La bomba sexy de Venezuela apareció en Tves, y yo no me habría enterado de no ser por mi amiga Yorviris y su irrenunciable sentido crítico y responsable sobre esta Revolución. O capaz sí me habría enterado, porque el hecho levantó escama en muchos venezolanos que esperaban ser tratados como un tipo diferente de espectador: uno que no se conforma con los contenidos de fácil digestión y alto nivel de frivolidad. Por todos lados hubo comentarios de indignación sobre la aparición de la vedette en el canal de Winston.
“No me sorprendería que comiencen a transmitir programas tipo «a que te ríes» o «cásate y verás” me decía Yorviris, y yo no podía otra cosa más que darle la razón, pese a lo mucho que intento ser dócil y entender que “¡a Winston lo pusieron ahí por algo que tú ni yo sabemos, chica!”, como me dijeron una vez, para rematar la frase con un aplastante “si alguien sabe cómo captar gente, es ese señor”.
Y bueno, sí. Si es una cosa de números, he de admitir que a Tves lo ve ahora más gente, cosa que no me parece ninguna proeza. El que haya más espectadores que sintonicen el canal atraídos por banalidades como el tongoneo de la Diosa, es para mí un triunfo estéril.
Si nos dedicamos a atraer espectadores valiéndonos de ese tipo de contenidos en un canal de alcance nacional, entonces no deberá extrañarnos cuando pasen los años y sigamos teniendo problemas de violencia sexual, distorsión de los patrones de belleza, raspacupeo, bachaqueo, reguetoneo y cuanto vicio se asocia a la cultura capitalista del mercado de cuerpos y la sobreexposición de la idiotez como divertimento, ¿no le parece?