Cada ser humano busca bienestar. Hasta aquí todo el mundo estaría de acuerdo, tanto los neoliberales, los distintos credos religiosos, los laicos, los marxistas y los bolivarianos entre otros. El deslinde se produce es en el modo válido de lograr bienestar ¿A expensas de la moral, las buenas costumbres y aprovechándose de los miedos y la debilidad de los otros?
Los principios de una vida decente y con respeto común de lo que no debe hacerse porque provoca daño son las primeras vallas a la idea de provecho. Y, en el caso de la sociedad venezolana se revela, en la actuación reciente de muchos comerciantes, y sus socios politiqueros de ocasión sin liderazgo firme que no se les inculcó valores, o hicieron apostasía de las enseñanzas básicas, cristianas, hogareñas y de primera escuela en materia del no abuso.
El capitalismo, cuyo discurso ético alcanzó mayoría de edad con la idea del interés propio expuesta por Adam Smith, sobrepasó en Venezuela los linderos concebidos por el autor de …La Riqueza de las Naciones. Éste sostuvo que “no es por la benevolencia del carnicero, del cervecero y del panadero que podemos contar con nuestra cena, sino por su propio interés”.
Cierto, el carnicero sonríe, y la dama que expende flores en la esquina se muestra servicial; pero cada uno lo hace por su propio interés. Y esta lógica cruel se observa hasta en el muchacho que sube a la buseta de pasajeros ofreciendo en venta, con sonrisas, paqueticos de galleta. Cuando ningún pasajero compra lo que le ofrecen, el vendedor desciende, como disparado y con rostro de disgusto.
Tal es la lógica y el móvil de los grandes importadores, distribuidores mayoristas y revendedores al detal de electrodomésticos, cauchos para vehículos, chocolalitos y cuanto coroto se expende en cualquier local del país. “No hay hueso sano”, ha dicho el presidente Nicolás Maduro, retratando de modo dramático el deterioro moral de quienes hacen de la especulación irracional, la reventa inflada y la violación permanente a la ley, una vía desesperada de lucro.
Apelemos a la fuerza moral y política de nuestra Revolución Bolivariana y a la persuasión, para derrotar toda práctica mercantil perversa.