En un taller que tomé sobre relato periodístico en el Cono Sur, me correspondió hacer un breve relato sobre las mujeres y su liderazgo en la Revolución. Cuando me tocó mi turno, dije “…en Venezuela las lideresas de las comunidades tienen un protagonismo y participación admirable y a veces hasta ingratamente valorado”. Al terminar, un periodista expresó, con burla “Qué es eso de lideresas? ¿De dónde sacaron esa estupidez de “lideresa”? Ahora no es suficiente con que se llamen presidenta, si no que se inventaron esa nueva palabra? Eso del lenguaje de género me hace doler el oído”.
La carga histórica del patriarcado se le salía por los poros. Mi respuesta, con tono casi neutro, “Pues existe la palabra lideresa y todas las palabras que queramos y consideremos necesarias las mujeres. Las feministas venezolanas tenemos voz propia en la sociedad. Nuestra Constitución está redactada con lenguaje de género, gracias a las propuestas de las mujeres organizadas y al trabajo de feministas como Viki Ferrara y Gioconda Espina. Todas y todos somos machistas, y tú eres radical”.
Luego del juicio del periodista, sobre la base de interrogantes irónicas y descalificadoras, y de mi respuesta se autocalificó: “yo no soy machista. No soy machista, ni mucho menos machista radical”.
Otro episodio: hace un mes tuve una conversación con un arquitecto venezolano y éste tuvo la misma reacción intolerante. El machismo no tiene fronteras.
Gracias a la reacción de ambos, vino Viki Ferrara a mi recuerdo. Ella es de las feministas inspiradoras, fue Vicepresidenta de la Comisión de estilo de la Asamblea Nacional Constituyente. En una entrevista que le hizo Morelba Jiménez, para el libro: Mujeres protagonistas y el proceso constituyente de Venezuela (2000), dijo que el lenguaje no es inocente ni neutro. Es decir que trasmite ideología, reproduce la cultura y garantiza el orden patriarcal.
Parafraseando a Viki termino mi respuesta a ellos y a cualquier otro(a) que quiera quitarle valor al lenguaje de género: las mujeres tenemos derecho a tener derechos, a ser personas, a ser nombradas. El lenguaje de género es inclusivo, no ignora, ni discrimina, ni invisibiliza al resto de los géneros. Es rebelde, hermoso y tiene rostros.
Y como dice Viki: “El sexismo lingüístico atraviesa toda actividad humana pasada y presente. No se trata de extremismo feministas”.