Yo también soy candidato

Escenario

Por: Oscar Acosta

_______________________________________________________________

Surgido en España durante el siglo 18, el sainete llegó a Venezuela para instalarse durante varias décadas, con características propias en cuanto a temas y lenguaje, aunque manteniendo la jocosidad que lo caracterizó en su origen. A inicios del siglo pasado, varios actores, empresarios y dramaturgos, cultivaron este género hasta lograr que se apropiara de la mayoría del público como el espectáculo de mayor popularidad, desplazando a la zarzuela, una especie de teatro musical también llegado de la península ibérica. El advenimiento del cine sepultó al sainete en menos de una década, no solo por la novedad de sus maravillosas imágenes, sino también por lo barato y fácil que significó para los dueños de salas teatrales alquilar los rollos de celuloide, algo preferible a lidiar con la escandalosa y complicada farándula histriónica.

Siempre se habla del sainete como de una pieza menor, escrita solo para el entretenimiento y sin profundidad en sus planteamientos. No es así en todos los casos. Pongo por ejemplo Yo también soy candidato de Rafael Guinand (1939), obra rebosante de humor criollo escrita cuando despuntaba el ejercicio electoral venezolano. Tiene como protagonista a Berruga, un hombre humilde que se lanza como candidato para ser víctima del chuleo y la represión. El autor satiriza al sobrevenido político no por ser pobre y aspirante a un cargo, como suelen malentender algunos, sino porque es un advenedizo en busca de ventajas personales y notoriedad, sin ningún interés en servir a sus votantes. Es inevitable relacionar la obra con una legión de aventureros que, viendo la política como un negocio o competencia, se las arreglan para figurar electoralmente. Grave asunto. A veces algún adinerado Berruga puede ganar: ahí tenemos a Donald Trump.

os5555@hotmail.com
Caracas