Por Pablo Fernández B|La “Negra” Sosa: grito de pueblo hecho canto (Opinión)

El 9 de julio pasado hubiera cumplido 80 años. La conocimos como «La Negra» y así se nos quedó en la memoria del alma, cobijada a la orilla de un arroyo de sueños, acariciando un sauce provinciano allá donde los recuerdos se hacen rumor cristalino de esa voz que acuñó entre los cerros tucumanos de su infancia, en la tierra extensa del trigo y la plata.

Haidée Mercedes Sosa le mentaron entre los mortales y fue su llanto precoz grito de rebeldía. Vino al mundo en San Miguel de Tucumán, donde la patria sanmartiniana se hizo independiente un 9 de julio como el de su natalicio.

Trajo la sonrisa a los rostros que la acunaron, cuando el mundo todavía enjugaba sus lágrimas por el silencio doloroso que dejó el Zorzal Criollo, caído en aquel artero giro del destino, cuando el avión se hizo metal en llamas, un día innombrable allá en Medellín.

De chiquita comenzó a mostrar la musa indómita, mujercita morena, pedacito de tierra errante. Se le iba el cuerpo en giros de danzas y faldas al viento…pero era la voz, su voz, la que escondía el eco de los tiempos, predestinada a regarla cargada de tonos y verdades por los cuatro puntos cardinales.

Nunca fue su vida un dulce camino de arte apática y mutante. Supo de sobra sobre espadas y traiciones. Cadenas de ignominioso origen intentaron amarrar su voz libertaria e insurrecta, siempre tan llena de otras voces…las acalladas y ninguneadas de siempre.

Los milicos, rastreros y miserables como el que más, no perdonaron la osadía…negra india rebelde, subversiva de tensas cuerdas en la voz y en el arco de la palabra, hecha denuncia, llanto, grito ante el ultraje de la carne y el pensamiento. El exilio fue su destino y el horizonte le llevó a tierras de ultramar, cargada con una maleta de amores y dolores, olvidos y memorias, arremolinados como vientre dolorido en parto de nuevos amaneceres.

Cuando las sombras del terror comenzaban a disiparse en las tierras del Sur, dejando tras de sí una estela de muerte y un tajo profundo en nuestra historia, su regreso fue un remanso para la música popular. Fue cobijo tierno para mil voces. Se hizo rock y chacarera, tango y cueca. Y llegó el día en que ese corazón franco y lleno de nombres se cansó. El Chagas se lo fue comiendo durante 30 años pero ella, tan llena de vida para dar, no dio tregua al desatino de la muerte. Sin renuncias ni desmanes, se fue a guitarrear feliz con Violeta Parra y Facundo Cabral, a la sombra de una estrella azul.

pablofb@yahoo.com

Su comentario, compatriota Paulo, que es más poesía que prosa -no lo sé bien-, tan libre como el viento que no se ve pero se siente, es un bello homenaje a esa mujer que se nos fue, cuya voz era más poesía que canto -tampoco lo sé bien-, y cuyo solo recuerdo evocado por sus bellas palabras pone un nudo en mi garganta y en mis ojos unas gotas que lloran hacia adentro, hacia mi alma, cónsona con la suya y con la de esa insigne mujer y con la de millones de seres, capaces de vibrar como cuerdas tensadas iguales que vibran cuando la dulzura las toca… Que Dios dé descanso a su alma, y a Ud. paz, salud y éxitos.