Washington paga los platos rotos de Guaidó por diálogo en Noruega

Mike Pence, vicepresidente estadounidense, en un ejercicio de total disonancia con el acercamiento entre venezolanos, aseguró poco antes del nuevo anuncio de Noruega, que el tiempo para diálogo «se acabó», al afirmar que «es momento para la acción» al referirse a Venezuela

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El Ministerio de Relaciones Exteriores de Noruega informó hace unos días que los representantes del Gobierno de Venezuela y de la oposición regresarán a Oslo esta semana, luego de los encuentros preliminares en días pasados para entablar un diálogo político.

«Informamos que los representantes de los principales actores políticos de Venezuela han decidido regresar a Oslo la próxima semana para continuar un proceso facilitado por Noruega», dijo en un comunicado el Ministerio de Exteriores noruego que reiteró su compromiso para buscar «una solución acordada» entre las partes.

Estos anuncios han sido confirmados por las vocerías del chavismo y la oposición en Venezuela y han dado un nuevo momento a la deriva de desestabilización política en la nación petrolera, luego de los esfuerzos del Gobierno estadounidense para fabricar un «Estado paralelo», con el que se han propuesto caotizar la institucionalidad venezolana, la política interna y las relaciones exteriores del país.

Seguidamente, el antichavismo y el entorno político del autoproclamado Juan Guaidó, así como el propio Gobierno estadounidense, han tenido que asumir una contraloría de daños frente a los señalamientos de los que han sido objetos desde diversas direcciones.

Las reacciones han venido en incremento desde el primer encuentro entre venezolanos en Oslo y ahora, en la previa del segundo, las tonalidades han marcado la agenda.

Mike Pence, vicepresidente estadounidense, en un ejercicio de total disonancia con el acercamiento entre venezolanos, aseguró poco antes del nuevo anuncio de Noruega, que el tiempo para diálogo «se acabó», al afirmar que «es momento para la acción» al referirse a Venezuela.

Durante una entrevista ofrecida a CNN en español, el vicepresidente de EEUU expresó que en Venezuela «es momento de que Nicolás Maduro se vaya», sin descartar, nuevamente, la opción militar.

Washington prosiguió a delinear el discurso de las vocerías de la oposición venezolana y en virtud de ello el Departamento de Estado estadounidense mediante Morgan Ortagus, recalcó: «Como hemos dicho en repetidas ocasiones, creemos que lo único que se puede negociar con Nicolás Maduro son las condiciones de su partida», dijo. «Esperamos que las conversaciones en Oslo se centren en ese objetivo, y si lo hacen, esperamos que el progreso sea posible». Así fue reseñado por The Wall Street Journal este sábado, luego de conocerse el anuncio emitido en Noruega.

Este domingo el exdirigente antichavista y prófugo de la justicia venezolana Antonio Ledezma, inicio un debate en vivo desde su cuenta Twitter haciendo un conjunto de preguntas generadoras. «¿Qué es lo que hay, por fin, en Noruega? ¿Diálogo? ¿Qué es eso? ¿Ingenuidad? ¿Error? ¿Quién lo avala? ¿Quién saca provecho de esta apuesta?», indagó Ledezma.

Seguidamente Ledezma dejó clara su oposición abierta al encuentro en Oslo: «Maduro y su mafia descuartizan Asamblea Nacional y van a Noruega como motolitos. Ratifico respaldo a Juan Guaidó pero mi responsabilidad es decir que no estoy de acuerdo con caso Noruega». Ledezma señaló como «inalterable» la ruta para el «cese de la usurpación».

El pasado domingo 26 de marzo, Juan Guaidó procedió a la firma y publicación de un documento bajo su figura como #presidente interino», en el que reiteraba, siguiendo la línea de Washington, que el propósito fundamental del encuentro en Oslo será darle continuidad a su agenda de «cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres». Indicó que su «despacho» asumía con responsabilidad todas las opciones.

El antichavismo y su laberinto

El antichavismo se acerca a Noruega con su agenda destituyente sin posibilidades de éxito en el futuro cercano, dado el estancamiento e inefectividad de las presiones hacia al Gobierno de Maduro.

