Hace apenas días se celebró el día de los enamorados, y yo me pregunté ¿cómo es el amor en una sociedad de iguales? Tratando de responderme me percaté de que en una sociedad de iguales debemos es pensar en el amor en libertad.
Yo defiendo el amor libre, porque es el producto de la más profunda de mis decisiones. Ser novia, compañera, enamorada del hombre que a mi lado yace, es la más rica de las experiencias cotidianas; es un compartir constante, sin mezquindades, sin guerra de los sexos. Donde yo nunca he sido conquistada ni él ha sido mi conquistador. Su cuerpo y mi cuerpo son masas de utopías corpóreas que se abrazan en las noches y se reconocen en el día. Somos seres que nos acompañamos, que nos saboreamos y nos tocamos para sentirnos uno al lado del otro, siempre.
Pero ese siempre no es incondicional, está condicionado al amor que nos tenemos. Puede que nos dejemos de amar, puede que un día dejemos de estar cómodos una con el otro o viceversa, y entonces nuestros caminos se alejen. Será doloroso, será desgarrador o será tranquilo, no lo sé, pero lo que si sé, es que será si debe ser.
También estoy segura de que en el momento en el que ya no nos amemos, no queda sino separar nuestros abrazos y continuar, siempre en libertad.
Las mujeres también queremos amar a nuestras hijas e hijos en libertad, por eso es que la maternidad debe ser una decisión libre de cada una de nosotras, y no un deber.
En una sociedad de iguales queremos niñas y niños independientes, plenos, fuertes; y esos seres maravillosos no pueden ser producto sino del amor en libertad, de la decisión conscientes de sus procreadoras de amarlos una vez que lleguen a este mundo, porque es la única manera de llenarnos de verdaderas mujeres y hombres constructores de relaciones sanas, con base en el respeto, en la solidaridad, y por supuesto, en el amor.
Pero aún estamos enpequeñesidos por los prejuicios, por las costumbres, por las tradiciones, y seguimos vistiendo de princesas a las niñas y de superhéroes a los niños, en el afán de inocular con cuentos infantiles un idilio inalcanzable, con muchos “hasta que la muerte los separe” o “fueron felices para siempre”, esclavizando al más elevado de los sentimientos en cadenas de sueños imposibles, convenciones que nos hacen pasivas a unas y activos a los otros, buscando subordinar las mujeres a los hombres, para firmar y sellar un contrato social que nada tiene que ver con el amor.
NO puede encerrarse en pros y contras, en registros e iglesias al que existe para ser alegría, calor y vida, por eso matrimonio no es igual amor.
Feminista libertaria confieso: Soy una mujer libre que ama a un hombre libre, pintando cada día de colores la vida en libertad que decidimos compartir, aquí y ahora.