Dicen que debemos prepararnos para la guerra, que debemos estar alertas ya que nos ratificaron como una “amenaza”; no obstante, ¿qué nos hace pensar que no vivimos en una? Desde hace años, sin darnos cuenta, hemos sido bombardeados a diario con inmediatez, con excremento publicitario, con desinformación, con miedo; y en nuestro imaginario esta palabra generalmente la asociamos con sangre, destrucción masiva, no podemos entender a plenitud el concepto real de la misma. Si bien aun no hemos presenciado los bombardeos que se llevan a cabo en otros países, somos sometidos a ataques de otro tipo, la diferencia radica en que las armas que usan en contra del pueblo no causan estragos físicos, se aferran a consumir nuestras conciencias.
Es evidente, cada vez que elogiamos un producto superfluo de consumo, cuando nos avergonzamos de nuestros cuerpos y razas, cuando nos quejamos porque no pudimos traernos suficientes dólares del extranjero, cuando deseamos que los empresarios y las grandes corporaciones por fin pongan a producir al país, cuando empezamos a creer que la lectura, la educación son actividades pretenciosas e inútiles; cuando nos tragamos y digerimos toda la basura publicitaria violenta, sexista, homo-lesbo-transfóbica, machista, heteronormada; cuando pedimos por la libertad de asesinos, cuando peleamos en una cola por el puesto y o por el producto que no pudimos comprar, cuando vivimos de la necesidad de los demás, cuando culpamos a otros de nuestras miserias… cuando todo esto sucede y más, sin percatarnos estamos siendo protagonistas, militantes y fieles seguidores de la guerra.
La guerra psicológica no perdona. Igualmente causa estragos irreparables, enceguece sin medida y es que de eso va la guerra en este país, más allá de recibir golpes en nuestros bolsillos gracias a una inflación desmedida, más allá de una posible invasión territorial; se trata de consumirnos de a poco pero eficazmente, de hacernos participes de nuestro acto mortuorio, de hacernos cómplices del egoísmo y la traición.
Y es que, ¿no hemos comprendido aún? Hace años que estamos ante una guerra, estamos siendo vilipendiados, humillados, engañados; y entre risas, gestos, aceptamos las desgracias como buenas y aplaudimos al mejor postor, a quien paga con creces la reproducción de la ignorancia.