En esencia, ha sido el chavismo el que desde inicios de enero ha propuesto una ruta de dialogo entre venezolanos para contener los actos injerencistas de la Casa Blanca y la continuidad del bloqueo económico que ha recrudecido desde la autoproclamación de Guaidó.

Ahora, la oposición ha tenido que sumarse frente a esa iniciativa, luego de que tal opción fuera descartada a inicios de este ciclo de desestabilización.

El factor de dialogo político, tal como lo han dicho dirigentes opositores y el senador estadounidense Marco Rubio, ha servido en ocasiones anteriores para dinamitar la frágil cohesión opositora. Esta ocasión no es la excepción. Para la base social de la oposición y buena parte de sus dirigentes, el solo hecho de dialogar complica las aspiraciones de deponer al presidente Maduro mediante el uso de la fuerza.

Una de las paradojas que arroja esta nueva etapa de diálogo, es que la oposición acude a ella alegando defender una propuesta que saben es inaceptable por su contraparte, que no es otra cosa que concretar el desplazamiento del chavismo.

Haciendo control de daños y simulando una fuerza que en realidad no posee a lo interno, Guaidó intenta convencer a sus seguidores y a una cuota escéptica de la dirigencia opositora, que el chavismo se acerca a Oslo para gestionar su salida del poder y concertar con ellos una transición.

Para dirigentes de la oposición como María Corina Machado, el dialogo es «inconcebible» e «inexplicable» en las circunstancias actuales, dado que daban por sentado que Maduro y el chavismo se encontraban contra las cuerdas y en el preámbulo de su salida del poder.

La creación de posibles distensiones políticas a partir de este diálogo es en efecto una contrariedad para quienes creían en la efectividad de la política de sitiar a Venezuela, mediante las presiones de la Administración Trump.

La agenda de golpe blando y arengar la intervención militar o el golpe interno no ha sido exitosa y el antichavismo estadounidense y venezolano parecen ahora maniobrar, con dificultades, sobre un punto que no estaba planteado en la mesa. Parecen descolocados y sin la previsión de un «Plan B» que no sea la opción militar.

Las explicaciones al notable agotamiento, inefectividad y desgaste del plan del asesor de seguridad de Trump, John Bolton, pueden estar en la confianza que los estadounidenses pusieron erróneamente en la dirigencia opositora de Venezuela.

Este sector político ha estado históricamente caracterizado por su poca cohesión política, ausencia de un esquema programático, sus divisiones internas e improvisación. Washington puede no haber previsto esto, pues no parecen conocer a profundidad a sus aliados locales.

Washington pudo no haber previsto al detalle que la oposición venezolana tiene ya una basta experiencia en verse atrapada en callejones sin salida. Por quinta vez, en 20 años de chavismo, ha tenido que acudir a mesas de diálogo con el Gobierno venezolano, como acto seguido de agendas de desestabilización y golpe que resultaron fallidos.

También es probable que la actual administración de la Casa Blanca, haya sido timada por el profesionalismo antichavista venezolano, experto en crear falsas expectativas y prometer grandes logros, colocándose a sí mismos como sujetos políticos capaces de conducir y ejecutar en el terreno la destitución del chavismo. Tal vez Washington lidia ahora con los platos rotos de una gestión fallida contra Maduro, precisamente por la confianza de Bolton en los sujetos equivocados.

El fallido golpe del pasado 30 de abril quizás es uno de los elementos denominadores que mejor refrenda estas hipótesis. Un golpe fallido, «mediocre», sin programación y sin cohesión táctica, dio al ruedo con los llamamientos de Washington a militares venezolanos para derrocar al presidente Maduro y ha sido el cenit del fracaso antichavista, que les ha colocado a la deriva y ahora, a las puertas de Oslo.

Guaidó y el bloqueo

El pasado martes 28 de mayo, el diputado autoproclamado «presidente interino» de Venezuela Juan Guaidó, durante una sesión de la Asamblea Nacional en desacato, arengó sobre la crisis por el acceso a medicamentos por parte de la población venezolana.

