Ante los francos llamados a conversar que hace el Presidente en pro de la paz y la tranquilidad del país, sectores opositores responden con prepotencia haciendo exigencias inadmisibles. “Guapos y apoyados” por sus amos imperiales acuden con una pistola en la mano.
Aquí hay que hacer lo que hay que hacer. Irresponsable histórico sería el Presidente si no mantuviera el proyecto y la dignidad chavista. En fin, el panorama nacional e internacional es el mismo. Seguimos acosados, no hemos alcanzado aún una victoria contundente. La terrible verdad es que el mundo se mantiene bajo la hegemonía de poderosos delincuentes. Las armas imponen la razón y entre ellas hace estragos la sugestión mediática sustentada en la cultura dominante del capitalismo.
De ese modo el imperio pretende mantenerte manos arriba para imponer sus condiciones, y subordinados a él, una caterva de prostituidos opositores indignos de Simón Bolívar.
Si a esto le sumamos el precio de la lealtad que debemos pagar a sectores mafiosos que carcomen al Estado y que hacen estragos en la economía, calcule usted. Basta revisar la situación de la aparición y desaparición de alimentos que mantiene a la población entre un mercado ficticio legal y otro paralelo reinante donde la culpa no está tan solo de los comerciantes saboteadores de la oposición, sino también de funcionarios desnaturalizados.
La verdad nos fortalece, vital es mantenernos unidos en torno a ella.
Tanto los comejenes del Estado y las amenazas de quienes lo ambicionan, serán burbujas de jabón frente a un pueblo en revolución con plena conciencia de ella.
Cómo pisotear la sangre derramada en este largo camino. A estas alturas del proceso, inmersos en las mismas dificultades, debemos decidir si optamos por la paz del sueño de nuestros muertos o por la de un cementerio a cuestas.
La revolución, la independencia y, por ende, la dignidad nacional, no se negocian.