La periodista publicó su primera novela: La ciudad vencida|Yeniter Poleo desanda desde la ficción heridas del Caracazo

La periodista Yeniter Poleo ha prestado su pluma para la literatura y se atrevió a publicar su primera novela, La ciudad vencida, una novedad de la editorial Libros del Fuego, en la que las lectoras y los lectores se sumergirán en la herida, todavía abierta, de los sucesos del Sacudón del 27 de febrero de 1989, esa tragedia que conmocionó al pueblo venezolano y cuyos desaparecidos todavía son buscados por sus familiares.

La novel escritora se ha desarrollado como docente universitaria y ha trabajado en diarios como El Nacional, El Mundo, Tal Cual y Últimas Noticias. La reportera e investigadora se formó en la Universidad Católica Andrés bello (UCAB).

La labor de Poleo como periodista la llevó a profundizar desde la ficción en las dolorosas historias de 1989, marcadas por los “excesos” policiales y del poder, los desencuentros, la peor cara de la Caracas caótica y los desaparecidos.

-¿La novela es autobiográfica?

-Ehh, no.

-¡Qué bueno! ¡Qué alivio!

-¡No, para nada! En la vida encuentro cosas interesantes. La verdad es que es una novela que tenía mucho tiempo cocinando en la mente y en el corazón. En el libro reviso el entorno, todo lo que sucedió alrededor del 27 de febrero de 1989, que en mi opinión fue una semana trágica donde hubo básicamente excesos. Excesos de todo tipo: de abuso de poder, de deficiencia institucional, exceso en la dirigencia que pensó que eso era poca cosa y que pues, había que pasar la página lo más rápido posible, excesos de miedo de parte de la población obviamente sometida a la “buena voluntad” de los agentes de la fuerza pública, tanto militares como policiales.

“Alguien me preguntaba si efectivamente era una novela sobre El Caracazo, que digamos que quizás es como la frase que más pega, pero pienso que realmente es una novela sobre los que quedamos vivos, no solamente sobre las víctimas y sus parientes. En la novela los protagonistas ni siquiera se conocen en medio de la novela, no tienen una relación muy cercana porque de hecho lo que me interesaba era precisamente sacar la perspectiva del otro, del tercero: El que no tiene doliente cercano y el que de alguna manera quedó insensibilizado ante esa tragedia”, agregó.

-¿Cómo vivió precisamente esos hechos de El Caracazo?

-Recuerdo que estaba en la universidad, estaba presentando un examen y cuando me bajé del Metro, en La Hoyada, fui directo a mi casa y vi que todos los negocios estaban cerrados, que las calles tenían cauchos quemados. Fue una sensación completamente inédita, es decir, yo y sobretodo en el centro que es donde está el corazón, el lugar más vital de la ciudad, estaba aterrorizado, con las santamarías abajo. De hecho yo no me enteré de los hechos hasta el día siguiente cuando, tipo 4:00 am, empezaron los saqueos alrededor y la bulla fue la que me despertó ¡Claro! Y evidentemente el temor de la gente cuando salímos a buscar los alimentos: mi mamá hizo una fila en un sitio, mi hermana y yo hicimos fila en otro. La presión era tan fuerte que implicaba ver la televisión, que asustaba mucho más, porque uno estaba chiquito. Por fortuna, digamos, yo no tuve pérdidas ni humanas ni materiales, y quizás precisamente por eso creo que demoré tanto en comprender y en reaccionar ante lo que efectivamente, desde el punto de vista de la sociedad civil venezolana significó la tragedia del 27 de febrero del 89.

Poleo sostiene que “de alguna manera, hoy en día la mayoría de las personas que recuerdan el 27 de febrero, el que lo vivió no tiene mucha información, excepto las anécdotas: “bueno yo estaba en una cola aquí…” ó “bueno, saquearon en tal sitio”. Pero realmente la situación, la fecha, la catástrofe como tal, solamente está viva en el recuerdo de los parientes y los dolientes de las víctimas, sobretodo las que no aparecieron. Me parece que eso es una deuda y entender a la sociedad civil pasa por entender a esas personas a las que les violaron los derechos humanos, porque eso me parece que fue siniestro”.