La referencia la desencadenó a expensas de la reutilización política de la muerte del niño Oliver Sanchez, en mayo de 2016, sobre el cual Guaidó manifestó en un claro ejercicio de manipulación que el infante «murió de cáncer esperando un tratamiento desde hace tres años». Sin embargo, en medios abiertamente antichavistas como Efecto Cocuyo puede leerse que a Oliver Sánchez le diagnosticaron linfoma de Hodgkin «hace menos de un año» antes de su muerte.

En un evidente ejercicio de carroñería política, Guaidó procedió a utilizar la muerte de niños para sermonear responsabilidades al Gobierno venezolano. «Hoy son 7 millones en riesgo de perder la vida», dijo, en lo que podría considerarse una confesión de parte sobre los efectos de las acciones de bloqueo que han recaído sobre la población venezolana, limitando el acceso a medicamentos, a pesar de magnificar cifras en favor de su reflote político.

Ya en agosto de 2017, en una comparecencia ante el país, el presidente Nicolás Maduro alertó del bloqueo en aquel momento, de la compra de 300 mil dosis de insulina para pacientes diabéticos en Venezuela. Aquella locución fue emblemática, pues anunció lo que ha sido el devenir en los últimos dos años: el recrudecimiento de las acciones de bloqueo y la inhabilitación en incremento de Venezuela del mercado internacional de alimentos y medicinas por parte de Estados Unidos.

En las últimas semanas la oposición venezolana dentro y fuera de Venezuela ha dispuesto su aparataje comunicacional para endosar al Gobierno venezolano las responsabilidades de la muerte de personas, entre ellos niños, a consecuencia de la crisis por el acceso de medicinas y la falta de tratamientos médicos.

No obstante el Gobierno venezolano ha denunciado ante el sistema de las Naciones Unidas el boicot a las modalidades de pago de Venezuela, Pdvsa y Citgo, filial estadounidense de la estatal petrolera, que no solo atienden el asunto energético, sino que gestionan programas sociales de salud en países como Italia, Argentina y España, y que han sido boicoteados de manera directa por la imposibilidad de efectuar los pagos, no por falta de recursos ni por desviación de ellos.

En Italia se encuentran en este momento 29 pacientes infantiles cuyos tratamientos y medicamentos de altos costos, así como el cronograma previsto para gozar de un trasplante de médula ósea, han sido suspendidos por la imposición del bloqueo. Pdvsa, mediante la Fundación Simón Bolívar de Citgo, firmó un convenio con la italiana Asociación para el Trasplante de Médula Ósea (ATMO), cuya factura no ha podido ser cancelada desde mayo de 2018 y cuya deuda acumulada asciende a los casi 11 millones de euros.

Sin embargo, Guaidó, en su ejercicio de predicar el temario opositor en materia de salud, también omite los efectos de las sanciones en el terreno.

Dichos efectos tienen un referente concreto mediante el estudio que realizara el Centro para la Investigación Económica y Política (CEPR, por sus siglas en inglés) radicado en los Estados Unidos. Según el estudio, «las sanciones han reducido la disponibilidad de alimentos y medicamentos, y han aumentado las enfermedades y la mortalidad» en Venezuela.

El CEPR empleó datos de Encovi, una instancia no vinculada con el Gobierno venezolano, para señalar el incremento de la mortalidad, que ha ascendido a un 31% en los años 2017 y 2018. En términos netos, el saldo humano por alcance directo del bloqueo a Venezuela consta de 40 mil muertes, según dicho estudio.

Esa organización realizó una estimación del impacto sobre grupos con un estado de salud vulnerable que están sufriendo el bloqueo de medicamentos. «Aproximadamente 80 mil personas con VIH que no han recibido tratamiento antirretroviral desde 2017, otras 16 mil personas que necesitan diálisis, unas 16 mil personas con cáncer y 4 millones con diabetes e hipertensión (muchas de las cuales no pueden obtener insulina o medicina cardiovascular)», indica el estudio, el cual reseña cifras más modestas que las que ofrece Juan Guaidó en su ejercicio de distribuir culpas selectivamente.

T/ Misión Verdad
F/ Cortesía
Caracas