Lo único que le falta a los presuntos empresarios de Fedecámaras es irse para el puerto de La Guaira o el de Puerto Cabello, a hacer vigilias esperando por los barcos llenos de “containers”.
Es prácticamente lo único que saben hacer: abrir contenedores, sacar la mercancía, ponerle un precio exorbitante y venderla. Por eso sufren de dolaritis aguda. Algunos producen algunas cosas, pero necesitan dólares para comprar algún insumo que son incapaces de producir.
La ignorancia empresarial ha llegado a tal extremo que, para un empresario criollo, “producir” es sinónimo de “hacer dinero”. También lo es para muchos funcionarios, lo que se evidencia en desinterés por hacer leyes y políticas que metan en cintura a los mercachifles.
Luego vienen unos opinadores neoliberales, que los hay chavistas y antichavistas, y dicen que “el problema es monetario”. Afirman que, si devaluamos, los empresarios sufrirán una transformación mística y comenzarán a producir. Una vieja receta cuyo único resultado ha sido destruir el poder adquisitivo del pueblo.
La devaluación es un arma de dominación de la derecha, ya que empobrece al asalariado, manteniendo el valor del capital de la burguesía, porque la propiedad sube de precio. Los males que tenemos, como escasez, especulación, dolarización, protestas por salario, e incluso el guarimbeo, son producto de la devaluación. Y los empresarios, bien gracias, no producen ni devaluando “porque necesitan dólares”.
Lo que necesita la burguesía es una legislación de zanahoria y garrote, no un “estímulo” monetario. Debe tener límites muy severos a la renta del capital, a menos que produzcan algo que se pueda medir en kilos, litros, calorías, metros cúbicos, metros lineales o cualquier unidad no monetaria. Que sustituyan insumos importados por nacionales.
Una legislación que limite la renta del capital improductivo podría permitir una revaluación del bolívar. Revaluar el bolívar es un tiro al piso, solo tenemos que respaldarlo con reservas petroleras y auríferas. Haríamos que todos quieran tener bolívares.
¡Sin coraje no ha Revolución!