Nadie dijo que sostener una Revolución contra mareas poderosísimas e incansables intentos de derrocarla era cosa sencilla; menos cuando esta tiene que ir sorteando dificultades que en momentos pueden llevarnos a pensar que estamos claudicando.
La tarea de defender el legado del comandante supremo de las Revolución Bolivariana Hugo Chávez encomendada al presidente Nicolás Maduro Moros no ha sido sencilla, en especial si tenemos en cuenta la decisión imperial de sacarlo del poder a toda costa, identificándolo como el principal obstáculo para dar al traste con todo lo edificado en 15 años de labor, siempre acompañada de la aventura violenta, del fascismo, del golpe de Estado, del sabotaje petrolero.
En ningún momento esta Revolución ha tenido respiro, calma, esa calma tan necesaria para construir en paz un modelo político, para facilitar el desarrollo de los derechos que implica una Carta tan maravillosa como la que el pueblo se dio con la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela en 1999; Chávez no tuvo ni un solo momento de respiro, Maduro tampoco lo ha tenido.
A pesar del ejercicio político más irresponsable de parte de un sector dirigente de este país, que a cualquier precio y mandatado por el Gobierno de Estados Unidos, ha generado violencia, guarimbas, acciones terroristas y guerra económica, el presidente Maduro y el movimiento popular no han mordido el peine de caer en un escenario que lleve a los “cascos azules” a invadir nuestra Patria.
Sin embargo, el golpe económico que ha tenido que aguantar el país, producto de la decisión política de un grupo de destruir la Revolución de Chávez, será el próximo muro a traspasar por un pueblo glorioso, que ayer soportó golpes y sabotajes, y hoy tiene que soportar momentos difíciles para nuestra economía nacional.
Maduro, consciente de esto, hace todo tipo de esfuerzos, en el ámbito de la mesa de paz, y la mesa económica, para generar espacios que lleven a la normalización de una situación generada fundamentalmente por la decisión de la burguesía, amparada en su padre el imperialismo estadounidense, de dar al traste con nuestro modelo político.
A un año de gestión es preciso para hacer las reflexiones necesarias sobre los problemas propios de un modelo cuya pretensión, desde el año 2005, es ser palanca para la sustitución de la perversa lógica del capital, que cosifica lo humano, lo convierte en mercancía, y deja una estela de miseria en el planeta. Es una tarea imprescindible e histórica.