-¿Conversó con esas personas de El Caracazo, con esos parientes de los desaparecidos para su novela?

-En 2007 hice unos trabajos para El Mundo y me tocó hablar con gente de Cofavic (Comité de Familiares de Víctimas de los sucesos de Febrero y marzo de 1989). Hablé con la directora, por supuesto me mostró todo el panorama, me recordó muchas cosas y después me tocó hablar con dos personas que forman parte del comité y que son activistas, que se unieron dentro de ese conjunto de personas para que el asunto no quedara olvidado y que el Estado les respondiera. La entrevista con ellas para mi fue un asunto súper traumático porque ellas hablaban, me contaban cómo había fallecido su esposo, en el caso de una, y el hermano de la otra. Esta es una historia que está tan sedimentada, que ellas me contaban toda la tragedia y a mi se me hacía un nudo en la garganta. Era impresionante, porque fue como enfrentarme directamente con esa circunstancia, que como la mayoría de las personas, a mi también se me había olvidado. Además ver cómo tienen ese dolor acumulado, residual, pero que ya no estalla. Fue muy difícil, porque apenas salí de Cofavic, me senté en la plaza La Candelaria a llorar. No podía, tenía una carga, eso estimuló muchas cosas.

“En la novela –añadió la periodista–, hay dos personajes: el que desaparece en los sucesos, (Cariú) una estudiante de periodismo que quiere cambiar todo, que quiere hacer un periodismo significativo, que vive en Antímano, etc… Y ella es la que desaparece. El otro personaje, el que la busca, es el jefe de la sección donde ella actúa como pasante, es el que se enfrenta a la morgue, a los hospitales durante las circunstancias y tres años después, cuando ocurre el primer golpe de Estado en febrero de 1992, es cuando él se da cuenta que esa herida abierta, esa Cariú que se le perdió, esa Cariú desaparecida, fue algo muy importante para él y, sin embargo, él lo dejó pasar. Él se conformó con no saber dónde estaba”.

Poleo destacó que en su historia hay un diálogo entre el jefe de la sección con la hermana de Cariú, que “aprovecha para refrescar un poco la información sobre los familiares, porque la hermana efectivamente se integra a un comité de familiares, se dedica a estudiar Derecho. Digamos que su proceso de crecimiento implicó la maduración crítica de que tenemos que saber cuáles son nuestros derechos y tenemos que saber cómo defendernos. Todo precisamente, a raíz de la desaparición de la hermana mayor”.

-Con tanto dolor, con tanta tragedia como bien lo refieres ¿Qué hace atractiva la novela?

-Creo que nosotros en general como sociedad nos hemos insensibilizado mucho. Siento que la novela La ciudad vencida, puede ayudar a conmovernos con nosotros mismos, con esos que fuimos de alguna manera, vernos en algún espejo y darnos cuenta que al final del camino somos buenas personas, que estamos agobiadas, quizás, que no entendemos muchas cosas. Creo que hace falta que nosotros nos acomodemos con nosotros mismos. Que bajemos un poco los escudos, que nos escuchemos, que escuchemos por ejemplo toda la música que trascurre a lo largo de la novela y que necesitamos volver a sensibilizarnos. Pienso que esa sensibilidad es absolutamente necesaria para comprendernos y para comprender lo diferentes que somos. Creo que La ciudad vencida apunta mucho a eso, porque realmente es un recorrido por la ciudad, por supuesto a partir de los dolores, pero también de las alegrías. El personaje principal compara la idiosincrasia nuestra con un “Mosaico” de Billo´s, un bolero de estos que te corta las venas, o un Felipe Pirela con aquella voz temblorosa, y de pronto sale Cheo García con la guaracha más sabrosa del mundo. Deberíamos volver a eso, que está un poco arropado bajo varias capas de cobija pero sigue estando allí, en la esencia nuestra y la novela puede ayudar muchísimo con eso.

