacionales o hagan su cine completamente independiente de cualquier entidad financiera. Solo se te puede comprar si te vendés. Y si sentís que te tenés que vender un poco, intentá mantener tu manera de contar historias dentro de lo posible. La resistencia es individual y colectiva, como decís, pero no tanto contra un invasor externo, sino más bien contra la tentación económica y los peores impulsos de uno mismo.

–Desde el acto creativo, ¿qué desafíos implica el hecho de escapar de las etiquetas y lugares comunes?

–Con respecto al cine, hay que hacerlo como se pueda, pero con un control creativo absoluto como creadores de historias filmadas. Eso lo hacen directores como Lisandro Alonso y lo hacen otros. No es fácil ganar dinero haciéndolo de esa manera, pero así se trabaja en libertad y se promueven ideas e historias originales. Es la única forma. Y los que llegan a tener un poco de éxito trabajando independientemente tienen que seguir haciendo eso, resistiendo la tentación de “venderse”. No es nada fácil, lo sé, aguantar y tener que buscarse la vida de cualquier manera para contar las historias que uno quiera de la manera que uno quiere. Pero no hay otra.

–Vos has vivido en Chaco, acá en la Argentina. Actualmente se escuchan discursos de algunos que piensan que el cine les quita un plato de comida a los niños, minimizando la cultura y todo lo que genera. ¿Por qué creés que esta idea se replica en fake news y ataques?

–Creo que las situaciones de pobreza, malnutrición, polución de ríos y tierras de comunidades chaqueñas, salteñas y formoseñas, entre otras, no tienen absolutamente nada que ver con el apoyo gubernamental económico a las artes, incluido el cine. Tiene muchísimo más que ver, en mi opinión, con el de la explotación agraria corporativa sin frenos de regularización y controles significativos con respecto al impacto ambiental y social. Añadido a ese descontrol y esa permisividad de parte del gobierno federal tanto como provincial actuales, como los de diferentes coaliciones políticas durante décadas, hay una tradición de corrupción crónica acordada entre explotadores corporativos y entidades políticas que anteponen sus intereses de lucro personal al bienestar de la gente, tanto en las comunidades de pueblos originarios como en la población general.

Al gobierno federal actual no parece interesarle más que a los anteriores cumplir con las mínimas promesas de ayuda sanitaria a comunidades hundidas en la pobreza, y las comunidades originarias son las que más parecen ser ignoradas y olvidadas, tanto en lo que viene a ser el discurso político y lo que serían acciones proactivas para el bien de la ciudadanía. La falta de agua y las promesas incumplidas de la construcción de nuevos pozos de agua en muchas zonas son un grave problema desde hace mucho tiempo. La falta de traductores para las comunidades Wichi, Toba, Chorote, Tapiete, Chulupí, también dificulta el acceso a información y la ayuda sanitaria y alimentaria.

Desde hace mucho tiempo las comunidades originarias han tenido que sufrir las constantes “recategorizaciones” de zonas de bosques, dándoles mano libre a los que desean desmontar extensiones silvestres para ganar dinero sin importarles las consecuencias medioambientales y sanitarias de la destrucción de esos paisajes naturales.

Históricamente, y esto lo he visto un poco en Salta, hay entidades que entran de noche en zonas no “recategorizadas”, en lugares que son terreno exclusivo de comunidades originarias, para cortar y llevarse grandes cantidades de árboles. Cuando la gente se queja, las autoridades provinciales los ignoran, y la gente entiende que los explotadores ilegales van de la mano con ciertos políticos. Estos se ponen de acuerdo y ganan plata saqueando los bosques, y la gente que sí tiene derecho a cuidar y vivir de los recursos explotados ilegalmente por otros se lo tiene que bancar. Podría decir mucho más, como ustedes pueden escribir mucho más sobre esto. Pero que nadie venga a decir que el apoyo al cine, patrimonio cultural de todos los argentinos, tiene la culpa de la vergonzosa situación de pobreza y falta de cuidados sanitarios en el Chaco, por favor.

FyF/Pagina12