LAS HERIDAS

-¿Caracas sigue siendo una ciudad vencida?

-Sigue siendo una ciudad vencida porque nosotros como personas siempre nos hemos sentido vencidos, siempre hemos sentido que otros países son mejores que nosotros, siempre hemos sentido que hay mejores lugares que Caracas. Pero basta que te vayas un poquito para que te des cuenta de cómo Caracas reverbera dentro de ti, cómo todas tus maneras de hablar, tus hábitos, todo exuda Caracas. En la medida en que nos demos cuenta de que la idea no es parecernos a nadie sino ser nosotros mismos, en esa medida podremos superar esa derrota que por ahora tiene la ciudad.

-¿Siente que con La ciudad vencida pudo cerrar ese capítulo de 1989?

-Solo puedo hablar de mi propia herida, por los trabajos con Cofavic, con los cara a cara con las personas que siguen luchando por sus derechos, porque todavía los cuerpos no han aparecido, apenas en 2003 hubo una compensación económica ordenada por la Corte Interamericana, pero los cuerpos siguen sin aparecer. El proceso de escritura de La ciudad vencida fue una manera de drenar, porque quizás todo se confabuló, en 2009 mi mamá murió repentinamente. Digamos que eso me permitió involucrarme con el sentimiento de pérdida de una forma absolutamente inimaginable, y me hice muchas preguntas, específicamente sobre cómo llevan a cabo el duelo las personas que no tienen la evidencia del cuerpo. Que además tienen que lidiar con la indiferencia oficial que no se quiere hacer responsable. Que tiene que lidiar con la falta de solidaridad de las demás personas que no perdieron a nadie. La herida se fue abriendo y para mi entregarme a la escritura de la novela fue una manera también de espiar mi propia indiferencia, en su momento, mi propia negligencia. Como dice el editor de Libros del Fuego (Rodney Casares): “¡Cariú vive!” De alguna manera Cariú también es Caracas. Caracas siempre va a seguir siendo una herida abierta mientras no nos comprometamos con ella y mientras no hagamos justicia.

-¿Usted cree que El Caracazo puede volver a pasar?

-No, no creo que pueda volver otro Caracazo. Es decir, creo que puede haber muchos sentimientos parecidos en diferentes momentos.

– Por lo menos no ahora.

-Sí, incluso en aquel momento, en 1989, también había mucho desabastecimiento, había inseguridad. En los barrios siempre ha habido inseguridad, lo que pasa es que ahora se ha expandido a mayor cantidad de territorio, pero sí, había escasez, había una inconformidad grande, la inflación estaba realmente maltratando durísimo la alimentación de las venezolanas y los venezolanos, por ejemplo: si se examinan los periódicos de esa época es espeluznante, de verdad. Ese exceso de represión que hubo es lo que de alguna forma atenúa cualquier exacerbación de los ánimos. Me parece tan importante que tomemos conciencia de lo importante que fue, siento que en el inconsciente colectivo esas represiones siguen estando presentes y evitan que de alguna manera la gente se pase mas allá de la queja, la polémica, etcétera.

Poleo señaló que también hay que recordar que El Caracazo fue un suceso completamente incomprensible, que surgió en Guarenas, de pronto, y se extendió como una reacción en cadena en diferentes zonas de Caracas, en diferentes zonas del país, en las principales ciudades: Mérida, San Cristóbal, Barquisimeto, Maracay y Valencia “¿Cómo pasó eso? ¿Cómo sucedió eso a esa escala? ”, cuestionó.

“No hay ninguna persona experta en nada que todavía pueda decir cómo surgió eso y cómo pudiera repetirse (El Caracazo). Las personas están cansadas de la violencia y ya el hecho de tener que seguir lidiando, porque Caracas siempre ha sido caótica, desanima mucho. Ojalá no me equivoque”, deseó.

T/ Várvara Rangel Hill
F/ Jonathan Manzano